El museo guipuzcoano
Zumalakarregi ha montado una exposición sobre la sátira del XIX de gran
importancia precisamente por constituir un esfuerzo singular en los
espacios museísticos españoles y por haber demostrado que es posible
acercarse a la historia a través del humor, concretamente al agitado
panorama político y social del siglo XIX español.
La exposición, con
fondos tomados de distintos museos nacionales y autonómicos (Biblioteca
Nacional de Madrid, Hemeroteca Municipal de Madrid, Biblioteca de
Catalunya de Barcelona, Centro Cultural Koldo Mitxelena de San
Sebastián, Biblioteca Foral de Bizkaia en Bilbao, Fundación Sancho el
Sabio de Vitoria, Archivo del Territorio Histórico de Alava, Museo
Fournier de Naipes de Vitoria y Museo Zumalakarregi de Ormaiztegi),
contó con un catálogo pequeño pero útil, bilingüe y con una colorista
selección de imágenes escogidas de entre las que evidencian un connubio
entre los textos periodísticos y lo caricaturizado, uno de los ejes del
desarrollo de la sátira gráfica en la historia de nuestra prensa
ilustrada.
Se acompaña el
catálogo de un texto interesante pero ligero, firmado por Xavier
Kerexeta. Ligero en tanto que presta más atención a aspectos
circunstanciales o anecdóticos antes que hacer una escrupulosa
ordenación de los materiales comentados para obtener conclusiones nuevas
o trascendentes sobre la importancia de las viñetas satíricas del siglo
XIX, sobre lo cual apenas si se planea. Así, se relacionan títulos en
ocasiones sin señalar una ordenación diacrónica, aunque ocasionalmente
esta presteza en el texto queda eclipsada por lo mostrado, con
estupendas reproducciones (a pequeño tamaño, claro), como es el caso de
las que se recuperan de El Motín, 1888, y las “Aleluyas del
Toisón”, de El Buñuelo, 1880, por poder dos ejemplos muy
ilustrativos.
En conjunto, la
exposición da pistas sobre por qué se instauraron ciertas imágenes
tópicas o prototípicas, la del burgués, la del campesino descamisado, la
del bandolero andaluz –representación granadina, pero que quedó así
impostada universalmente-; y también señala en la dirección de Francia a
la hora de juzgar los progresos de ciertos caricaturistas españoles.
Para aquellos que también nos interesa otro medio de comunicación que
nació después pero evolucionó sobre las raíces de la caricatura y la
sátira gráfica, el cómic, los documentalistas de este catálogo señalan
que el cómic nace en 1895 (una errata, sin duda, dado que citan en la
bibliografía un texto que establece que la fecha de partida es 1875; si
bien hoy sabemos que podría situarse entre 1863 y 1873).
Resulta muy llamativo
y grato que los grupos de imágenes y los jocosos comentarios al pie se
dividan en aspectos temáticos y se detenga en cuestiones anecdóticas,
que aborda sin mayor profundidad, pero que avivan tanto la muestra como
el catálogo. Nos referimos a las secciones sobre cómo veían el futuro
nuestros antepasados,
el bello sexo, la iglesia… Se interesan por la copia o el plagio de
caricaturas de unos
autores a otros que se
observa entre publicaciones separadas por una o dos décadas (aquí traen
a colación La Flaca, 21-VIII-1869 y El Motín, 09-VII-1885),
asunto que va más allá de lo puramente anecdótico en tanto algunos
estudiosos creemos que en España (y en otros países como los EE UU, por
ejemplo) muchos avances en la creación de humor gráfico y de
protohistorietas e historietas primitivas se basaron precisamente en la
copia de obras y avances lingüísticos de otros creadores del centro de
Europa.
Si algo se puede
reprochar a este librito, aparte de algún desliz documental, es el
evidente interés por mostrar la representación animalizada de las
facciones Carlistas, concretamente de Carlos “chapa” (o Carlos VII,
Duque de Madrid), muy ridiculizado por los satíricos de su época, en
torno a los 1870, lo cual no deja de ser significativo en tanto que el
siglo XIX abarcó muchísimos más años de prensa satírica gráfica (al
menos, desde los 1830) y hay en esta exposición una especial
predilección por los últimos años del siglo y, concretamente, por este
gobernante y por lo concerniente al territorio vasco. En todo caso, es
muy acertado el análisis de cómo se veía el País Vasco mediante
caricaturas, se destaca la identificación de fuero con carlismo y
clericalismo, y se insiste en la vapuleada España de 1868-1876 (en la
que hubo una reina, dos reyes, tres candidatos más al trono, cuatro
presidentes de la República, dos golpes de Estado y sublevaciones
varias…). Lo cual se adereza con una selección de textos de época más
que atrayente. |