Jesús Jiménez
Varea:
Pese a que vives en Sevilla, naciste en Madrid, en 1940 ¿Qué recuerdas
de tu infancia; leías tebeos desde muy crío?
Carlos Pino:
Nací en Madrid, en 1940, en septiembre, el día siete. Lo que recuerdo de
mi infancia es que fue más feliz que la puñeta. La pasé entre Madrid y
Villanueva de la Serena. Mi familia no era gente con posibles, pero en
los años cincuenta se podía vivir mejor en algunos pueblos que en la ciudad,
porque estaba la matanza, las gallinas, los huevos, las peras que cogías
del árbol... había más posibilidades, al menos para un niño. Eso en
Madrid faltaba. Y en el pueblo faltaban los tebeos. Yo, con 8, 10 ó 12
años no me preocupaba de los tebeos. En Madrid sí que los fui leyendo,
mamé de la colección de un vecino, Julián, que coleccionaba El
Guerrero del Antifaz. En realidad a mí El Guerrero del Antifaz
no me gustaba; Roberto Alcázar tampoco. Lo que me gustaba
mucho era dibujar.
Manuel Barrero:
Y Chicos,
Leyendas infantiles, El Gran Chicos, ¡Zas!, Bazar...
que también son de
esa época ¿los leías?
CP:
Me gustaban unos
tebeos que llegaban de Barcelona, pero no recuerdo el título. De
Chicos sí que me acuerdo de leerlo, me acuerdo de Cuto y de otras
cosas que dibujaban los hermanos Blasco, los hermanos Freixas y,
también, la obra de un portugués: E.T. Coelho. Lo que también leía, desde los
10 ó 12 años, era material que venía de Buenos Aires, como El Tony,
y sobre todo recuerdo el personaje “El hombre ardilla”, un oriundo
de la Patagonia que era un gran jugador de fútbol, aunque no me acuerdo
en qué revista salía. De los que llegaban de fuera, o que tenían cómics
que venían del extranjero, recuerdo El Aventurero, Leyendas
infantiles, y también al Capitán Marvel. Y recuerdo muchos de
chicas. Y, Pumby, claro. Ya con 14 años leía todo lo que
publicaba Valenciana. Y mucho, muchísimo, Hazañas Bélicas. Yo
tenía un vecino que coleccionaba revistas de guerra, Signal creo
que era, y algunas me las prestaba. Esto te lo digo porque Boixcar
tiraba mucho de documentación, y a mí me parecía muy bueno pero también
muy frío, y ese tramado... Pero, Longarón, ese sí que me encantaba, me
llamaba la atención la soltura con que dibujaba... En general me atraía
el tebeo, no dejaba de dibujar y comencé a plantearme el enviar dibujos
a las editoriales. En Pumby publiqué mis primeros dibujos
remunerados, ya que entonces premiaba con diez o cinco duros los mejores
dibujos que enviaban los lectores. Aquello me animó, que diez duros para
mí, con 13 años, era una pasta gansa. Dibujé una estatua ecuestre, de
aluminio, un simple dibujo del natural. Lo envié al formato que lo
pedían en Pumby (más o menos al tamaño de publicación, 10 × 10
cm.), les gustó y lo publicaron en el centro. Era así porque iba una
página con varios dibujos, en el medio ponían al ganador, que se llevaba
50 pesetas, y alrededor iban el resto, a algunos de los cuales les daban
25 ó 10 pesetas. Yo gané los 10 duros y, con todos los amiguetes, nos
fuimos al cine Europa y nos pusimos morados de pipas, polos y golosinas.
Luego hice 2 ó 3 más y alguno más me publicaron.
MB:
¿Qué formación
tuviste, tenías familiares dibujantes?
CP:
No, que va. A los
12 años me fui a los Antiguos Alumnos Salesianos y allí hice el
bachiller. Yo a los 14 años ya estaba haciendo dibujos por mi cuenta,
leía Dos hombres buenos, y copiaba a Bayo, a Buylla y a
Casarrubios, quien dibujó los 2 hombres buenos de Mallorquí para
editorial Cid... y comencé
a conocer a gente que trabajaba en esto. Un vecino mío me enseñó la
publicación Trampolín y me llevó a ver a un tal Guerra y a un tal
Enrique, ellos vieron mis dibujos y me animaron a publicar. Realicé unas
historietas sobre unos aviones americanos que acababan de aparecer,
sobre un sabotaje, de 10 ó 12 páginas. No recuerdo que se publicara,
pero lo que sí supe luego fue que esta historieta del sabotaje la habían
publicado en El Tony y nunca me enteré de quién podría habérsela
enviado. Al mismo tiempo que hacía lo de Trampolín, comencé a
hacer cositas, de 3 ó 4 páginas, historias bélicas mayormente, para 3
amigos, de editorial Católica, a donde llegué por conexiones
con otros colaboradores de Trampolín. Debía su nombre a que había
historias de tres amigos, un agricultor, un mecánico, ya sabes, muy
infantil. Pablo Núñez los estuvo haciendo un tiempo, luego se dedicó a
hacer storys y créditos para películas. Recuerdo que en 3 amigos
salía Michel Vaillant, y en una historia salía una chica en una piscina,
con bikini; a mí me encargaron que le hiciese “unas falditas” a las
chicas aquellas. Era el Franquismo. Eran tiempos difíciles, no podrías
levantar muy alto la voz; se veía como si tuvieras un corsé que te
estuviera oprimiendo, veías o sentías que había censura, que había cosas
que no se podían decir o contar, y cada uno intentaba vivir lo mejor que
podía.
JJV:
También estuviste
en Clarín…
CP:
Sí, fui a
Clarín, que lo editaba el Frente de Juventudes, un tebeo que yo no
sabía que existía, es más, creo que no se vendía mucho, o muy poco por
entonces ya.
MB:
Según tengo
entendido estaba sostenido por el Movimiento, pero sus contenidos ya no
interesaban a los niños de los años cincuenta, que reclamaban más aventuras y
menos moralinas de las que gustaba tanto Fray Justo Pérez de Urbel.
CP:
Eso debe ser.
Además, lo que me pidió esta gente no fue de guerra, lo que yo hice para
Clarín fue una cosa de humor, de unos chavales. Y en otra
ocasión, algo inspirado por la lectura de las andanzas de Cabeza de
Vaca, cuando iba en busca de la Fuente de la Juventud. A Fray Justo le
vi un par de veces, muy amistoso él, en plan de compañero, hacía un
tuteo muy... Era como muchos de los curas de los modernos de entonces,
pero éste era un tío que tenía mucho poder.
JJV:
¿Tú no tenías
ideas políticas formadas por entonces?
CP:
¡Ja! Ideas.
Entonces había UNA idea, y si te habían criado en el Frente de
Juventudes no sabías si esa idea defendía lo bueno o lo malo. En
principio, era bueno. Muchos nos apuntábamos al
Frente de Juventudes sencillamente porque en verano podías ir a
Tarragona, a los campamentos (a la Sierra de Guadarrama); como no había nada entonces, que te
pasabas el verano con el botijo de agua a la puerta, aquello era un
aliciente. Eso animaba mucho a la gente joven, y a sus familias. La
gente, entre adoctrinar al niño y tenerlo en la sierra o tenerlo en casa
todo el verano muerto de asco y sin adoctrinar, pues.... eso era lo que
había.
MB:
Tu habías
comenzado a dibujar en plan autodidacta, ¿te fijaste, para aprender, en
los autores de
Clarín,
el espectacular Laffond, o en Vigil? Me parece ver algo del estilo de
Vigil en tus comienzos...
CP:
Laffond, desde
luego. Me gustaba mucho Laffond, y Vigil, los tenía como ídolos ¡y
publicaba en la misma revista que ellos! Claro que yo hacía cuatro rayas
por entonces y, bueno, hice 4 ó 5 historietas para
Clarín,
no más, y a estos
autores no les llegué a conocer en persona. Y aunque dices lo de
autodidacta, terminé por apuntarme a una especie de academia de dibujo.
Mi padre trabajaba en la Fábrica de Moneda y Timbre, haciendo embalajes
para enviar la moneda: era ebanista. Yo, con 16 años me metí en una
escuela que tenían allí, de modelado y de grabados, una escuela de
aprendices que generalmente acogía a los hijos de los trabajadores
gratis. Allí había profesores que te enseñaban dibujo al carboncillo,
grabado (que era muy difícil)... No era más que un ejercicio y no daban
titulación de ningún tipo. Allí acudía yo con mi amigo Julio Arroyo, y
luego nos íbamos al Círculo de Bellas Artes de Madrid a dibujar modelo
en vivo, para no perder pulso y, a veces, a ver las modelos, claro.
También íbamos al Casón del Buen Retiro, que te permitían matricularte y
meterte a dibujar. Allí conocí a profesores de dibujo que trabajaban en
la Escuela de Artesanía de Madrid, como Víctor de la Vega, que entonces
hacía dibujos de tipo románico para vidrieras pero que también llegó a
dibujar algo para Balalín; fue amigo de Víctor de la Fuente y,
con el tiempo, director del Museo de Arte Moderno de Soria. La Escuela
de Artesanía de Madrid era una escuela que llevaba un taller promovido
por el Movimiento donde habían talleres de varios tipos, que podrían
entenderse como los de hoy de artes y oficios, aunque Artes y Oficios ya
existía, pero a lo que yo fui era una cosa diferente, era una cosa de
artesanía aunque te movías en ambientes más o menos “artísticos”, que a
mí me gustaban mucho. Pero a mí lo que me tiraba eran los cómics, que
era lo que me gustaba leer cuando llegaba a casa.
MB:
¿Aparte de los
cómics de humor, leías tebeos de aventuras, como
Aventuras del FBI, Rock Vanguard, Jeque Blanco
o
Mendoza Colt, de Rollán? ¿Y Diego Valor, de Cid, que la
habían narrado por la cadena SER? Es que veo tu estilo ligeramente
parecido al de Diego Valor.
CP:
Sí, me hinché de
copiar portadas de
Aventuras del FBI
y también conocía Diego Valor, que yo veía muy malo pero como se había
visto poca ciencia ficción en España por eso a la gente le gustaba, y
además tenía gran poder de influencia la radio entonces. De todos modos
yo no escuché muy a menudo las retransmisiones de Diego Valor por la
SER. Por entonces, con 17 ó 18 años, me animé a conocer gente
relacionada con los tebeos. Conocí por entonces a Huete, que dibujaba
Jeque Blanco para Rollán. Él hacía sus dibujos al tamaño al que se
iban a publicar, y en papel vegetal, de ese que se arruga. Llegué a conocer a Gabi, que
dibujaba en Clarín, donde, a veces, se trabajaba en unas
condiciones pésimas. Conocí a un dibujante de Balalín, que
recuerdo como Aguirre, y también conocí a Alberto Muñiz, un
arquitecto que luego se haría rico trabajando en Brasilia, la capital de
Brasil... Pues, fíjate lo que son las cosas, Alberto Muñiz era Almusán
cuando le conocí, y hacía unos tebeos de un detective llamado
“Jeremías” para Duwarín y otra revista, con un dibujo muy
cuadriculado pero muy efectivo. En realidad Almusán no dibujaba casi
nada, se dedicaba más bien a estudiar arquitectura por entonces. También
iba por allí [por el Casón del Buen Retiro] un dibujante, de Toledo,
llamado Juan Manuel Cicuéndez, y los tres nos juntamos y fundamos una
especie de agencia: Sagitario.
JJV:
Háblanos de
Sagitario... ¿qué proyectos desarrollasteis allí?
CP:
Bueno, Cicuéndez
también era dibujante de 3 amigos. Llevábamos a allí nuestros
trabajos, congeniamos y allí mismo nos decidimos a fundar esta especie
de agencia, que aproximadamente duró un año. En realidad esto no era una
agencia al uso, que por entonces había muy pocas, media docena creo.
Esto lo fundamos con idea de publicar cosas, era una especie de estudio
que planeamos para hacer la maqueta de una revista comprando primero el
material que nos vendía Longacre, de Inglaterra. Decidimos primeramente
confeccionar una revista para vendérsela a Rollán, lo cual partió de
nosotros como proyecto, no como encargo de Rollán. Longacre nos enviaban
un material muy bueno, de la revista británica Eagle, que tenía
material de Frank Bellamy, Frank Hampson... de Dan Dare... íbamos
a llamar a la revista Águila, claro, pero resulta que lo de
águila estaba más que registrado cuando Franco y fuimos buscando otro
nombre, y se quedó como Tucán... [risas]. La revista se
eternizaba. Íbamos a Rollán con la maqueta y allí nos lo echaba para
atrás el director. Nosotros lo volvíamos a hacer, le añadíamos elementos
decorativos y yo incluso llegué a crear un personaje cuyo nombre no
recuerdo, que corría aventuras en la Edad Media luchando contra los
moros, era un príncipe al estilo de Hal Foster pero ambientado en la
época de la Reconquista en Navarra. Hice dos o tres capítulos, de 6 ó 7
páginas cada uno, para insertarlo allí. También un par de historias de
comandos ingleses... El caso es que aquello se extendió demasiado en el
tiempo y creo que no se llegó a publicar. Yo no llegé a verlo publicado
y, la verdad, preferiría no verlo publicado [risas]. Tucán sí que
se publicó; yo llegué a ver dos o tres números, y se acabó. Recuerdo que
desde que presentamos la primera maqueta a Rollán hasta que dio el visto
bueno duró la cosa más de dos años, y cuando se publicó aquello yo ya
estaba fuera de Sagitario. [Hubo al menos 8 números de Tucán,
en 1966].
JJV:
¿De dónde
sacasteis el dinero para pagar a la agencia inglesa?
CP:
Aquel dinero lo
íbamos pagando con colaboraciones que nosotros íbamos haciendo, mis
trabajos para 3 amigos y otros; ten en cuenta que yo comencé ya a
dibujar historietas de guerra para Inglaterra por entonces. Además, era
un material de sindicación y era muy barato y, bueno, también este
hombre de Rollán nos adelantaba dinero. No recuerdo ahora cuánto suponía
la compra de material de sindicación, pero sí recuerdo que lo que me
pagaban por mis primeros trabajos para Fleetway, cuadernillos de guerra
a modo de libritos: eran como 25000 pelas, de pesetas de la época, que
era un pastón. La mitad del primer sueldo lo entregué a la agencia, a
Sagitario, para sacar adelante el proyecto de la revista. Con el
resto..., fíjate, con 12000 pesetas de la época yo tiraba 5 ó 6 meses.
MB:
¿Fue estando en
Sagitario que conociste a Vicente Alcázar?
CP:
El llegó a la
agencia tiempo después, muy desorientado, igual que yo, que éramos los
dos muy jóvenes, te estoy hablando del año 61 ó 62. Establecimos una
relación que funcionó por ser los dos muy diferentes. Vicente era un culo
de mal asiento, un tipo muy imaginativo, muy inquieto, muy creativo. Es
cáncer. Y yo soy virgo, más bien asentado, más bien tranquilo. Vicente
daba muy bien los lápices, muy seguro, y yo para los lápices era más
inquieto, nunca acababan de gustarme los lápices que yo daba, tenía que
reformar mucho. Vicente era muy limpio (ten en cuenta que llegó a darle
lápices a Neal Adams). Y por aquella época comenzamos a colaborar con
una publicación infantil que sacaba el periódico El Alcázar, que
entonces no era del Movimiento, era del Opus Dei, y lo llevaba un
periodista, Echevarría, que conocíamos de 3 amigos y que quería
hacer algo con el cómic. Él contactó con nosotros, con Francisco Blanes
también, y con Pizarro y otros, y sacó Chío. Chío era un semanario de
El Alcázar donde yo intenté poner toda la dignidad posible, aunque
era todavía muy malo. Eran historias bélicas en blanco y negro basadas
en hechos reales las que hacíamos Vicente y yo, pero adaptadas
libremente. Yo sacaba guiones de asuntos ocurridos y, luego, escogíamos
tebeos donde venían viñetas muy a propósito de aquello y nos poníamos a
copiar [risas]. Fue una época enloquecida aquélla, Vicente y yo
copiábamos viñetas enteras de un dibujante de Fleetway apellidado
Kennedy; no Cam Kennedy, otro más mayor, ya jubilado, que dibujaba para
la Thompson. En esas páginas, donde tú veas inseguridad, seguro que es
nuestro; lo demás era trabajado sobre otros dibujantes o sobre
fotografías. Vicente y yo conocimos al archivero de El Alcázar,
que perteneció a la División Azul y poseía una impresionante colección
de fotografías de todo tipo, de armamento de alemanes, rusos,
ingleses... De americanos, menos. Y éste nos proporcionaba cantidad de
fotos para nuestras historietas. Firmábamos las obras como CARVIC, de
Carlos y Vicente. Algunos colegas nos llegaron a decir que era una firma
extravagante, pero así firmamos. Esto que te cuento para Chío era
aparte de “La Patrulla Azul”, esto eran aventuras sueltas que escribimos
a medias.
Por entonces hacía
los guiones allí un tal Juan Antonio Silva, un tipo muy interesante,
piloto comercial, que luego se metería en investigaciones ufológicas. Él
fue quien nos escribió los guiones de “La Patrulla Azul”, serie de
Vicente y mía que era de un grupo de gente del futuro que estaba en el
espacio luchando contra quienes nos iban a invadir.
MB:
Del material que
se publicaba en Chío, el oso Yogi, Leo King, el Poussy de Peyo,
Los Picapiedra..., era traído a España por la Agencia Zardoya,
¿recuerdas algo de la agencia o trabajaste por mediación de otras para
el exterior?
CP:
No me suena
Zardoya, no. Del contenido de Chío recuerdo a algunos autores
solamente, a Blanes, que dibujaba cosas del Oeste. A Cruz Delgado le
conocimos allí, antes de que hiciera Don Quijote de la Mancha en
dibujos animados para Televisión... Nosotros, por mediación de Cicuéndez,
conseguimos la dirección de una agencia belga que llevaba una señora y
que podía proporcionarnos trabajo, consistente en hacer cómic bélicos.
Lo pagaban muy bien, como tres veces más que las agencias de aquí. Eran
"un poco" ladrones aquí. Bardon, Creaciones Editoriales, Aredit...
Apenas si trabajé con ninguna. Nosotros comenzamos a trabajar
directamente para el editor extranjero, para Copland y para Nick Carter,
que eran personajes de Artima,
haciendo novelas ilustradas de 300 páginas, junto a García Pizarro.
Nuestro agente era belga, se movía entre Francia y Barcelona.
JJV:
¿Por eso dejaste
Sagitario, porque el trabajo escaseaba aquí?
CP:
Yo veía que
aquello no funcionaba, lo de Sagitario. Almusán se fue el primero.
Cicuéndez también se fue al poco, visto el poco futuro. Yo me casé, en
1966, y como seguía dibujando para fuera no tenía sentido seguir con
aquello. Recuerdo que en Madrid comencé a contactar con gente de la
profesión: Usero, Giménez, y como la cosa estaba mal llegué a trabajar
en la agencia de ellos, con Manolo Medina, que era un guionista y fue el
que nos repartía los guiones y el que nos pagaba... era un subagente de
Selecciones Ilustradas en Madrid. Todo surgió porque pusieron en la
prensa, en La Vanguardia de Barcelona y en el ABC de
Madrid, anuncios reclamando dibujantes de historietas y que venía Edward
Bensberg, el editor de publicaciones de guerra de Fleetway, y otros
cuatro o cinco editores de allá, a buscar dibujantes. Al parecer se
estaban vendiendo como rosquillas aquellos tebeos en Inglaterra, los
libros de guerra y de aventuras de la aviación o de la marina, que
salían cada semana. De cada uno se publicaba un librito de sesenta y
pico páginas a la semana. Era una máquina de fabricar cómics aquello.
Por más dibujantes que trabajaban para ellos nunca tenían suficiente.
Ten en cuenta que un dibujante normal tardaba entre mes y medio o dos
meses en hacer un librito. Yo estaba a punto de casarme, era 1965, y me
dieron una serie que se llamaba “Boinas rojas”, que me decían que era
para Francia pero yo creo que era para el mercado inglés. Aquello
empezaron a pagármelo a 10000 pts., ya ves, cuando trabajando
directamente para Inglaterra me daban 25000 pts. como mínimo.
MB:
¿10000 por todo el
trabajo, por la obra acabada?
CP:
Sí, sí, por 63
páginas; páginas de 2 viñetas cada una. Era un buen dinero, pero yo lo
hice francamente mal entonces y solamente me dieron 3 ó 4 historias. Y
no nos volvieron a encargar trabajo, a Vicente y a mí, por los malos
resultados. Entonces, un par de meses después, conocimos a unos
americanos mayores de la base de Torrejón. Habían decidido hacer un
viaje por España y por Europa y como no sabían francés ni italiano, le
propusieron a Vicente, que chapurreaba, ir con ellos como intérprete.
Vicente pensó: si nos vamos a Inglaterra, me acerco a ver al editor y le
convenzo de que ahora ya somos muchísimo mejores que cuando le
presentamos las muestras meses atrás [risas]. Así que yo me puse a
trabajar por los dos en historietas de “La Patrulla Azul” y en otras
cosas para Chío, y también en más muestras, mientras él hacía el
viaje. Cuando llegó a Inglaterra, debió brillar una estrella reluciente
sobre nuestras cabezas, porque al ir a ver a este editor, Edwar Bensberg, resultaba que
tenía nuestras muestras justo enfrente, sobre la mesa. Vicente le habló
al editor y éste le dijo que necesitaban mano de obra rápidamente, que
estaban tirando 16 cuadernillos de esos al mes y necesitaba dibujantes.
Vicente se trajo dos guiones, lo cual nos vino muy bien, porque Chío
nos pagaba rápido pero no mucho y, claro, Inglaterra pagaba
maravillosamente.
MB:
Aclárame una cosa:
¿Lo que buscaban en España los ingleses era mano de obra barata?
CP:
De eso nada. Lo
que buscaban era dibujantes, aquí, en Italia, donde fuera. Y además, a
partir de entonces pasamos a cobrar treinta ó treinta y cinco mil
pesetas por libro. Y ellos no hacían diferencias a la hora de pagar;
además, los mejores dibujantes eran los extranjeros, los ingleses eran
de calidad regular, los italianos eran muy buenos, Tacconi, D’Antonio,
alguno dibujó Toppi... Y los españoles, como Víctor y Ramón de la
Fuente, Quesada y otros de Barcelona, eran dibujantes de muy buena
calidad.
JJV:
¿Os permitían
firmarlos. Os pagaban royalties?
CP:
Sí, pero en los
libritos a la venta apenas si aparecía la firma, la cortaban o ponía
encima un texto o un bocadillo. Al principio nos importaba, pero luego
ya no. Y, no, por los libros no nos pagaron nunca royalties. Pero,
luego, cuando seguí trabajando para Inglaterra con mi agente de Temple,
Patrick Kelleher, uno de los más serios que he conocido, me pagaba puntualmente
los royalties, incluso hasta el año 2000, de cosas que había publicado
en 1985. Fleetway también llegó a pagar cosas que hice en los
finales setenta ¡y te estoy hablando de cantidades de hasta 100.000
pesetas al año! Bueno, a lo que iba. Vicente y yo seguimos trabajando
para Fleetway durante bastantes años. Primero dibujábamos en mi casa,
pero como las cosas nos iban bien, nos trasladamos de barrio y yo
incluso me compré un 600 ¡todo un lujo entonces! Vicente se compró un
850 Coupé, de los primeros que sacó la SEAT. Je, era una época de vino y
rosas, con 27 ó 28 años, había muchísimo trabajo en Inglaterra. Bueno,
“para” Inglaterra, porque trabajamos casi siempre desde aquí.
JJV:
¿Estuviste
trabajando allí alguna vez?
CP:
En una ocasión fuimos a trabajar allí, aunque los motivos fueron que había una huelga del
Correos inglés y se habían extraviado ya varias páginas. Pensábamos que
no podríamos enviar el material así que nos fuimos para allá hasta que
se acabara la huelga. Durante ese tiempo, dibujamos para un montón de
revisas de las que no habíamos oído ni hablar hasta entonces, hacíamos
desde ilustraciones hasta historietas para revistas especializadas en
coches de carreras o en cosas de dinosaurios. Estábamos haciendo
historietas para TV 21, historias de El Santo, Departamento S,
Star Trek, que era en color y que lo dábamos nosotros mismos...
Trabajábamos como estajanovistas y, luego, al final de la jornada nos
íbamos al pub de la esquina y nos poníamos morados de pintas.
MB:
Tengo entendido
que la revista donde aparecía “Star Trek”,
TV
Century 21,
tuvo problemas cuando se descubrió que el público leía lo que pasaba en
la serie antes de que echaran Star Trek por la tele, pues la BBC
emitía los capítulos seis meses después de que saliesen en el cómic.
Aparte, en los catálogos de cómics británicos, figuras tú como autor de
“The Saint” y de “Star Trek”, pero no Alcázar. ¿qué me puedes decir de
todo esto?
CP:
Bueno, no sé,
quizá pasa esto
porque Alcázar firmaba con otros nombres, como Hawk. Además, yo seguí
dibujando para los ingleses y él no... De lo de Star Trek no tenía ni
idea, nosotros solamente hacíamos cómics y apenas si nos quedaba tiempo
para otras cosas; y nunca me dijeron nada. Volvimos a Madrid al cabo de
mes y medio o así, al estudio que compartíamos Vicente y yo, donde
seguimos juntos todavía mucho tiempo trabajando para fuera. Por allí,
por nuestro lugar de trabajo, nos visitaban autores conocidos: Adolfo Buylla,
Enrique Ventura y su primo Miguel Ángel Nieto, Asián, García Pizarro. De otra gente que dibujaba para
fuera apenas si recuerdo más; sí que me acuerdo de Chacopino, que
dibujaba a través de la agencia de Macabich de quien era socio, Bardon Art. A Víctor de la
Fuente le conocí poco antes de que se marchara a París, pero conocí más
a su hermano Chiqui, un gran hombre, estuve con el muchas veces en su casa, en el piso
que le dejó Víctor. Vicente y yo nos acercamos también a Trinca,
donde publicaron los De la Fuente. Nosotros no sabíamos que quien
dirigía la revista era un cura; un cura de paisano pero un cura, y de
Falange. Íbamos a hacer “La Odisea”, unas cuantas páginas de muestra en
las que nos esmeramos, y cuando se lo llevamos, empezamos de cachondeo
hablando de La Odisea y nos pasamos de la raya delante de este hombre
bromeando sobre la posible zoofilia entre la mujer de Ulises y su perro.
El hombre nos dijo que nos llamaría, peor el tiempo pasaba y no nos
llamaba, y cuando le llamábamos nunca estaba. Al tiempo nos enteramos de
la metedura de pata [risas]. También trabajamos por entonces para la
revista Semana, una tira de humor durante año y medio; allí
conocimos a los grandes Tono y Abelenda.
MB:
Volviendo a tu
trabajo para el extranjero, los estudiosos españoles han considerado que
todas estas obras que tú y otros dibujantes hacíais para los mercados
británico, francés o americano u otros, no se pueden considerar
españolas al haber sido publicadas en otro mercado. Yo mantengo la tesis
de que son obras españolas por cuanto se refiere al estilo, pues muchos
dibujantes españoles eran reconocibles a ojos de lector, sus líneas, su
estilo. ¿Qué crees tú?
CP:
Estoy de acuerdo,
sí. Nuestro estilo personal / nacional está ahí, y nos agrupaba a varios
dibujantes. Había un montón de gente, Redondo, por ejemplo, que es un
tío que me encantaba en lo que hacía para Match 1, Vanyo,
Vicente, los que dibujaron para Warren... no teníamos el mismo estilo
pero aportábamos algo que nos diferenciaba enormemente del dibujante
inglés, por ejemplo. Los italianos también se parecían entre sí, aunque
los franceses y los belgas menos.
JJV:
¿Cómo comenzasteis
a trabajar para los EE UU?
CP:
Nos vamos a los
Estados Unidos, en 1974, porque conocimos a Gray Morrow aquí en España.
Vicente conoció a Morrow e hizo buenas migas. Morrow era un tipo muy
saladete, y muy alto. Era cuando Morrow llevaba Madhouse y otras
colecciones. Le gustó nuestro trabajo y nos invitó a intentar publicar
en su país. Después de su semana en Madrid, nos fue enviando guiones,
para Red Circle, por ejemplo. El los daba a publicar y luego nos
enviaba los cheques; así estuvimos trabajando con él, más o menos
durante tres años. De repente, Vicente y yo decidimos irnos una semana
para allí. Nosotros íbamos de turistas, a dar una vuelta, a ver cómo
estaba el ambiente. Visitamos el estudio de la Calle 42 que compartían
Neal Adams, Howard Chaykin, Larry Hama, Alan Weiss, Dick Giordano... Si
no recuerdo mal. Dibujaban allí como verdaderos energúmenos, como
máquinas. Nosotros tomamos aquello “por asalto”, que le decía yo a Neal
Adams: nos quedamos allí 3 ó 4 días dibujando y nos tuvieron que prestar
todo el material, lápices, papel... Recuerdo que estuvimos haciendo una
historieta para Madhouse, algo que conseguimos a través de Todd
Wulf. Esos días, aprendí alguna técnica de Adams, quien hacía sus
originales con bolígrafo, o con un rotulador fino, sobre una cuartilla,
y ese boceto lo colocaba en un amplificador de imágenes del tipo que
usan los fotógrafos, y allí lo acababa. Sus bocetos eran muy sueltos,
pero ya contenían la idea. Tenemos la costumbre de considerar el trabajo
acabado, pero yo creo que el verdadero arte de los tebeos está en el
boceto, el resto se hace en función de la reproducción limpia. Recuerdo
a un dibujante inglés que hacía las tintas y no borraba los lápices,
aplicaba tinta sobre zonas localizadas, así como el color.. era un
estilo muy personal, muy fresco.
MB:
Para EE UU
trabajaste sobre todo para Archie Publications, pero también con Marvel
y Warren, dentro de lo que los yanquis han llamado “la segunda oleada”
[en Comic Book
Artist # 4] de mano de obra española en el
mercado americano. ¿Conocías los trabajos de Bermejo, L. Sánchez, Gual o
P. Moreno...?
CP:
Bueno, no, no
conocía a ninguno de ellos, aunque me gustaba el estilo de Gual mucho,
que por entonces era clavado al de Gillon, que es un dibujante francés
que me encanta. Vicente y yo publicamos algunas historias de terror en
Madhouse, y lo demás lo hicimos ya estando aquí. Hicimos algunas
aventuras cortas de ciencia ficción para la serie Space 1999, de
5 ó 6 páginas cada una. Yo también hice historias de una pareja de
policías, Super Cops, que me corrigieron mucho en los originales;
Morrow me los enviaba a Madrid llenos de anotaciones porque, claro, no
es lo mismo dibujar uniformes de policía viviendo en Madrid que en
Estados Unidos... Para Marvel yo no dibujé nada realmente, lo que
ocurrió es que Vicente no podía terminar una historia y yo le eché una
mano, era una historieta de terror. Vicente sí siguió trabajando para
ellos, y a mí me solicitaron muestras, pero no llegué a hacerlas. Tras
volver, Vicente dejó por completo de trabajar para Europa y siguió
colaborando con Marvel durante un tiempo, y le iba muy bien [fueron
publicadas obras de V. Alcázar en: Madhouse, Sorcery, Doorway to
Nightmare, House of Secrets, Ironwolf, Jonah Hex, Plop!, Star Spangled
War Stories, The Vigilante, Weird War Tales, Heavy Metal, Crazy,
Drácula, Epic Illustrated, Haunt of Horror, Kull, Monsters Unleashed,
Moon Knight, Planet of the Apes, Vampire Tales, Tales of the Zombie,
Creatures on the Loose, Unknown Worlds of Science Fiction, Creepy, Eerie,
Vampirella.] Pero, ocurrió que por entonces se casó con una chica
venezolana. Se fue a vivir a
Venezuela con ella, en 1974 ó 1975, y se fue apartando del cómic poco a
poco, porque empezó a hacer cosas de pintura, sobre todo. Al principio
fue allí muy bien acogido, por aquello de tener un artista en la
familia, y pintaba muchos retratos de gente cercana y de la familia. Se
divorció y se casó de nuevo allí, para más tarde establecerse en Madrid. Una cosa sí quería decirte: conocí a su hijo
mayor, que aunque vive
en Texas vino a España a doctorarse. Se llama Roberto.
¡Roberto Alcázar! [risas]
JJV:
¿Cuándo y porqué
te trasladaste tú a Sevilla?
CP:
En 1976 fue, para
establecerme definitivamente en 1977. Vine porque me gustaba mucho
Sevilla. Mi mujer tenía aquí mucha familia, habíamos bajado varias
veces, a la Semana Santa, a la Feria, y a mí me gustaba este ritmo de
vida más que el de Madrid, o el de Barcelona. Y como mi trabajo no me
ligaba a ninguna ciudad, pues yo seguía trabajando para Inglaterra y
para Francia, a través de Aredit, pues... Me alegro mucho de haber
venido aquí, cada día más. Ya estando yo solo aquí, perdí el contacto
casi por entero con Vicente, salvo por alguna cosa que hicimos a medias.
A mí me salieron más trabajos en Inglaterra y me surgieron las
colaboraciones para Escocia, en Battle Action, en Adventure,
en los que colaboré seis o siete años sin interrupción.
JJV:
Trabajas muy
intensamente para los ingleses durante los finales 70 y los 80,
¿recuerdas las obras y los autores que compartían publicación contigo (Bellamy,
Hampson, Embleton, Walduck, Lawrence, Belardineli, Ezquerra, Ortiz)?
CP:
Recuerdo a Máximo
Belardineli, sí, a Cam Kennedy, a Ezquerra, claro, a Bernet, que dibujó
en Battle Action, también a Carmona, Redondo, Azpiri, John Cooper,
Joe Colquhoun, Geoff Campion, Vanyo, Jim Watson... pero, sobre todo, a Frank Bellamy, que es
excepcional. Bellamy estaba fantásticamente bien pagado ¿Recuerdas esas
páginas dobles que hacía para el centro de las revistas donde publicaba?
Cuando nos dijo Bensberg en una ocasión a Vicente y a mí lo que le
pagaban por aquello pegamos un silbido Estaba fantásticamente bien
pagado, era una exageración de dinero por las dos páginas centrales,
aunque al fin y al cabo era aquello lo que vendía la revista.
JJV:
Háblanos de tu
trabajo en Battle Picture Weekly y en 2000 A.D..
CP:
Bueno, yo dibujaba
para Battle Action, no sé como lo habrán catalogado luego. Hice
muchas historias bélicas, “Commando”, “The Hunters”, también
hacía “Johnny Red”, pegándole un cambio a lo que había hecho previamente
John Cooper, que era muy... "inglés"… Johnny Red es de lo más recordado de
Battle; la gente escribía diciendo que les gustaba mi estilo.
Aunque en Battle Action, Battle Picture Weekly, 2000 AD y
Starlord solía acreditarse a los autores, en otras muchas
publicaciones británicas y escocesas no solían aparecer los nombres de los autores, por eso cuesta
reconocernos a veces en los cómics publicados. Yo trabajaba
habitualmente con guiones de Pat Mills, Alan McKenzie, que también fue editor, y
varios más. El anuario este que me enseñas [Battle Action Force
Annual 1986] se hacía con refritos de historietas anteriores, aunque
a veces nos pedían un par de historietas para que llevaran cómics
inéditos. En 2000 A.D. trabajé mucho en los 70, haciendo sobre
todo historias de ciencia ficción. Hice “Invasion!”, que lo había
comenzado Jesús Blasco antes que yo, él hizo los primeros capítulos y yo
me hice cargo al completo después, dibujé un montón de episodios de
aquello, que iba de un camionero, Bill Savage, que luchaba contra unos
rusos vestidos al estilo nazi: los Volgans. Luego hice, “Disaster”,
también en 2000 A.D., que seguía a la anterior con el mismo
personaje. Hice más de 50 historietas de esas. También hacía
“Ro-Busters” para Starlord ... que luego cambió en todo, el
formato, pasando a 2000 A.D., y dejé de hacerlo yo [continuó Mike
McMahon]. En la última época dibujé junto a
un chaval de Premiá de Mar, José Luis Rozalán, un tipo
con un estilo cercano al mío; hacíamos 2 ó 3 páginas en color y 10 en grises y
aguadas que, por ser quincenal, compartíamos el trabajo. Aquello duró un
año y seguí por mi camino haciendo otras cosas. Algo para Starlords,
historietas que aparecían junto a trabajos de Ezquerra, Redondo y
Azpiri. “Angels withour wings”, de un piloto que se convierte en cyborg
tras un accidente... He perdido hasta la cuenta de las series que
dibujé.
JJV:
¿Y lo de Escocia,
en lo que aún trabajas, cómo lo conseguiste?
CP:
Comencé el trabajo
para Escocia porque veía que se acababa el de las revistas. Me lo
propuso mi agente de Temple Art Agency, que la lleva Patrick Kelleher y
su padre Dan. Temple la
llevaba, con otro nombre, una señora belga que le vendió la agencia a
los irlandeses. La señora se retiró a principios de los 60 y estos refundaron la agencia en Londres. Lo primero que hice para Temple no lo
recuerdo muy bien, pero ten en cuenta que comencé a trabajar para ellos
al poco de meternos en Fleetway. En aquel viaje que hicimos a
Inglaterra, que lo hicimos en coche Vicente y yo, en el año 1969 o por
ahí, contactamos con el agente de Temple porque yo tenía la dirección de
manos de Chiqui de la Fuente, si no recuerdo mal. Fuimos a visitarles,
les dejamos nuestros trabajos, y allí comenzó todo. Pues eso, que en los
años ochenta me propuso hacer los “libraries” de Commando, en lo que
aún sigo. Trabajé también para la revista escocesa Victor, con un
personaje muy popular que era un corredor de fondo al que le pasaban
infinidad de cosas cuando se entrenaba: “Tough of the Track”, se
llamaba; hice una docena de capítulos del final de sus aventuras, en
1985 más o menos. Y también, allí mismo, hice las aventuras de “Goum”,
un marroquí que luchaba contra los alemanes durante la II Guerra Mundial
montado en un camello, con el que estuve mucho tiempo. Ah, y también
Temple me consiguió un trabajo para el diario Daily Star, con la
tira de Judge Dredd, la diaria, que llevaba guiones de Millar, de
McKenzie, y llegué a mantener correspondencia, por fax, con Richard
Burton (no el actor, el autor de cómics y editor, que firma como Wagner)
y con Mark Millar. Dejé de hacerla porque, verás, la tira de Dredd
dependía en cierta forma de 2000 A.D. y en un momento dado todo
comenzó a dejarse de vender, porque llegaron colecciones de Marvel UK,
de manga... Un tal Bishop, cercano a Steve McManus, el director
editorial, y a Wagner, estaba escalando puestos como editor y se percató
de que en un momento dado yo era el único que dibujaba Dredd, en la
prensa, pero el único. Ron Smith era el mejor dibujante de Dredd para el
público, así que fue ordenado que compartiese con él la tira. Así, Ron y
yo hacíamos la tira, 6 días por semana, en aventuras que duraban siete
semanas. Total: 42 tiras por aventura. Congeniábamos, estábamos bien.
Pero cuando la revista murió, McManus metió a más gente en la tira, y ya
fuimos 3 los dibujantes para las 42 tiras; luego, 5. Comencé a recibir
menos guiones. Finalmente, en virtud de unos contratos de Fleetway, de
2000 A.D. y del periódico, y pese a que al director del periódico
le gustaba mi línea, no pude evitar que me fueran “echando” poco a poco
de la tira. Ten en cuenta que ya era el único extranjero y, según supe,
Bishop determinó que no se enviaran más tiras a Pino a partir de cierto
momento, cuando yo ya nada más que hacía 3 ó 4 guiones al año. Estuve 6
años trabajando con el periódico. Mi agente, Patrick, me sigue enviando
todavía los royalties por mi trabajo en Judge Dredd, porque por
lo visto se estaba publicando la tira dibujada por mí en no sé qué país
remoto.
JJV:
¿Tuviste en el
Reino Unido problemas de censura alguna vez?
CP:
No, qué va.
Recuerdo que hice una historieta de las Malvinas, recién acabada la
guerra, y el agente me llamó para preguntarme si yo tendría reparos
“morales” en dibujar una historieta en la que querían representar como
malvados a los mandos argentinos que enviaban tropas de jóvenes a la
guerra y a quienes querían representar como torturadores. Yo no puse
reparos. Fue la única cosa que me dieron indicada, y hasta me pidieron
permiso. Recuerdo que, haciendo cuentas, con Battle y otras
series, yo me he cargado a más enemigos y he derribado más aviones de
los que los alemanes llegaron a construir a lo largo de toda la historia
quince veces [risas], y mis editores, si bien no evitaban que los
derribase, sí que me indicaron alguna vez que procurase no hacer muy
“sangrantes” los enfrentamientos. Esto y aquello, fue lo único. Aparte,
en una ocasión tuve que hacer una historieta erótico-humorística para
una revista sueca en la que me pidieron lo contrario, que las chicas se
saliesen del papel, que tuviesen grandes pechos que “se saliesen del
papel”. Me pagaron muy bien, pero el trabajo finalmente no fue editado,
creo. Es lo único que hice en aquel género.
JJV:
Desde hace diez
años, sin embargo, vienes haciendo menos cómics, ¿no?
CP:
Hace diez años
contacté con un agente de publicidad aquí, en Sevilla, y me dediqué a
trabajar más en este campo. Empecé a hacer más ilustración y story-boards
que cómics, sobre todo durante el 5º Centenario. En 1992 estuve a punto
de dejar el cómic, porque los ingresos de publicidad son mejores y
entonces ya se comenzaba a notar la recesión en el cómic. Y no es que estuviera
trabajando menos para Inglaterra, que va. Por entonces estaba
habiendo Mask, unos personajes convertibles en aviones o en
camiones, cada uno con sus cualidades, basados en unos juguetes, de los
que me llegaron a enviar por barco un cajón lleno para documentarme.
Todavía me quedan. Aquello había que hacerlo a color, quincenalmente, y
era muchísimo trabajo. No se pagaba mal, pero era mucho trabajo [era
bimensual]. Los story-boards, al contrario, son muy simples y se pagan
bien; generalmente no encuentro dificultades para trabajar en este
medio. El creativo me envía un guión ya con los planos especificados y
me explica la historia detalladamente; y aporto ideas también, pero
generalmente no me paso, y se muestran reacios a soluciones “en plan
cómic”. Además, veía que de un tiempo a esta parte, en cómics poco había
ya realmente que yo pudiera hacer. Seguí publicando los “libraries” de
Commando con los escoceses de Thompson, con los que me llevo
francamente bien. Aprecian mi trabajo y con ellos sigo de modo
continuado, tras haberlo comenzado a hacer de modo esporádico cuando
estaba haciendo más trabajo para publicidad, a finales de los años
ochenta. Tras la Expo aquí hubo una sequía de 7 años, fue como una
estampida, muchos dejaron sus empresas se fueron, pero yo no he parado
nunca. Lo de hacer publicidad e ilustración también lo veía como una
alternativa, porque ten en cuenta que el cómic te absorbe una cantidad
enorme de tiempo. Te reclama mucho: trabajas una cantidad de horas
exagerada. Cuando eres joven, la actividad no te importa, pero con la
edad te vas encontrando más cansado, y con más trabas, como el
astigmatismo o la miopía, y ya te van importando más otras cosas, como
mis nietos y tomar copas con los amigos.
JJV:
¿Commando
sigue publicándose?
CP:
Desde luego, deben
ser de los más longevos del mercado, van por el número 3000 y pico
de los “libraries”, que se distribuyen por Sudáfrica, Australia y los
países más lejanos que puedas imaginar. Esto supone una fidelidad por
parte de los lectores tremenda, porque son semanales y se llevan
publicando años y años. Generalmente tratan de exaltar el espíritu
patriótico de los chavales, muchas historias van de jóvenes que no saben
qué hacer de su vida, se apuntan en la Oficina de Reclutamiento y,
luego, pese a que no tienen espíritu de entrega, en el frente se
convierten en héroes. Yo habré dibujado cuarenta libritos de estos y
estoy muy contento, esta gente de Thompson son muy serios, pagan menos
que Fleetway pero pagan inmediatamente. Mis editores siguen queriéndome
y yo seguiré dibujándolos hasta.... hasta que se mueran ellos [risas]
JJV:
¿No volviste a
intentarlo en el mercado americano?
CP:
Sí, la verdad es
que sí. Yo mantuve la amistad con Morrow y seguí carteándome con él. A
finales de los noventa decidí enviar muestras a los EE UU, por probar
suerte. Contacté con Morrow y me echó un cable pasándome
direcciones de editoriales allí. DC me contestó señalando que Helix
podía estar interesada en mi trabajo... pero la cosa estaba muy mal
allí. Algunas de las muestras las envié a Valiant, que acaba de quebrar,
o estaba quebrando. De esto me avisó Carlos Pacheco, quien me comentó
que más del 40% de los dibujantes americanos podían estar en el paro.
Morrow llegó a comentarme que las cosas estaban peor incluso que en los
años cincuenta, cuando la gran crisis, porque el papel había subido casi al
doble, y por eso no se habían podido mantener ciertas editoriales
pequeñas. Morrow me comentó en 1997 que sus ingresos habían bajado a un
tercio de lo habitual, ¡un tercio de lo que el año anterior ganaba!, y
de ahí que se hallara trabajando para Penthouse Comix, donde se
hacía erótico pero pagaban en torno a 100000 pesetas por página o así...
(si bien hacía poco y muy repartido).
MB:
A Carlos Pacheco
lo conociste recientemente ¿no?
CP:
Sí, conocí a
Carlos Pacheco después que mi hija Sonia se casó. Su marido trabajaba en
San Fernando y yo estuve una temporada trabajando desde Puente Mayorga para
agencias publicitarias de Sevilla. El hermano de mi yerno me avisó de
que se hacía una exposición de artes plásticas cerca y citaron a Carlos,
un dibujante de historietas, y me apeteció conocer a un colega que
viviese por la vecindad, claro. Porque, profesionalmente, la verdad es
que me sentía un poco solo. Finalmente me lo presentaron y, bueno, yo
pensaba que era un chiquillo que estaba empezando, pero, uf, Carlos
estaba ya en la cresta de la ola. Le comentaba que me extrañaba mucho
que viviera allí, en San roque, apartado del mundanal ruido. El me
indicó que allí es donde se “refugiaba”, con su familia y amigos...
apartado de todo, que era lo mejor para él. Coincidió que nos conocimos
cuando él tuvo su primer hijo y yo mi primer nieto. Carlos [Pacheco] me
comentaba que esto es una profesión de francotiradores, pues te obliga a
estar aislado. El cómic te esclaviza, si tienes mucho trabajo no puedes
salir de casa, porque esto es tanto una profesión artística como
artesanal, porque tú tienes que hacer las viñetas una a una; en un
espacio de tiempo puedes hacer una viñeta, pero no tres. Y si te exiges
calidad, estás siempre en un ay. Además, tú no sabes si la historia que
haces va a pegar o no, y si el gusto del público va acompañarte o si la
competencia va a sacar un producto que va a pegar más. Y está lo del
concepto que tiene de ti la gente. Mira, cuando vine a Sevilla, en los
setenta, era difícil poner un teléfono particular, pero pude acelerar el
trámite diciendo que era para un profesional, para un “dibujante”, y así
constaba en la guía. Desde entonces me llamó todo el mundo menos los
editores: apoderados que querían que les hiciera una pancarta de toros,
comerciantes que querían que les hiciese un cartel de “REBAJAS”, o una
madre que me contaba que a su hijo le habían cateado en dibujo y que
quería que yo se los hiciera...
JJV:
¿Te ha afectado la
crisis del cómic?
CP: Como a todos, pero de todas formas a mí nunca me ha faltado
el trabajo, aunque ahora mismo soy más pobre que hace 10 años. A mí no
me ha afectado tanto como a otros, yo he estado fuera de esa corriente
de Toutain, de Barcelona, aunque me apeteció haber publicado en Zona
84; yo soy un extraño aquí en España. Pero la crisis ha sido
general, hablando con Pacheco, éste me comentaba que autores de la
categoría de Williamson o Colan estaban en sus horas más bajas,
entintando cualquier cosa, o vendiendo sus dibujos en las
convenciones... Yo he tenido suerte. Recuerdo ahora un comentario que me
hizo Carlos una vez, cuando yo le comenté que el trabajo este te
esclavizaba, él me respondió: “Sí, sí, soy un esclavo. ¡Y feliz!” Que
mientras haya trabajo...
MB:
¿Cuáles han sido
tus dibujantes de cómic preferidos?
CP:
Oh, muchos.
Paul Gillon, en Francia, el de Los Náufragos del Tiempo, y
nuestro maestro en Italia era Gino D’Antonio, él dominaba la acción
bélica como nadie. Pacheco me gusta, su estilo es muy actual y muy
limpio, siempre busca el impacto visual, y está en un momento
maravilloso, aunque también ha estado muy agobiado, porque este es un trabajo muy puñetero, como te decía. |