El Androito ha alcanzado a publicar 27 números desde 1988 y se ha convertido en el decano de los fanzines cordobeses, a
la vez que en uno de los más importantes del panorama andaluz.
Córdoba siempre ha sido patria de actividad en pro de la historieta, y
el fanzinismo ha sido en esta capital andaluz más bullente que en otras,
como lo atestiguan publicaciones como El rollo higiénico, El
calentador, Liturgia del Opium, El descanso del Guerrero, Er chismoso de
la posá, Crash Mitos, La lupa Expres, Boronia, Sangre Rumbera, Tordilla
da’Pera, Rizos, Pop la cara, Raro, El Cubo, y todos los títulos
generados por los Tebeonautas (como Voz en Off) y otros colectivos más recientes... De
entre ellos ha sobrevivido con cierto optimismo Androito, gracias a la insistente comezón por el cómic del cordobés Antonio
Jiménez Reyes, quien comenzó a editar la publicación para dar rienda
suelta a sus deseos de ser autor de cómics, y luego para rodearse de
conciudadanos dibujantes (de historietas y de ilustraciones, lo que él
llama “portafolios”). Podría decirse que la publicación ha sido el cruce
de caminos de gran parte de los autores andaluces que han destacado en
la década de los años noventa: los cordobeses Andrés González Leiva
(ahora publicando profesionalmente), Antonio Burgos, Vilma, los hermanos Moyano
(también dibujantes para el fanzine madrileño Lhork), Cueva, Aguilera, Ruiz, Taguas,
Luna, Farruqo (desternillante humorista en El Jueves), Rubio
Gómez, Cuevas Pérez, Gómez Curiel y el faneditor; los sevillanos Manuel
Díaz Bejarano, Antonio Mantegazza y Manuel Barrero; los malagueños Villena
Rodríguez y David Tomaselli (siempre con sus personajes La Cebolla
Nuclear y el Guisante Atómico), y los Pintamonas Asociados (seudónimo de
la dupla formada por Antonio Vázquez y Juan Manuel Torres, alias El
Torres, que alojaron
en este fanzine “Una historia de Conan” de 4 páginas), los jienenses
Beni Olea Bellido y Paco Nájera, los granaínos Manuel Gallego Gutiérrez,
Miguel Ángel Lacal, Demesa Salmerón, Montecastillo, Bebec Istif, I.
Rodríguez, Enrique López, Carlos López, Óscar Jiménez, y Ruiz Morales;
los gaditanos Juanjo RyP y Gonzalo Travieso; y el almeriense Santiago
Girón... Y hubo lugar también para autores de otras provincias, de
Madrid, Albacete, Guipúzcoa, Cáceres o de Lugo (de allí proceden las
historietas camaleónicas de Luis Mato, autor sorprendente y estimulante
y faneditor de Instinto primario)
En Androito también hubo lugar, desde los primeros números, para
el apartado teórico. Fue allí donde comenzó a publicar artículos sobre
cómics el autor de esta reseña (quien ya había comenzado previamente en
el fanzine gallego Sword a escribir sobre los mundos de Robert E.
Howard, pero aquí se inició en la crítica de tebeos), y también
participó
el autor del mayor catálogo sobre tebeos publicado en España hasta la
fecha, José A. Ortega Anguiano, o el periodista Miguel Ángel Alejo, los
conocedores Vicente Galadí o el autor y teórico Enrique Bonet... Hubo de todo y sobre todo
se escribió en Androito: hubo reseñas sobre festivales y salones
varios, artículos sobre Enki Bilal, Armando Salas, Los 4 Fantásticos,
The Spirit, Makoki, Frank Frazetta, Necrón, Jordi Bernet, El Capitán
América, Milo Manara, John Buscema, Corto Maltés, Roy Thomas, Príncipe
Valiente, Mafalda, Los Vengadores, Peter Pank, John Byrne, George Pérez,
Drácula, fantasía heroica en DC Comics, Calvin and Hobbes, Spiderman en
el cine... También les fueron practicadas entrevistas para su
publicación en las páginas del fanzine a Jesús Merino, Andrés González
Leiva, Alex Fito, F. de Felipe, Barrero...
Mucho contenido para un fanzine cuya presencia siempre estuvo ajustada a
los cánones del fanzinismo más cutre, el de fotocopia y cubierta a lo
sumo bitonal.
Con deseos de insuflar nuevos bríos a la publicación, Jiménez Reyes
deseó solventar el problema de la presencia desde el número 10, cuando
obtuvo color la portada de la publicación tras comenzar a beneficiarse
de ayuda prestada por el Instituto Andaluz de la Juventud con sede en la
Casa del Ciprés, y cuyos funcionarios siempre se han caracterizado por
apoyar todo lo relativo a la historieta y los fanzines en la capital
cordobesa. No contento con eso, el faneditor aumentó la plantilla y en
consecuencia el número de páginas: en el número 14, la tripa alcanza 54
páginas; en el 17, 56.
Con el número 27 ya se eleva su número de páginas a las 72, y lo mejor
de este último número publicado
es que por fin observó un cambio en el aspecto interior, brindando al
aficionado una maqueta más legible y dúctil, buena impresión y un lugar
para albergar esos cómics, poesías, noticias, humor y otros contenidos
variados.
En Androito siempre cupo de todo, lo más raro al
lado de lo consagrado,
en un ejercicio de pluralidad y poca exigencia editorial. Tanto se
podría hallar una ilustración pobre como un fragmento de Historia de
Iván de González Leiva (acaso la mejor obra andaluza de los años
noventa), tanto el humor de Mart como el de Mel, una historieta a lo
Mignola como otra a lo Miller, ambas dibujadas por Mato, brutales
viñetas descacharrantes de Pepe Farruqo o historietas recuperadas de
Nájera, u obras de neófitos como Victoria Flores o veteranos nunca reconocidos
como Santiago Girón...
Androito
siempre demostró dos
cosas. Una, que el amor por la historieta de los fanzinistas no ha
muerto y aún se pueden hacer productos de una calidad más que estimable
con escasas herramientas y dineros. Y dos, que ciertas facetas de la
crítica y de las instituciones de apoyo al medio siguen ciegas frente al
fanzinismo patrio y, más concretamente, frente al andaluz. Con fecha de septiembre de 2002
aparece el número 28 del fanzine más
longevo de todos los publicados en Andalucía, y posiblemente uno de los
mejores fanzines españoles, perfecto candidato para el premio al mejor
fanzine del Saló del Còmic de Barcelona.
Si es que esos premios se otorgasen con un mínimo de coherencia, claro. |