...a partir de un momento dado la historia
empezó a moverse en un país totalmente
imaginario; un país donde las ideas carecían de
valor, donde los principios –todavía proclamados
y reclamados– eran objeto de cotidiano escarnio,
y donde las ideologías se reducían en política a
puras denominaciones en el juego de los
diferentes papeles que el poder se atribuía,
donde lo único que contaba era el poder por el
poder.
Leonardo Sciascia, El contexto.
He extraído las líneas anteriores de la
novela corta de Leonardo Sciascia El contexto,
entre otros motivos para justificar haberle copiado
el título para encabezar este texto sobre el álbum
de Luis García Chicharras. No es que
Chicharras y la novela de Sciascia (que en
realidad trata sobre una investigación policial
referida al asesinato de una serie de jueces)
compartan similitudes temáticas. En verdad, lo que
comparten ambas obras sería el importante peso de
eso que se ha dado en llamar “el contexto”; no es
posible realizar un análisis integral de ambos
libros sin tener en cuenta aquello de lo que hablan
pero que no cuentan en sentido estricto.
Como libro recopilatorio, Chicharras
fue editado en 1985 por García & Beà Editores como
cuarto volumen de la Colección Rambla. Las historias
que componen el libro fueron realizadas en realidad
durante la década de los setenta, entre 1974 y 1978,
y forman parte de los trabajos que consiguieron la
proyección internacional lógica para un autor con el
impresionante talento plástico de Luis García, tras
su publicación en cabeceras como la italiana
Linus o la francesa Pilote. “Janis”, la
historia que abre el libro, está escrita en
colaboración con Miguel Ángel Nieto y comienza como
un juego lúdico que termina derivando en una
pesadilla (del estilo, esta última, de las historias
que García tuvo que ilustrar en su periodo de
trabajo para la editorial Warren).
...aquello era el paraíso de las chicharras; es
decir, el silencio mismo.
Max Aub, El cojo.
Chicharras, la segunda historia y
la que da título al volumen es sin duda la más
emblemática de todas ellas. Escrita en colaboración
con Felipe Hernández Cava (y rotulada por Carlos
Giménez) consiste en un ocasional viaje de retorno
de un joven al pueblo en que nació; acompañado de la
remembranza (sin atisbos de nostalgia) de su vida de
niño en aquel lugar y de la asunción de haber
escogido un modelo de vida distinto del que le
esperaba si hubiese seguido anclado en aquel lugar
geográfico.
Al denominado género negro pertenecerían
las dos historias siguientes, ambas cargadas de un
fuerte componente político. “En el escalón más bajo”
es un guión de Hernández Cava protagonizado por un
detective que es contratado para localizar un
“agitador” social que molesta a determinados
estamentos del poder. “G.I.M.”, por su lado, es una
historia escrita por Andreu Martín sobre un falso
secuestro, realizado con fines políticos, en el que
la resolución no es la que esperaba el propio
secuestrado y, teórico, ideólogo del plan:
«–Pero, a fin de cuentas, ¿Quién sale ganando con toda esta
comedia?
–Y yo qué sé. No entiendo nada de política.»
“El ojo de cristal”, la quinta historia,
consiste en una adaptación de un cuento de Curzio
Malaparte en el que, sobre el escenario de la
Segunda Guerra Mundial, asistimos a una pequeña
historia sobre la crueldad humana. Otra adaptación,
en este caso de un cuento de Jack London, cierra el
libro. “Ley de vida” es una historia de seis páginas
sobre el final del camino para un anciano indio y la
integración de este final en el proceso natural de
la vida.
Todas las historias están plasmadas con
ese increíble talento que Luis García tenía para el
dibujo. Todas están realizadas en blanco y negro y
resueltas utilizando la línea como base del dibujo,
con un estilo que utiliza esas líneas como
sustitutas o complementos de los sombreados. A ese
virtuosismo de García con el dibujo hay que añadir
su personal y peculiar técnica narrativa, basada en
lo que la solapa del propio libro define como un
«tratamiento documental, casi fotográfico, de la
imagen».
Pese a los casi 30 años transcurridos
desde la realización de las historias su apartado
gráfico no se ha resentido en absoluto; algo que no
se puede decir de todos los guiones y aquí es donde
debemos volver al contexto. Todas las historias se
parieron en un momento histórico determinado; en un
contexto político y social que por fuerza se deja
sentir, y mucho (tal vez hay quien piense que
demasiado), en algunas de ellas. Y no sólo es este
contexto en el que hay que analizarlas, sino que
también se dieron a luz en un contexto determinado
para el propio medio: un momento en el que los
autores y autoras de historieta están realizando un
esfuerzo para trascender desde un producto
considerado con tintes infantiles / juveniles, hasta
una forma de expresión adulta desde la que se puede
no solo construir obras de la misma entidad que las
de otras formas de expresión artística, sino que
además permite a los creadores utilizar su propio
trabajo como un arma más a utilizar en el intento de
trasformar la sociedad es un modelo más justo.
Siempre que se hace una historia
se habla de un viejo, de un niño o de sí
Silvio Rodríguez, La canción del Elegido
Decíamos antes que Chicharras era
sin duda la narración más emblemática del libro, y
lo es además por varios motivos. Varias son las
consideraciones que se pueden hacer sobre ella y una
de ellas nos sirve para explicar la importancia del
(tan traído y llevado en este texto) tema del
contexto. Si partimos del hecho de que Chicharras
es una historia que, al menos en parte, trata sobre
el abandono del mundo rural, resulta paradójico
comprobar cómo este hecho no tiene igual significado
ahora que entonces. Para el protagonista de
Chicharras el abandono de ese modo de vida
representa, realmente, el abandono del modelo de
vida que imponía el franquismo: su marcha supone un
camino hacia la libertad, alejándose del perverso
modelo de relaciones humanas que imponía el régimen
franquista. Hoy en día el abandono del mundo rural
significa otra cosa: la contraria. Supone el
resultado de una forma de vida impuesta por los
poderes económicos (auxiliados por los poderes
políticos a su servicio) que deciden dónde debe
producirse cada acto o producto a nivel mundial; sin
posibilidad de réplica o rebelión. El abandono del
mundo rural ya no sirve en el nuevo milenio para
representar la búsqueda libertad, ni como metáfora
para la rebeldía ante caducos modelos sociales:
supone el resultado de este nuevo régimen global que
ha venido a sustituir a aquel régimen más localizado
y que igual que aquel, junto a sus imposiciones
económicas, nos impone también otro infame modelo de
relaciones humanas.
Pero volviendo a Chicharras, sus
ocho páginas suponen también un hito debido a su
carácter autobiográfico: el protagonista del relato
no es otro que el propio Luis García que comparte
con los lectores el resultado de un viaje real al
pueblo que le vio nacer, acompañado de la travesía
mental a algunos recovecos de su memoria individual,
que a la par también lo son de la memoria colectiva
de la época. Luis García inicia con estas
Chicharras un modelo de historieta en el que el
autor pierde los complejos y decide hablar de sí
mismo. Un modelo que posteriormente llevaría a su
máxima expresión Carlos Giménez con obras maestras
como Paracuellos, Barrio o Los
Profesionales. |