No es nada común encontrar una historia que realmente pueda interesar a
lectores de todas las edades. Los lobos de la pared es un cuento
infantil, y como tal se dirige principalmente a los niños, pero contiene
suficientes elementos de interés como para que resulte recomendable para
lectores de cualquier edad.
Neil Gaiman tiene, probablemente, una de las audiencias más variadas en
la literatura actual. En las (largas) colas de sus sesiones de firmas se
mezclan niños llevados por sus padres para conseguir una firma en ese
cuento que el pequeño le “obliga” a leerle todas las noches,
adolescentes y adultos fascinados por sus cómics (con Sandman
como claro buque insignia, posiblemente para el resto de su vida) y
personas interesadas en sus novelas American Gods o Neverwhere,
que quizá ni siquiera sepan que el autor escribe además cómics y no
entiendan por qué en la cola hay gente disfrazada de chica gótica con un
Ankh colgando del cuello.
Pero vayamos al grano. ¿Qué es Los lobos de la pared?
Se trata del segundo cuento ilustrado, tras El día que cambié a mi
padre por dos peces de colores, realizado por el escritor Neil
Gaiman y el ilustrador Dave McKean. La protagonista de esta historia es
Lucy, que vive con sus padres y su hermano en una casa en cuyas paredes
Lucy escucha ruidos extraños, ruidos que según ella están provocados por
lobos que habitan dentro de las paredes, y que están intentando
salir. Cada vez que Lucy le cuenta a alguien lo que escucha, la
respuesta es la misma: eso es imposible, porque “como todo el mundo
sabe, si los lobos salen de las paredes, todo está perdido”. Y justo
entonces, naturalmente, los lobos salen de las paredes.
Lo que ocurre a continuación sirve a los autores para enseñar una serie
de importantes lecciones a los que no las saben aún y recordárselas a
los que sí las saben (iba a escribir “enseñar a los niños y recordar a
los adultos”, pero no siempre coincide). De estas lecciones, la más
importante es quizás que el hecho de que todo el mundo diga que no se
puede hacer nada no implica necesariamente que estén en lo cierto. La
actitud de Lucy, en contraposición a la del resto de su familia, es la
de una persona no conformista que sabe que las cosas no pueden quedarse
así simplemente porque así estén. Lucy se convierte en esa persona que
no se acobarda ante los que le roban su lugar, no acepta la solución más
fácil, la de buscarse otro sitio y esperar que nadie aparezca para
echarla de allí. Y, sin saberlo, comprueba el viejo dicho según el cual
el que se enfrenta a un oponente desconocido debe recordar que él
resulta igual de desconocido a su oponente. Es posible que el otro tenga
aún más miedo del que uno tiene.
La historia se desarrolla de una manera muy visual. El texto, con
diálogos abundantes, ocupa un lugar muy preciso dentro del cuadro en que
se convierte cada página. Las palabras y los dibujos se complementan a
la perfección, utilizando recursos, como viñetas o bocadillos de
diálogo, que acercan esta obra a lo que entendemos como un cómic, hasta
el punto de que probablemente sea igual de correcto calificar a Los
lobos de la pared como un cómic en lugar de un cuento ilustrado.
La mezcla de técnicas que utiliza Dave McKean quizá ya no sorprenda al
lector que esté habituado a su estilo, pero sigue siendo de una fuerza
visual y una imaginación considerables. McKean vuelve a mezclar lápices,
fotografías, collages, tintas y un largo etcétera para esta ocasión,
logrando composiciones que van desde momentos impactantes (la doble
página en la que los lobos salen de las paredes, y por cierto tengo mis
dudas acerca de si esta ilustración no habrá dejado sin dormir a más de
un niño) a otros de gran belleza, como los exteriores nocturnos de la
casa de Lucy. Si el talento de McKean tiene algún límite, este parece
ser por ahora sólo el de su imaginación.
La calidad de la edición que ha realizado Astiberri puede resumirse con
una palabra: impecable. La reproducción es excelente, apoyada en un
papel de calidad que no nos priva de los detalles del inspirado arte de
McKean. Por otra parte, los textos de Gaiman nos llegan a través del
buen trabajo que Manuel Bartual realiza en la rotulación, aspecto
importante en esta obra en la que es evidente que los autores no han
dejado al azar pormenores como el tamaño y la colocación de las palabras
en el contexto de los dibujos.
¿Qué es, pues, Los lobos de la pared?
Podría decirse que es un relato infantil, pero de igual manera podrían
resaltarse las cualidades que lo hacen interesante a lectores adultos.
Se podría definir como un cuento con la misma facilidad con la que
podría decirse que es un cómic... todas esas consideraciones, al final,
dan igual; es una buena historia cuya lectura se disfruta de principio a
fin. Y cuando no existan buenas historias, entonces y sólo entonces, sí
que todo estará perdido. |