Esta obra es una
reelaboración parcial de la tesis doctoral que defendió la autora en la
Universitat de les illes Balears en 1996. De las más de 750 páginas de
la tesis se obtiene un volumen de unas 150 páginas de texto con algunas
ilustraciones, donde Francisca Lladó pretende analizar la gestación,
aparición, triunfo y crisis del llamado "cómic adulto" en España. Para
ello en primer lugar analizó el estado de la cuestión del estudio del
cómic en España y en el mundo (análisis que sí está en la tesis pero no
en el libro comentado) y llegó a la conclusión que en España, más o
menos en el atardecer franquista, nació, primero tímidamente y después
con más fuerza, un movimiento renovador del cómic tanto en los aspectos
formales como, sobre todo, en la temática. Esta renovación llegó con
casi diez años de retraso respecto a otros países como los EE UU o
Francia y se vino a solapar con la transición política del régimen
dictatorial de Francisco Franco a la democracia actual. La conjugación
entre la renovación del cómic y la aparición de las libertades supuso un
auténtico boom del medio que nos ocupa que condujo a la
penetración social del cómic y a una cierta equiparación con la
literatura y otros medios artísticos. Esto se nota en la proliferación
de publicaciones, salones y exposiciones por toda la geografía española.
Pero como indica Lladó este proceso no tardó más de diez años en
remitir, y quedó demostrado con el cierre de casi todas las revistas de
cómic. Por lo tanto nos queda una cronología que va de 1975 a 1984.
Para abordar este periodo Lladó encontró necesario revisar y analizar
desde distintos puntos de vista las principales revistas de cómics que
aparecieron, y sucumbieron, en aquellos años. De todas ellas hizo una
selección de las que creyó que eran más importantes por diversos
factores: de Toutain fueron 1984, Ilustración + Comix Internacional,
de Norma fueron Cairo y Cimoc, de La Cúpula fueron El
Víbora y Makoki, de Producciones Editoriales fueron Star
y Bésame Mucho, de Nueva Frontera fue sobre todo Totem, de
Distrinovel fue Rambla, de Amaika fue El Papus, de El
Jueves su revista homónima, y como revista subvencionada Madriz.
Como puede observarse en la
indización, el libro está estructurado en tres partes
claramente diferenciadas que se corresponden a los principales capítulos
de la tesis doctoral. Cabe decir que Lladó en todo momento siente la
necesidad, seguramente por imperativos académicos, de compartimentar
todo lo posible tanto las revistas como las temáticas, personajes
principales y autores, es decir, que pone una etiqueta a cada uno de
todos estos elementos. Este hecho, que denota una gran valentía por
parte de la autora, hace que el libro se resienta de una cierta rigidez,
sobre todo en el capítulo de las temáticas y los personajes más
significativos. Los autores también son difíciles de clasificar y por
ello encontramos en su lista algunos de los más relevantes, como Max, en
el compartimiento de los inclasificables.
El etiquetaje que menos chirría es el de las revistas. Divide su estudio
en cinco apartados, que son los semanarios de humor satírico, con El
Papus y El Jueves, la consolidación del cómic para adultos,
con la inclusión de revistas tan diferentes como Star, Cimoc o
1984, la marginación como ruptura, con las revistas de La Cúpula,
los seguidores de Hergé, con Cairo, y la nueva estética con
Madriz.
Cuando Lladó clasifica las temáticas aparecidas en las revistas de cómic
se cubre las espaldas por una parte advirtiendo oportunamente que éstas,
en la mayoría de los casos, presentan cruces transversales entre sí, y
por otra parte ofreciendo una clasificación abierta: ciencia ficción (Zora
y los hibernautas de Fernando Fernández), relato negro (Torpedo
1936 de Sánchez Abulí y Jordi Bernet), fantasía heroica (Den
de Richard Corben), ambientación histórica (Así fue la guerra de las
trincheras de Jacques Tardi), temática política (España Una,
Grande y Libre de Carlos Giménez), temática social, difícil
integración social (Anarcoma de Nazario), expresión de estados de
ánimo (algunas historias de Pere Joan), fábulas fantásticas (algunas
otras también de Pere Joan), el cómic en el cómic (Los profesionales
de Carlos Giménez) y el cajón de sastre aventuras en segundo grado
(donde mete Cleopatra de Mique Beltrán, Peter Pank de Max,
Valentina de Guido Crepax o Corto Maltés de Hugo Pratt).
Por lo que respecta a los dibujantes y los guionistas, su clasificación
es la que presenta más problemas por no encontrar un criterio inequívoco
de establecer la división. Así tenemos una etiqueta con motivos
históricos: el grupo de la Floresta; unas etiquetas con criterios más o
menos estéticos, como el de los seguidores de Hergé o la escuela de
Madriz; una etiqueta con criterio geográfico, como el de la escuela
valenciana; unas etiquetas con criterio temático, como el de la
tendencia surrealista o la del humor gráfico y una etiqueta con criterio
profesional, como la de los dibujantes ilustradores.
Se trata de un libro para iniciarse en el conocimiento de este
apasionante periodo en el que el cómic pareció, por unos años, estar en
igualdad de condiciones con el resto de producción artística, con una
prosa precisa y abundantes datos que en ningún caso cargan en exceso las
páginas. El hecho de que escasee la bibliografía concreta sobre este
período hará del presente libro una obra de referencia hasta que surja
otro que amplíe lo dicho por Lladó.
Aún así cabe decir que no aclara los motivos por los cuales el cómic
entró en crisis a partir de 1984. Aunque lo intenta, Lladó no consigue
arrojar la luz necesaria en este punto. Anota como una de las
principales causas de esta crisis la polémica desatada a partir de la
exposición sobre Tintín que se realizó en la Fundació Joan Miró de
Barcelona en el año 1984, una polémica relacionada con la supuesta
oposición entre la línea clara de Cairo y la línea chunga de
El Víbora, pero parece difícil que un hecho así, por grande que
fuese la repercusión de la polémica entre la crítica, fuese determinante
a la hora de hacer caer las ventas de las revistas. La saturación del
mercado sí que fue una posible causa determinante, a la que habríamos de
añadir varias en las que no profundiza Lladó: el hecho de que fuesen
mejor acogidos en el mercado los álbumes recopilatorios que las revistas
con seriales, el advenimiento de los videojuegos de consola y en los
bares, el vídeo clip como nueva fascinación para los adolescentes, el
nuevo cine de aventuras y de action-heroes, la popularidad en
auge de las literaturas fantásticas, la merma del interés por lo
"prohibido" durante la gestión del PSOE, la creciente consideración de
los cómics como productos marginales o infantiles, la "movida", la nueva
oferta televisiva y su ampliación de horarios..., y la incapacidad de la
industria para superar todo eso, claro. |