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SÓLO PARA INÚTILES

SÓLO PARA INÚTILES

© 2002 Enrique Bonet Vera

Edición: Ediciones El Batracio Amarillo: Batracio, # 4

Depósito legal: no consta

68 pp. b/n + cubiertas en color   |    21,5 x 22 cm.   |   rústica   |    PVP: 4 €

 

[ Portada del libro Sólo para inútiles, antología de viñetas y tiras de Enrique Bonet publicadas por El Batracio Amarillo ]


Artículo por Javier Mora Bordel 


El sentido del Humor.

    «Así que lo que sigue a continuación no es ningún tratado sistemático, analítico y metódico de la inutilidad y sus múltiples variantes, sino más bien un compendio caótico, desordenado y torrencial de personajes y situaciones de los que, si yo fuera crítico especializado de tebeos en alguna revista y me encargaran la tarea de reseñar este libro, diría que son absolutamente inútiles» (Enrique Bonet, Sólo para inútiles, Prólogo)

         El cómic siempre ha guardado una estrecha relación con el humor. Mientras otras artes en sus orígenes estilísticos se decantaban por la exaltación de gestas o sentimientos o por la representación fiel de imágenes o sonidos, la historieta, ocupados estos campos, vino a nacer para dar cuenta de aquellos contenidos que como el humor poseían un carácter marcadamente marginal dentro de las ramas anteriores. En las páginas del nuevo medio la sátira, la ironía, la parodia... encontraban por fin el espacio necesario donde cobrar la vigencia y el protagonismo negado hasta entonces. Ya podíamos decir que la comedia nació en la Grecia Antigua, que la música festiva había sido una manifestación presente en toda sociedad humana, que no habían sido pocos los cuadros creados a partir de una firme intención paródica, que daba igual. Lo cómico era un estadio menor del arte porque sí y sanseacabó.

Con los tebeos no es que cambiara mucho el panorama. Aún hoy pervive esta falacia que se empeña en desmerecer y relegar cualquier obra que intente provocar la jocunda en beneficio de una idiosincrasia trágica supuestamente más acorde con el canon de perfección. Y además por extensión (algo que no sería extraño si tenemos en cuenta que tanto lo cómico como el cómic guardan una estrecha vinculación) la historieta no ha pasado del estatus de género menor para menores. Así que partiendo de estas premisas desalentadoras, no creo que las palabras de Bonet acerca de la inutilidad de su obra desentonen en absoluto. ¿O acaso no es el cómic para la gran mayoría de la masa social el último pintamonas de la tierra? Y eso que paradójicamente el humorístico es el género más vendido porque vamos a ver quién no he tenido en sus manos un Mortadelo, una Mafalda, un Astérix... Muchos de estos personajes han acabado por convertirse en verdaderos iconos de la cultura popular pero aún así se siguen tomando a guasa por la simpleza de que es mucha la gente que los empieza a leer pero poca la que los llega a considerar un vehículo idóneo para transmitir ideas  (supongo que este debe ser el camino de lo artísticamente útil). Y es aquí donde se ve este problema de convención. Para una obra de corte “serio”, si a un lector le gusta, normalmente asegura que el autor le ha despertado sentimientos. En cambio con un chiste o un gag sólo se ríe. Y, ¿no es el mismo planteamiento? Todo humor, al igual que toda tristeza, parte de un hecho vital: reflejar una forma de ver y entender el mundo y esto sí que es una verdad como un templo sea quién sea el creador o se exprese como se exprese. Entonces, ¿por qué esta diferencia de trato? ¿Por qué, si sobre el papel hay que hacer el mismo esfuerzo de destripamiento? Y además, ¿no es también una convención que hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar? En fin, que ante tal cacao tal vez analizar una obra como la de Bonet que hace alarde y gala de la inutilidad sea el mejor medio para dar fe de todo lo contrario.

El sentido de la vida.

         Bonet, como todo humorista que se precie, parte del desarrollo de sus propias experiencias. Y no quiero decir con esto que su vida sea un chiste, ni la de ningún otro por esta regla de tres, ni nada parecido. Lo cotidiano, con sus alegrías y tristezas, con sus fortunas y adversidades, es la base de toda creación humorística; el punto de partida desde el que explorar el mundo en alas de la carcajada inteligente y convertir la realidad en objeto de la parodia, la ironía o la sátira.

         Desde sus inicios, bajo la forma primigenia de la comedia teatral griega, el humor se ha caracterizado por la puesta en escena de un espíritu rebelde y desenfadado capaz de sacarle los colores hasta al más pintado. Y la historieta, claro esta, no iba a ser menos. A bote pronto dos son las actitudes, los formatos en cambio son infinitos, que mejor sintetizan el amplio caudal de modos y modas en los que esta se ha recogido. Por un lado, el humor tajante del movimiento underground. Por otro, el soterrado de las tiras de prensa. Ambos se sitúan en una disposición enfrentada a la gris realidad establecida pero su método de lucha es bien diferente: uno opta más por el golpe contundente; y la otra por la creación de pequeños caballos de Troya que descubrirán su mensaje en el momento oportuno.

Entre ambos parece moverse Bonet. Sólo así, con esta amplitud de miras, se consigue ganar alguna batalla a la cotidianidad apática. Sólo así se consigue sobrevivir entre tanto dolor insano. Y es por eso que la estructura de este libro puede resultar dispersa, pues con cada nuevo personaje se trata el quehacer de un enfrentamiento particular, pero en este combate cuerpo a cuerpo no hay caos ni desorden, contradecimos otra vez así al creador, sino movimientos cuidadosamente estudiados de un victorioso plan de batalla. Veámoslo con detalle.

Los cabos sueltos.

A lo largo de este libro son varias las páginas que responden a un aislado estado de opinión o de ánimo. Cubren desde la enérgica reacción contra los devaneos sociales cercana a la historieta comprometida (en este sentido la primera y la última tira que abren este libro me parecen soberbias, vivo reflejo de nuestra falsa sociedad del «España va bien») hasta distintas estampas sociales sobre las que se aplica una atenta mirada. Estas últimas son el grupo de mayor extensión, que van variando de formato. Así, por un lado tenemos los breves y frescos brochazos encargados de parodiar los tipos cotidianos: desde la malafollá de los móviles y demás inventos supuestamente creados para hacer la vida más fácil, a profesores de filosofías matutinas o nazarenos deformes (¡cuanta carga simbólica...!) Y por otro, toda una fábula como es Foto de novios, un cuento patético. Ojito. No digo que lo sea por su número de páginas (cuatro, en principio, no es que sean tampoco muchas) o porque así haya sido recogido en el título. Aquí lo interesante es la actitud, la voluntad de contar una historia intensa que se deja intuir como una necesidad catártica. En ella cierto resabio patético se convierte en el elemento nuclear de ciertos modelos narrativos cercanos a Bagge o más con alguna reminiscencia del primer Crumb: un personaje gris y desalentado capaz de provocar en nosotros la duda de si no será un fiel reflejo de nuestras miserias. Algo, a lo que habitualmente preferimos no dar respuesta...

Castillos en el aire.-

Este grupo temático viene a recoger a un nuevo tipo de frustrado: el del complejo de inferioridad. Esta serie narra mediante el formato de página / viñeta autoconclusiva los devaneos de un padre de familia de vacaciones en la playa incapaz de hacer frente a un tipo superior a él en todo. O eso cree él cegado por un arrebato verdaderamente infantil que le impulsara a cometer empresas innecesarias para las que no está capacitado ni reúne el talento preciso. A sus ojos se convierte en un rey sin corona que no sabe como recuperar su trono por mucho que lo intente. A los nuestros, sólo un pobre tipo lleno de cómicas inseguridades. Como más de uno.

El vaso medio vacío.-

Aunque sólo se trata de un conjunto aislado de seis tiras unidas temáticamente en la misma página no podíamos pasarlas por alto. Nos referimos a aquellas que bajo el título de Reciclómic hacen crítica mordaz del medio. A través de la parodia sarcástica de personajes iconos, Bonet da en el clavo: el medio de nuestros amores esta obsoleto y necesita un lavado de cara con urgencia; para ello con imaginación y porque no decirlo, también con unas buenas dosis de mala leche, nuestro autor encuentra una nueva ocupación para tan noble arte más acorde con los nuevos tiempos. Eso sí no seremos nosotros quienes se encarguen de desvelar la sorpresa máxime cuando el hecho puntual sobre el que tenemos que incidir no lo precisa. Haciendo de tripas corazón, para tratar de no ser demasiado “localistas”, la cuestión en juego es que aquello que es nuestro sueño (para nosotros los tebeos para otros será otra cosa sobre cuestión de gustos, entendidos como paradójicos sustentos de la realidad, no hay nada escrito) se va al garete (esta perdiendo su posición como medio artístico y social) y nosotros no podemos hacer nada para evitarlo. Y bueno, de la impotencia a la inutilidad sólo hay un paso.

La soledad.-

El cuerpo central del libro esta formado por una libre versión de un clásico literario por excelencia, Robinson Crusoe, bautizado por Bonet como López. El minimalismo es aquí la expresión: el mismo escenario (el minúsculo islote), los mismos personajes (aparte de López, una gaviota y un pez)... Así que es más que meritorio que con tan escasos elementos sea capaz de reflejar de un modo tan preciso, y me atrevería a decir completo, los defectos de toda una sociedad como la nuestra. La incomprensión, la tiranía de los que se sienten superiores, la incomunicación... son algunos de los temas tratados por Bonet, y todos y cada uno de ellos vienen a sumarse para dar el mismo resultado desalentador y evidente: la soledad aplastante que nos agobia y que hemos acabado por aceptar como el común denominador de nuestras existencias.

El amo y señor.-

Toca el turno ahora de mostrar el lado “relajado” de la cabeza visible de la institución social por excelencia: el hombre. Desde luego este señor aquí pintado no es el espejo en el que nos gustaría mirarnos (vago, egoísta, pasota, apático) pero aquí hay que hacer un ejercicio de sinceridad. A quién no le gustaría ser un espíritu libre, todo el día tirado a la bartola, sin más preocupaciones que el Marca... No es que sea el sueño de todo hombre... es que, variando un par de cosas, es el sueño de cualquiera. Esta apreciación de la inutilidad idílica es la que Bonet trata de dejar clara a lo largo de todo el libro, bromas aparte. Un sujeto llamémosle “tranquilote”, puede que sea pasivo socialmente pero desde luego no es el enemigo público número uno. De quién tendríamos que preocuparnos, y en estas tiras del Señor de la casa así lo hace, son de otros entes, al igual que el señor responden a un arquetipo, especialmente activos pero activos en joder al personal: el “euro”, el “Apocalipsis”, la “Operación Fracaso”, el “apagón”...Igual que al personaje protagonista, que siempre le vienen a molestar en medio de una “faena”, un día de estos van a acabar por tomar, sino lo han hecho ya, nuestro último refugio, nuestro hogar y sólo vamos a ser capaces de lamentarnos con un tácito “¡vaya hombre!”, en el mejor de los casos...

Edición de Veleta de Cuestión de ClaseCon estilo.-

El conjunto de tiras más antiguo se corresponden al grupo genérico de Cuestión de clase (publicado en el periódico universitario Campus y también reunido en un librito por Ediciones Veleta en 1999). Si bien los formatos en los que han sido recogidas estas historietas han variado con el tiempo, el espíritu que mueve la serie, en cambio, es el mismo: la despreocupación. A este respecto el titulo parece ofrecernos alguna pista. Teniendo en cuenta que la tira hace referencia a la vida en común de unos estudiantes universitarios podemos pensar que trata sobre la clase como espacio de encuentro o de la “clase” estudiantil. Sin embargo no creo que vayan por ahí los tiros. El protagonista principal de las mismas es, una vez más, un vago redomado o un pícaro que da palos al agua si se lo prefiere. Alguien con estilo, con clase, que al final siempre consigue lo que quiere y que también a su modo es un rebelde sin causa. Su actitud, la ley del mínimo esfuerzo, se convierte en un modo de protesta enmarcado dentro de su contexto, el de una Universidad y el universo que la rodea convertidos en arquetipos de la problemática educacional. El piernas, simplemente es el reflejo de una situación: él, por ejemplo, es uno más de esos miles de tipos brillantes a los que sólo les ha faltado estimulación y opta por mostrarlo abiertamente. El 0, 7 que no encuentra ni su sitio ni su acomodo. Y el Oliver que es la viva imagen del esfuerzo inútil: «llevó más de tres años en la Universidad y sigo sin tener nada claro...» Los tres responden desde distintas perspectivas a lo que cualquiera con un mínimo de aptitud se encuentra en una universidad española: desatención, desorientación y desesperación.

La fruta madura.-

Treinta y tantos es el último grupo de historias presentes en la obra. Y quizás el más singular. Una pareja, la edad es obvia, asentada y con un par de niñas que se encuentra a medio camino entre la juventud y la madurez forzosa fruto de la asunción paulatina de responsabilidades. ¡Nuestros Adán y Eva particulares son miembros provechosos de la sociedad por una vez y sin que sirva de precedente! No es la reivindicación el camino que se explora en estas tiras sino la intimidad, la introspección; la mirada atrás de quienes hacen balance de lo vivido, de quienes a veces sienten que el tiempo pasa muy deprisa mientras sus sueños se van esfumando, de quienes simplemente se levantan cada mañana con la esperanza de encontrar un mundo mejor. Una razón más que suficiente.

La escena de los idiotas.

         Después del desfile de personalidades al que hemos asistido, no vamos a recuperar el debate sobre la utilidad o inutilidad de esta obra y por ende de la historieta. ¿Para qué? Aún así antes de echar el cierre podemos dejar la duda abierta tomando de nuevo otra frase de Bonet con respecto a esta pequeña (por formato y extensión) gran obra (y que también cerraba casualmente el prólogo a la edición de su libro): «Ya sabéis lo que dirían los críticos: la lectura de este tebeo no sirve absolutamente para nada».

Por mi parte, no puedo estar más en desacuerdo.


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