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TEBEOSFERA [ \ MONOGRÁFICO \ LUIS GARCÍA
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LUIS
GARCÍA OBRAS:
AVENTURA
Y FANTASÍA
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[ Cuarta de
cubiertas de Rufus, 10, edición española (de IMDE)de la
historieta a modo de frontispicio "Eerie's Monster Gallery:
Quetzalcoatl", aparecida originalmente en Eerie, 43, de
Warren, firmada por L. García. A la derecha, cubierta de
la primera edición de La Isla del Tesoro, de Amaika,
firmada por el Grupo Premiá 3. Clic
para ampliar. ]
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Aventuras en
la selva,
col.
Euroaventuras de Euredit (4 números), en 1969. Luego como "La
cobra de Rajasthan", en la revista Trinca de Doncel, en
1971. Con el Grupo de la Floresta, sobre guión de Yáñez.
11 historietas de horror
(dos de ellas para
páginasde frontispicio)
para las publicaciones Creepy, Vampirella y
Eerie, de Warren Publishing, en 1972. Algunas fueron
reimpresas en Creepy, Eerie y Comix International entre
1973 y 1975. En España aparecieron en Vampus, Rufus,
Vampirella y Creepy.
La isla del tesoro,
Amaika, 1977. Con el
Grupo Premiá 3, sobre guión de C. Giménez. Amaika reeditó la
obra tres veces, la tercera, de 1982, con supresión del color y
de la cubierta.
4 amigos. La gran
aventura,
en Espolique, en 1978. Con el Grupo Premiá 3, sobre guión
de M. Hispano. Luego en La Rana Verde y en álbum por
Ediciones la Torre: Papel Vivo Juvenil, 13, en 1980.
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AVENTURA
Y FANTASÍA EN LUIS GARCÍA. POR EL RETRATO HACIA LA
ETOPEYA, por Manuel Barrero |
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En
sus primeras aproximaciones al cómic, el dibujante
manchego Luis García se quiso internar en viñetas
aventureras. Él quería hacer, en función de sus
lecturas de niñez, tebeos de acción, westerns,
policiales, aventuras medievales… Pero acabó
haciendo tebeos para niñas.
Aquellas historietas, que de aventureras tenían sólo
el fugaz impulso del enamoramiento, no pasaban de
ser "melifluas", como las calificó Armonía
Rodríguez, la esposa y puntal de Víctor Mora. En
esencia, las historietas de amoríos que García
dibujó desde los estudios en los que se integró
consistían en calcos de modelos previos, casi
siguiendo una plantilla establecida, de la que
surgían retratos ilusionados e ideales de las
jóvenes mujeres del desarrollismo español. Esta
chica española utópica respondía entonces a conjugar
los patrones de la tradición con los conceptos de
honestidad, pureza, honradez, sinceridad, etc., para
llegar al servilismo social con base en el machismo.
Entenderemos aquí entonces que la participación del
autor Luis García en la "aventura" no ocurre hasta
que abandona Creaciones Editoriales y comienza a
querer destacar su estilo por encima del producto. Y
desea hacerlo por dos vías, primero huyendo de
argumentos manidos, y en segundo lugar interesado
por el desarrollo expresivo de su trabajo. No en
vano eran tiempos de “búsqueda” y de experimentación
aquellos de fin de la Década de las Flores, cuando
el mito del hippismo comenzó a desnudarse
para dejar a la vista el exquisito esqueleto de la
droga como promesa de todas las fantasías,
recubierto por la carne del rock y del
underground.
Al
igual que García, otros se lanzaron por entonces a
la caza de soluciones expresivas nuevas, estimulados
por el surgimiento de una conciencia inédita en
torno a la historieta que incluso se beneficiaba del
aplauso de cierta intelectualidad. Entre esos otros
autores se contaban: Carlos Giménez, Adolfo Usero,
Esteban Maroto, Fernando Fernández, Luis Roca, Félix
Mas, Ramón Torrents. Casi toda aquella generación de
hijos de la posguerra, los penúltimos sufridores del
hambre de Franco. Y eran una generación claramente:
la mayoría de ellos habían bebido de las mismas
fuentes de inspiración y habían medrado en una
educación plástica que, no por ser de orden
autodidacto, les distanciaba entre sí. El modelo que
casi todos ellos seguían para dibujar las manos o
los caballos, la forma de componer figuras a la
carrera, el encuadre y la elección de planos, la
iluminación inspirada en documentación fotográfica,
ciertos montajes…, muchos provenían de los grandes
de la historieta americana, de los que a su vez
bebieron Emilio Freixas o Jesús Blasco, tan
observados por los jóvenes historietistas que
crecieron artísticamente durante los cincuenta y los
sesenta. Milton Caniff, Frank Robbins, Álex Toth,
Víctor de la Fuente, están ahí, en algún trazo, en
alguna solución. El resultado fue una colectividad
de historietistas con estilemas similares. Exagerado
sería llamarlo una escuela, pero la estética en su
conjunto y ciertos elementos los agrupan:
planteamiento formal de base académica,
documentación fotográfica o del natural sobre la que
se aplican luces y deformidad, dinamismo que acusa
rigidez, entintados finos sin apenas modulación del
grosor de la línea, rostros limpios y manos
esquemáticas, sombreados golosos con elementos del
Pop Art y expresionismo en algunos acabados
acudiendo a sistemas artesanales (esponja, hojilla,
huellas dactilares, patatas mojadas en tinta)...
A
LA AVENTURA, EN GRUPO.
En
García se observa el afloramiento de estos rasgos
que lo hermanaban con los de su generación al mismo
tiempo que pretendía experimentar fórmulas nuevas
que lo destacaran como artista. Hoy resulta
llamativo comprobar que obras colectivas en las que
participó García fueron dibujadas poco antes del
puñado de historietas de horror que destinó a las
revistas de Warren Publishing (en 1972) y, otras,
bastante tiempo después. Junto al Grupo de La
Floresta realizó en 1969 Aventuras en la selva,
serie de cuatro números para Euredit luego
serializada bajo el título “La cobra de Rajasthan”
en la revista Trinca. Junto al Grupo Premiá 3
participó en la adaptación del libro La Isla del
Tesoro, en 1977, para Amaika, y también en una
nueva aventura de varios personajes de Mariano
Hispano, “4 amigos. La gran aventura”, que
apareció en Espolique desde 1978, luego en
La Rana Verde y posteriormente a modo de libro
bajo el título 4 amigos, editado por La
Torre.
La
primera y la última obra mencionadas acusan una gran
diferencia con respecto a las historietas que
realizó García entre medias. En Aventuras en la
selva apenas se atisba la personalidad del autor
de Puertollano: se trata de una aventura simpática,
con sus dosis de acción e intriga y con una
resolución gráfica decente donde García hace algún
alarde definiendo los rostros en los primeros
planos. Similar esfuerzo parece que fue invertido en
4 amigos, historieta escrita por Mariano
Hispano sobre la base de unos personajes ya creados
(cuatro jóvenes “modelo”, deportistas e
independientes, pero respetuosos con el orden
establecido y la tradición), donde los dibujantes
apenas se lucen (Giménez, en alguna composición y en
los fondos; García, en algunos rostros que destacan
en demasía sobre los cuerpos, menos iconizados y el
trazo de todos queda diluido por el resultado final.
La resultante fue una historieta simple, dirigida a
un público lector nada exigente, sin alicientes
ideológicos y que traicionaba el verdadero espíritu
rebelde que los jóvenes autores albergaban en 1978.
4 amigos propugnaba, sorprendentemente, la
tradición como referente, la esencia nacional o
racial, el colonialismo como derecho, la
evangelización / capitalización como motivo. Su
edición posterior por De La Torre, en la colección
Papel Vivo, además de descolocada en su tiempo nos
convenció de que se trataba de una obra claramente
menor.
Hallamos de manera patente, sin embargo, el deseo de
los autores del Grupo Premiá 3 por potenciar la
narratividad y la expresividad en la obra publicada
con anterioridad La Isla del Tesoro. La
adaptación del clásico de la novela de aventuras la
llevó a cabo Carlos Giménez -gran guionista antes
que dibujante-, y en ella la impronta de García se
distinguía claramente de las labores de Usero y del
mismo Giménez. Esta enésima revisión de la obra de
Stevenson no aporta nada nuevo en el plano
argumental. En lo narrativo, el guionista elige una
fórmula fija de seis o siete viñetas por página con
el fin de condensar un relato largo y sólido,
destacando los momentos de acción de la novela y
deteniéndose en las atmósferas tétricas y los
ámbitos sombríos. La sustancia más interesante de
La Isla del Tesoro es el referente estético, que
resulta ser Dino Battaglia, acaso uno de los
dibujantes italianos más importantes de todos los
tiempos.
Con Battaglia como punto de partida, los autores del
Grupo Premiá 3 trabajan la aventura con la atmósfera
propia del horror. En estas páginas se huele la
taberna y se tirita al lado del caserón, y se siente
el ventarrón en alta mar, que atraviesa del codaste
a la roda. Y en la isla asoma el miedo tras cada
matorral. Del conjunto (por destacar algo de una
adaptación clásica muy trillada que se sirve de una
estética ajena) resaltan las aportaciones
particulares de los autores, como la de García, que
actúa como aislador del protagonista: el rostro del
pequeño e intrépido Jim aparece siempre dibujado por
García con el afeite de la adolescencia sana, con
una belleza serena pese a la adversidad, incluso
cuando la historia avanza y el joven se va
curtiendo... Esta maestría en los retratos le
acompañaría a García siempre en su obra,
constituyendo su marchamo.
Si
en los trabajos para Euroaventuras, Trinca,
Espolique y La Rana Verde
García desarrolló
una labor meliflua en el acabado de rostros o
ciertas tintas, en La Isla del Tesoro
ocurre lo contrario: la entintación se vuelve
furiosa con algún garabateado incluso, las sombras
se distribuyen amenazadoras y ciertos rostros se
desencajan expresivamente. En esta evolución de
García, desde sus trabajos con el Grupo de la
Floresta hasta los últimos realizados conjuntamente
con el Grupo Premiá 3 (destacando sobre todos ellos
La Isla del Tesoro), deben contemplarse dos
procesos: el de la necesidad de trabajar sobre
historietas con un perfil concienciado y el de la
necesidad de madurar las fórmulas gráficas a través
de la ruptura. Entiéndase “concienciación” aquí como
base para una ideología que se asume en calidad de
lucha y sobre la profundidad de planteamientos que
se propone con el medio historieta, el cual usará
García para narrar las historias que le interesan
exclusivamente tras una etapa de
“redireccionamiento” plástico. Por eso se considera
relevante el período durante el cual estuvo
vinculado a Selecciones Ilustradas para realizar
historietas dirigidas al mercado estadounidense,
concretamente para el editor Jim Warren. |
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"La cobra de Rajasthan", edición en Trinca (Ed.
Doncel) de "Aventuras en la selva". |
Página de La Isla del Tesoro, primera edición, Jim
está finamente retratado por García |
Espolique. Periódico de historietas, 1, con la
primera entrega de "La gran aventura" |
Página de 4 amigos, edición en álbum por Ediciones de
la Torre de la obra anterior. |
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HACIA LA IDENTIDAD, AFUERA.
Los tebeos de Warren Publishing aparecieron como una
de las alternativas al género de superhéroes al poco
de la crisis del cómic en EE UU de los años
cincuenta (una crisis propiciada por el cambio en
los hábitos de lectura de los niños, por la
introducción de la televisión en los hogares, por el
incremento de espectacularidad del cine, por los
sistemas de distribución de prensa en los kioscos y
por otros factores... algunos tan o más importantes
como la "caza de brujas" protagonizada por Cary
Estes Kefauver y otros políticos, que condujo a la
demonización del demócrata Fredric Wertham por parte
del aficionado medio) .
Warren Taubman, de origen judío, quería publicar en
EE UU una revista sobre cine de horror con muchas
fotos, al estilo de la francesa Cinema 57.
Pretendía aprovechar el enorme interés de los
jóvenes americanos por el revival que
entonces vivieron los filmes de monstruos de
Universal Pictures, American-Internacional y de la
productora británica Hammer Films) en la
televisión y en sesiones populares de cine. Por lo
tanto, como editor nació en 1958 respaldando la
afamada publicación dirigida por Forrest J. Ackerman
Famous Monsters of Filmland, que daría paso a
Monster World (la cual ya incluía
historietas), y posteriormente a Creepy, proa
de su abanico de revistas de fantasía terrorífica y
ciencia ficción.
Interesado por los autores de EC, Warren quiso
rescatarlos para lanzar una línea de tebeos, pero se
topó con la censura, que prohibía estrictamente
mostrar desnudos y también casi todo tipo de
monstruo dibujado. Optó, pues, por eludir el sello
censor de la Comics Code Authority, autoimpuesta por
un grupo de editores fuertes de superhéroes
interesados por copar los quioscos con sus tipos en
pijama de sólidos valores tradicionales y defensores
de la tendencia conservadora estadounidense. Así las
cosas, el tebeo que Warren sacó a la luz siguiendo
este instinto de alejamiento de lo establecido en
busca del público ávido de sensaciones nuevas fue
Creepy, cuyo éxito primero habría que
reconocérselo al editor Archie Goodwin, guionista
que comenzó escribiendo para una alineación de
autores extraídos de la nómina de EC: Reed Crandall,
Jack Davis, George Evans, Frank Frazetta, Gray
Morrow, Joe Orlando, Angelo Torres, Al Williamson,
Maurice Whitman.
Warren tuvo que recurrir al poco a otros autores
(léase mano de obra más barata) como los italianos
Parente, Trapani, Tallarico, Mastroseiro o
Grandenetti, y luego a peruanos, filipinos y a
españoles traídos de la mano de un oportuno Josep
Toutain. El desembarco de los españoles de
Selecciones Ilustradas tuvo lugar en el núm. 42 de
Creepy en 1971, para el cual el español
Auraleón dibujó “The Quaking Horror”.
También aparecieron allí los españoles Jorge Badía
Gálvez y Sanjulián, y en números siguientes se
incorporarían: Brocal Remohí, Luis García, José M.
Beà, Martín Salvador, Esteban Maroto, Adolfo
Abellán, Josep Gual, Vicente Alcázar, José Ortiz,
Leopoldo Sánchez, Luis Bermejo... Entre 1972 y 1974,
el 80% de los contenidos de las revistas de cómics
de horror de Warren fueron dibujados por españoles y
casi todas las portadas fueron pintadas en España
(mayormente por Enrich, Sanjulián y Segrelles).
García y los españoles llegaron cuando Archie
Goodwin había abandonado la revista Creepy
para hacer superhéroes. Ellos se incorporaron en una
etapa donde el coordinador más destacado fue el
guionista Bill DuBay, cuyas ideas y argumentos, en
general, eran más desleídos y menos contundentes que
los de Goodwin. Los planteamientos más heroicos y
festivos de DuBay recondujeron las publicaciones de
Warren y las salvaron de la bancarrota en que
entonces estaban sumidas gracias a la figura de
Vampirella, personaje deliciosamente dibujado por
José González que triunfó entre los americanos
posiblemente más por su voluptuosidad y su traje
"sexy" que por su carácter de alienígena vampiro.
La
fórmula argumental usada en las cortas historietas
habituales en estos magazines seguía el
modelo ordenado siguiente: orientación,
complicación, evaluación, resolución y moraleja. Sus
personajes se guiaban consecutivamente por el: no
saber, deber actuar, saber, poder, no poder.
La aportación de los productos de Warren a la
historieta de horror consiste en que se opera un
cambio en el tratamiento del horror sobre la base de
la fascinación por la figura del monstruo, que pasa
de resultar algo ajeno y aberrante a presentarse
como algo cercano y fascinante. Warren quiso hacer
protagonista al monstruo y narrar el horror ante la
impotencia y la conciencia del propio mal, del
propio miedo. Todo mediante una estética de conjunto
vinculada al realismo formal, al abuso de las
sombras y al recurso de los grises (solución óptima
para disimular el deterioro del papel barato
que se utilizaba para imprimir estas revistas). Todo
cabía en estos tebeos, desde las consabidas
historietas de final sorpresa donde el leit motiv
es la justicia natural (a modo de venganza sobre el
malvado), hasta las denuncias de los prejuicios y el
racismo, la inutilidad de la guerra o la
desesperación del urbanita contemporáneo. Creepy,
Eerie y Vampirella fueron publicaciones
que supieron representar la modernidad y sus miedos.
Eso en el fondo. Por lo que respecta a la forma,
recordemos que las dimensiones de aquellos tebeos en
blanco y negro, 21 x 15 cm., posibilitaban
propuestas gráficas alejadas de la cuatricromía: el
alto contraste en la iluminación, mayor detalle en
la expresividad gestual, cuidado en los
fondos y el vestuario, morbosidad, composiciones de
página más arriesgadas, perspectivas más
ambiciosas... Siempre por encima del efecto que
hubiera producido -siendo permisible- en los
comic books. De entre la maraña de autores que
pasaron por las revistas de Warren descollaron los
españoles, portadores de ciertos estilemas que los
acercaban a la estética camp. Para el lector
americano medio constituyeron todo un hallazgo que
los situaba entre la finura de Raymond, Foster y
Williamson, las propuestas límpidas del Pop Art y el
riesgo del expresionismo.
El “realismo académico”, como lo denominaron los
lectores americanos no habituados a este estilo de
dibujo, llamó mucho la atención y reportó varios
premios a los autores españoles, entre ellos Maroto,
González y García.
Pero en realidad el interés de la afición
estadounidense habría que buscarlo no en la belleza
formal, sino en el afeado del basamento académico.
Los españoles aplicaban rallados furiosos y aguadas
sobre sus dibujos tomados del natural, entintaban
con esponja, dedos y hortalizas, y luego rasgaban
los negros con aparente irritación. Y lograban el
efecto de una estética expresionista que no distaba
mucho de las propuestas de Breccia o Battaglia, los
grandes innovadores de los años sesenta que eran sus
referentes de vanguardia, para plasmar los simples
guiones de horror americanos.
En
esencia las historias apenas se apartaron de los
viejos esquemas utilizados para estremecer a sus
lectores, con la única novedad de que se pasó del
argumento como eje al personaje como eje, y de la
aventura intemporal para llegar a lo doméstico.
Quien esto firma resumía la esencia de aquellas
propuestas como la insistencia en un «personaje
central que protagoniza de una epopeya amarga cuyo
malhadado tono era hijo de la guerra fría.»
García se sumó a esta tendencia ilustrando guiones
de varios autores -algunos, del montón- que trazaban
un puente entre el terror gótico y el horror
moderno. Estas obras no hicieron sino afianzar la
idea clásica de que el castigo se cernirá sobre el
protagonista en un final sorpresa y cruel. Así
ocurre en las historietas que escribe para él Dennis
P. Junot (“The Law and Disorder”, en Creepy,
46), Fred Ott (“The Caterpillars”, en Eerie,
41), o Doug Moench (“Death in the Shadow”, en
Vampirella, 17), donde el interés radica en que
el horror emana a veces de los poderes que nos
gobiernan, de los responsables de nuestra sociedad…
Otras historietas rescataban algún elemento
fantástico nada innovador (“Spellbound”, en
Creepy, 46, con guión de Lyn Marron) o
pretendían instruir ("Quetzalcoalt”, en Eerie,
43 y “Feary Tales”, en Vampirella,
18, con guiones de D. Moench y Kevin Pagan,
respectivamente). Las más interesantes, como la
escrita por Don McGregor (“The Men who Called Him
Monster”) para Creepy, 43, o la escrita por
Steve Skeates (“Paranoia”) para Vampirella,
11, entre otras, destacan entre toda la producción
de García para EE UU porque sus autores exploran
sobre el temor a descubrir el monstruo en nuestro
interior, lo cual implicaba cierto atractivo para
García -según él mismo reconoce- y le sirvió para
exorcizarse, como también haría con la posterior
historieta “Chicharras” (a mi modo de ver, más
exorcismo que autobiografía).
El
mayor error de García en esta etapa se aprecia en la
narrativa. Se esfuerza el dibujante en la expresión
de sus personajes buscando para ello el gesto exacto
en la documentación fotográfica, la cual utiliza sin
complejos. El resultado, ocasionalmente, es un
conjunto de cuerpos que se aprietan en viñetas sin
fondos trabajados, entre planos de sombras o manchas
que deslucen la narración y se resumen a una
procesión de cuerpos y rostros, muy bien modelados,
eso sí. En suma, todo lo que gana García en
hallazgos expresivos lo pierde en cualidad
narrativa, con lo que sus viñetas casi podría
decirse que en ocasiones se vuelven hieráticas.
Hay que mencionar otras historietas que García
publicó en Warren, también de corte fantástico, pero
pertenecientes a otro ciclo creativo y, sobre todo,
de conciencia. Son las del ciclo de Las crónicas
del Sin Nombre, antes publicadas en Francia y
vueltas a publicar por Warren con la particularidad
de que el nombre del traductor de los textos de
Víctor Mora ocupó su lugar en el apartado del
guionista –aunque Mora sí cobró por esta edición en
inglés-.
La
experiencia de García en Warren duró un año. Todas
las historietas elaboradas para este editor
aparecieron en EE UU vieron la luz durante el año
1972, desde “The Men who Called Him Monster”,
aparecida en Creepy, 43, en enero, hasta el
núm. 21 de Vampirella, donde se ofreció
“Paranoia” con fecha de diciembre (hubo más
presencia de García hasta 1975, en Creepy, Eerie,
Vampirella y Comix Internacional, pero fueron
reimpresiones o reediciones de historieta destinadas
al mercado francés).
Después de esto, García se alejó de la fantasía para
volver a la aventura (las historietas con el Grupo
Premiá 3 ya comentadas), dando un paso en falso en
su trayectoria –a nuestro parecer– con
la obra 4 amigos. Justo después entroncó con
la política ficción y con la historieta denuncia (“Love
Strip”, “G.I.M.” y otras podrían encuadrarse ahí)
hasta llegar al compromiso con el rescate de la
memoria (como Etnocidio) y la experimentación
final a través de la parábola (Nova-2).
Si
las historietas elaboradas de modo coral para
Euredit, Doncel y otros sellos españoles nos
mostraron un García que brotaba tímidamente en los
rostros de los personajes, las historietas de Warren
–a modo de puente entre las anteriores y su
producción más comprometida posterior- marcaron el
camino hacia su madurez como autor. La
experimentación acogida con alborozo por Warren y
los lectores de sus revistas,
en el trabajo con la luz y en el estudio de las
emociones a través de los rostros, llevaron a García
a través de un camino plagado de sombras y miedos
hasta una modalidad distinta de historieta: la que
buscaba al verdadero monstruo, al humano desalmado e
impío que corroe la convivencia, la paz y la misma
humanidad.
Cabe preguntarse si el monstruo finalmente salió o
si el monstruo se quedó para orquestar su posterior
historieta pugnaz; o también si el monstruo recaló
en su pintura de tipo neoexpresionista (para los
amigos de las etiquetas), de gran intensidad
emocional y marcada penetración psicológica, sobre
todo en los retratos.
¿Seguirá estando ahí, apresado, el monstruo? |
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Creepy, 47, que contuvo "The Law and Disorder" |
Cubierta de Eerie,
41, que contuvo "The Caterpillars" |
Vampirella, 15, que contuvo "Welcome to the Witches'
Coven" |
Vampirella, 21, que contuvo "Paranoia" |
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"El hombre al que llamaban monstruo", edición en
Vampus, 6 de Creepy, 43 |
"Hechizado", edición en Creepy, 6 (de Toutain editor)
de la historieta para Creepy, 46: "Spellbound" |
"Muerte en las sombras", edición en
Vampus, 22 de "Death in the Shadows", de
Vampirella, 17 |
"Paranoia", en
Vampus Extra Ciencia Ficción, de
Vampirella, 21 |
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notas: |
Estas conclusiones están extraídas
de Barrero, M. (2003):
“Cómics de terror modernos en EE UU.
Del horror elegante a la
trivialización del miedo”, en El
terror en el cómic, Comunicación
Social. Ediciones y Publicaciones,
Sevilla.
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[ © 2005
Manuel Barrero, para Tebeosfera 050205 ]
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