La
aparición en álbum de una edición provisionalmente
definitiva de Nova-2 (Barcelona: Glénat
Ediciones, 2004) es un excelente recordatorio de que
este trabajo representa un nudo de rupturas dentro
de la obra de Luis García. Ante todo una
ruptura en el aspecto más obvio, porque después de
las páginas publicadas en Tótem y Rambla
el autor dejaría la historieta para dedicarse a la
pintura, con el inciso de su contribución al álbum
Norte/Sur (Ikusager, 1989). Han tenido que
pasar veinte años para que el autor se decidiera a
cerrar la historia con unas planchas finales que son
a la vez el epitafio del protagonista de Nova-2
y la noticia sobre su renacimiento bajo una nueva
personalidad.
Porque en su segunda mitad la narración gira en
torno a un dibujante y a su crisis de identidad,
explicitada por el desánimo que le causa comparar su
propio trabajo con la reproducción del Cristo de
Velázquez que preside, de forma más bien
incongruente, su mesita de noche. Éste es el primer
giro de una historia que comienza como una aventura
de ciencia ficción, en la que un terceto de
especialistas viaja al desierto del Sáhara para
indagar sobre un misterioso meteorito, y salta
después a la narración sobre el dibujante y el viaje
a las profundidades de su mente. Un texto nos ha
informado de que la destrucción del meteorito, por
una explosión de violencia inesperada, ha esparcido
residuos capaces de hacer aflorar las tensiones
inconscientes de quienes los respiran.
En la entrevista que ha hecho Jorge García
al autor se señala una clave externa de este giro: la noticia del
asesinato de John Lennon (en diciembre de
1980) le produjo un fuerte impacto y le hizo entrar
en un momento de extrema libertad creativa. Abandona
el guión que le había preparado Felipe Hernández
Cava —a quien había recurrido tras tener ya
dibujadas las primeras planchas— y se vuelca a
contar otra historia, una historia que siente como
propia y que transcurre en el escenario más alejado
del gran espacio de la aventura inicial: la mente de
un dibujante de cómics que siente la profunda
insatisfacción de su vida y coquetea —por coherencia
con una interpretación demasiado rigurosa de la
lógica del mercado— con el suicidio.
No
es el único giro inesperado en la narración. La
memoria de su propia concepción en vísperas de la
guerra civil, como explicación y condicionante de
las miserias y miedos de su vida, tiene un
inesperado reflejo en las reflexiones de la
psiquiatra que atiende al dibujante en sus angustias
y crisis, y que cierra su historial médico con unas
palabras no muy alejadas de las que podrían ser ser
su autodiagnóstico, más allá de que la historia del
paciente haya terminado y ella siga viva. Pero, ya
antes, la lectura por el dibujante de una antología
anarquista (Dinamita cerebral) nos ha
sumergido en una narración con entidad propia, la
inverosímil historia de una mujer que desprecia y
humilla a su marido burgués —por razones que oscilan
entre un extremo idealismo romántico y un rechazo
ideológico de su dominación económica y social—,
pero comparte con él una hipócrita imagen de
normalidad social ante los otros.
Estos giros conllevan rupturas formales, pero
algunas de éstas no son nuevas: las historias dentro
de historias, los cambios gráficos paralelos, el
buceo en el pasado, eran facetas previas del trabajo
maduro de Luis García, en "Love Strip" o en
Chicharras. La principal ruptura de Nova-2
es que la explosión del meteorito es casi un
símbolo del estallido de los límites de su trabajo
como narrador de historietas. Algo que podemos
lamentar los aficionados al género como tal, por
mucho que valoremos su trabajo posterior, pero que
resultaba quizá inevitable como resultado de un
proceso de crecimiento y de búsqueda como el que
atraviesa el autor a lo largo de los años setenta.
El testimonio del autor puede ser difícil de
entender para quienes no vivieron aquella década, o
al menos no la vivieron desde la perspectiva de un
grupo de profesionales tan inquieto y creativo, que
se movía con las nuevas ideas de la época y a la vez
podía experimentar —siquiera temporalmente— con el
“dulce encanto de la burguesía media”. Pero
probablemente era inevitable que después de aquel
tiempo de vertiginoso cambio intelectual los mejores
creadores se replantearan el sentido y el futuro de
su obra, y que en el caso de Luis García ese
replanteamiento le alejara de la historieta. Sobre
todo cuando ésta, tras una profunda renovación de
sus códigos narrativos, volvió a estar dominada por
la lógica del cómic industrial, ante la creciente y
mortífera competencia de otros productos
audiovisuales. |
[ © 2005
Ludolfo Paramio, para Tebeosfera 050205 ]
[
Ludolfo Paramio es profesor de investigación del CSIC, dirige la revista
de ciencias sociales Zona Abierta y forma parte del consejo de
redacción de la Revista Internacional de Sociología. Es miembro
del comité asesor del FRIDE y ha desarrollado múltiples trabajos sobre
políticas comparadas para publicaciones como Revista del CLAD,
Revista Internacional de Filosofía Política, Levitán o Revista
Española de Investigaciones Sociológicas. También fue crítico de
historieta, llegando a dirigir el seminario Cómic y postmodernidad
para la Universidad Complutense.
] |