Me pongo a escribir
sobre Enrique Ventura con un profundo respeto, con una honda admiración,
no ya al dibujante, sino a la persona. Ventura no es solamente un
creador gráfico de primer orden, un genio poliédrico; es también un
personaje entrañable, una persona maravillosa. Y, a mi pesar, no puedo
escribir sobre él desde la objetividad, no me sale; lo hago desde el
cariño. Avisados están si desean seguir leyendo. Para empezar, con
motivo de la 6ª Feria del coleccionismo y Iª Semana Internacional de
Cine Fantástico de Estepona (septiembre de 2002), y bajo el título
“Enrique Ventura: Un genio anda suelto”, se dedicó una exposición a
Ventura en el Palacio de Exposiciones y Congresos, y me permito
reproducir unas palabras de la presentación que allí destinó Carlos
Giménez donde retrata en tres pinceladas a nuestro hombre:
«Enrique Ventura es un
artista de múltiples facetas. Como dibujante posee una gama de registros
tan extensa y matizada que puede pasar del dibujo realista, más aún,
hiperrealista, al humorístico más esquemático, dominando toda la escala
intermedia. Esto le permite ser un excelente retratista y al mismo
tiempo dedicarse a la creación de personajes para la industria de los
dibujos animados, como por ejemplo la serie de televisión “Mofly, el
último koala” o el largometraje Despertaferro.»
Enrique Ventura
Álvarez nació en Madrid en 1946, que no es moco de pavo. Juntamente con
su primo y guionista Miguel Ángel Nieto (1947- 1995), por si fuera poco,
nacido también en Madrid al año siguiente, formó uno de los dúos más
importantes de la historieta española. Ventura & Nieto han dejado huella
en gran numero de revistas de historieta y humor, incursionando con
éxito en otros campos colindantes, haciendo tebeos infantiles, cómics
para adultos o humor gráfico, ilustración, animación, cine y literatura
con indiscutible maestría. Aunque este artículo pretende reivindicar
sobre todo la figura de Enrique Ventura -que es, de los dos, el
encargado de la parte gráfica- el grado de simbiosis entre los dos
organismos hace casi imposible hablar de Ventura sin Nieto y viceversa.
El humor y
Trinca
Ventura llegó a tercer
curso de Arquitectura, y Nieto al tercero de Medicina, pero ambos
dejaron las respectivas carreras para matricularse en un curso para ser
técnicos en publicidad. Por desgracia para la Arquitectura (ahora le
haría la competencia a Norman Foster), la Medicina y la Publicidad, a
Ventura y Nieto un buen día les dio por la historieta. Ese día, las
flores se abrieron y llenaron el aire de perfume, y en el cielo, los
ángeles cantaron una canción de John Lennon. El dúo, se estrenó en el
año 1971 en la revista confesional Molinete, dibujando las
aventuras de “Sam y la morsa”, unas historias infantiles en las que, ya
a un alto nivel, se intuye el potencial creativo de la pareja. Al año
siguiente, en 1972, iniciaron la publicación en Trinca de “Es que
van como locos”, unas historietas -realmente locas- a doble página, en
las que ya se define la marca de la casa, o sea, las características que
se podrán encontrar en las futuras creaciones de Ventura y Nieto, a
saber:
1- Búsqueda incesante y sin descanso de
efectos y recursos gráficos y recursos narrativos
2 - Ritmo cinematográfico
3 - Dominio de la técnica y juego audaz con los recursos del medio
4 - Gusto por el surrealismo
5 - Parodia de iconos y estéticas del momento
6 - Concepción de la página como unidad e interactividad de los
elementos de la misma
7 - Pasión por los detalles, y goteo inacabable de guiños al lector
8 - Desarrollo de discursos paralelos al discurso o historia principal
(discursos tanto gráficos como narrativos)
9 - Utilización de la ironía crítica y la sátira política y social,
pero manteniendo siempre un punto de ternura y / o poesía
10 - Gusto por romper todas las normas, cánones y convencionalismos
existentes e inexistentes
Casi nada.
De como fue que la
revista Trinca acabó por publicar las páginas de Ventura y Nieto,
os invito a leerlo en la entrevista que acompaña a este artículo (¿o
acaso este artículo acompaña a una entrevista?). Es que van como
locos se editó como álbum en el número 19 de la colección de
separatas de Trinca, y en 1981 ediciones De la Torre lo reeditó
en dos volúmenes, dentro de la colección Papel vivo (números 23 y 24).
Transcribo parte del prólogo al primer volumen de esta reedición,
firmado por Juan Antonio de Blas:
««¡Es que van como
locos» supuso la primera serie en donde la realidad cotidiana se
rompía con una utilización del grafismo verdaderamente nueva. Dentro de
la tradición de la mala leche del país, suponía un gruñido inteligente,
una radicalización de conceptos y un machaqueo por K.O. de los tópicos
tradicionales. Siendo primeriza, dentro de un orden, se le pueden
encontrar rasgos de amateurismo, pero ya desde la plancha inicial, se
descubre que hay madera en los autores y, como diría Groucho: «Se ve que
van a llegar, lo que no se sabe es adónde, y además, en metro».».
No se puede decir más
claro.
En Molinete, a
“Sam y la morsa”, le siguió la serie “Horizontes pelados”, dónde se nota
que tanto el guionista como el dibujante se encuentran más cómodos, más
libres (oiga, libres, pero sin olvidar que Molinete era un tebeo
que pertenecía a una editorial católica de la España franquista de
1970), y en Trinca, una buena mañana, de forma casi disimulada,
quincenalmente se va desarrollando, por entregas de cuatro páginas, una
surrealista e imaginativa historieta que al empezar parece un western,
pero de la mano de John Lennon y Groucho Marx (sí, sí, el mismo Groucho
que más adelante protagonizará los Grouñidos en el desierto), se
acaba convirtiendo, de forma entre mágica y anárquica, en un canto a la
paz en el mundo (y en el mundo del año 1973, la paz hacía casi tanta
falta como en el mundo del 2003, o sea, mucho). Ah, ¡y en colores!: es
Maremágnum. La editorial Doncel, editora de Trinca, la
publicó en el número 28 de la colección de separatas de Trinca, y
hasta el 1998 no se reeditó. Para Jesús Cuadrado es una de las obras
maestras de la historieta europea. Juan Antonio de Blas la considera una
de las mejores obras de Ventura y Nieto, en la que «la lógica de la
ilógica roza el delirio y se convierte en una obra maestra». Y en la
revista Yellow Kid, en una futura entrega, un amigo de mi editor
Manuel Barrero publicará una frase que -a pesar de habérmelo prohibido
expresamente- no puedo dejar de reproducir: al leer las maravillosas
páginas de Maremágnum, «sólo se echa en falta el acompañamiento
de la música». Y es que me parece una afirmación oportunísima, pues la
música es una necesidad vital para Ventura y Nieto, y una constante en
su trayectoria es el interés y la búsqueda de interactividad entre estas
dos disciplinas.
En Trinca,
“Maremágnum” brilla aún por encima de páginas que se han convertido ya
en clásicos de la historieta española: “Haxtur” y “Mathai-Dor”, de
Víctor De La Fuente; “El Miserere”, de Carlos Giménez; “El Último
Vampiro”, de Jan; “Peter Petrake” y “Los 12 trabajos de Hércules”, de
Calatayud; “El Cid” y “Manos Kelly”, de Palacios; “Sherlock López y Watso de Leche”, de Gabi; “Yago Veloz” de Buylla; “El Rally de los Cinco
Continentes”, y “Ana”, de Bielsa... Trinca murió en el número 63,
corría el año 1973, y el catálogo de publicaciones infantiles del
Ministerio de Información y Turismo le reconocía un tiraje de 70.000
ejemplares.
En solo dos años de
dedicación profesional al cómic, el tándem formado por Ventura y Nieto
había madurado con una rapidez pasmosa, y recibieron el primer premio en
el primer certamen de cómic de Gijón por una historieta de cuatro
páginas titulada “Canción infantil”. A partir de entonces, Ventura y
Nieto alternaron e intimaron con lo más granado del cómic español del
momento. De esos días nació la profunda amistad que les une con Carlos
Giménez, Josep Maria Beà, Adolfo Usero...
El humor satírico
Su siguiente hito
tebeístico se alejaba bastante de lo que habían hecho hasta el momento.
Se trata de King Tongo, donde abordaban con éxito la parodia del
personaje de King Kong, pero en viñetas sin palabras, construyendo a
base de gags mudos una sólida crítica social. Estéticamente, los
chistes, desarrollados en una sola viñeta apaisada, o como mucho en dos
o cuatro viñetas, son de un grafismo próximo al que Ventura utilizará
para sus viñetas diarias en La Vanguardia: barrocas, macizas, en
un blanco y negro denso, intenso. King Tongo se publicó en
formato de librito apaisado en la colección “Humor siglo XX” de Euredit
(como curiosidad, les contaré que si bien King Tongo era el
número 1 de ésta colección, en el número dos, se publicó la encantadora
primera primerísima versión del Superlópez de Jan; que un
divertido y sorprendente Tarzanilo de Manel Ferrer, era el tercer
volúmen; y que un genial y negrísimo Franciscostein, de Bernet
Toledano fue el número cuatro).
La aparición de El
Papus, sacudió el panorama editorial español. Cito a Ivan Tubau en
De Tono a Perich, el humor gráfico en la prensa del franquismo
(Mitre, 1987), p. 246:
«El Papus ataca
furiosamente -primero por vía indirecta, luego directa- al puritanismo,
la represión, la religión, la policía. Nadie en España había ido -ni ha
ido después- tan lejos en la contestación de los valores establecidos,
nadie había hecho -ni ha hecho después- un humor tan negro y salvaje en
los contenidos, tan feísta, brutal y aparentemente descuidado en la
forma, tan anarquista facción rabiosa en suma.»
La primera historieta
de Ventura y Nieto en El Papus apareció en el número 26, en abril
de 1974, y se titula “La primavera de los Ovni”. Si El Papus es
negro, salvaje, feísta y bruta, las historietas de Ventura y Nieto no lo
son tanto. Para empezar, Ventura, junto con Gin y García Lorente
formaron en El Papus el bloque de los humoristas que “dibujaban”,
frente a Ivà, Oscar, y Ja, de grafismo brutal y simplificado. Un tercer
bloque, intermedio quizá, lo formarían Ludovico, Vives, Esparbé y Manel,
que dibujaban pero sin lograr el dominio técnico que desplegaban Gin,
García Lorente y Ventura. Por otra parte, ante el humor desgarrado y
sangriento de la mayoría de páginas de la revista, Nieto logró imponer a
las historias siempre un toque de ternura, de bondad, aún en las
críticas más despiadadas. Las historietas de Ventura y Nieto son
contestatarias, pero no agresivas; son críticas, pero no sangrientas;
son duras, pero no procaces. Y ya les digo yo que conseguir eso no es
nada fácil. Oscar, Ivá, Ja (y otros que no publicaban en El Papus,
como Perich) miraban a Europa, y especialmente a las revistas francesas
Charlie Hebdo, Hara kiri o Siné Massacré en las que
publicaban unos dibujantes de trazo inmediato, espontáneo, de humor
rasgado, directo, como Siné o Reiser. Sin duda, Ventura & Nieto conocían
profundamente el cómic europeo (no deja de haber en sus páginas ecos de
las historietas de Pilote, guionizadas por Goscinny y dibujadas
por Gotlib o Uderzo, y el mismo Ventura me ha reconocido la impresión
que le causó la construcción tridimensional de las viñetas de las
aventuras de Tintin) pero su referente formal más próximo eran sobre
todo los dibujantes americanos de la revista Mad, en menor medida
los del National Lampoon, y también grandes maestros como Al Capp,
Will Eisner... Lo digo para que se ustedes sitúen, porque sin duda el
trabajo de Ventura y Nieto es una obra muy personal, de hallazgos y
recursos propios, de búsqueda incesante de lenguajes y estéticas
novedosas y rompedoras, de rasgos sin duda personales e intransferibles.
En ésta época, la
pareja vivían en Cadaqués, encima de la peluquería Romans, en un piso
frecuentado por numerosos amigos, dibujantes, bohemios y gente que
pasaban por allí, que se animaban a tomar unos gin tonics, a
fumar algo de hierba y a contar chistes u oír música; todo esto lo
explica muy bien Toni Coromina en el prólogo de la segunda recopilación
de chistes publicados en La Vanguardia, llamado Viñetas
Nacionales (Imágica cómics, 2003). He oído explicar mil historias de
ésa gente entre Cadaqués, Premià y Barcelona y esa época de sexo, drogas
y rock‘n’roll, pero no las voy a reproducir aquí, aunque sería mucho más
divertido que lo que les estoy contando, pero mucho menos instructivo.
Debido a la promiscuidad derivada de la vida bohemia, la pareja se
convertía a veces en un trío, en desenfrenada orgía de plumillas y
tiralíneas: Usero, Ventura y Nieto, se combinaban entre ellos de forma
variada y firmaban al alimón varias páginas en El Papus y más
adelante en El Jueves de manera que es difícil saber dónde
terminaba uno y comenzaba el otro; y si no, fíjense en la firma que a
veces aparecía al pie de algunas antológicas páginas: «Ventuseronieto».
Los resultados, como siempre, espectaculares.
Tras la bomba de El
Papus, la revista se fue desintegrando progresivamente. El Jueves
fue la publicación que acogió en sus páginas el goteo incesante de
humoristas que dejaron la “revista satírica y neurasténica”. El mismo
Ventura reconocía en el Extra 25 años de El Jueves:
«Miguel Ángel Nieto y
yo llegamos a El Jueves impelidos por dos BOOMS. El Boom del
cómic, en los 70, y el BOOM de la revista El Papus, una década
después. Al llegar aquí casi todos los colaboradores eran ya viejos
compinches, por lo que aquello no fue un cambio de colegio sino más bien
un cambio de aula con los mismos gamberros como compañeros de fatigas.»
En El Jueves,
Ventura y Nieto se estrenaron con “Histerias indecentes de la tele”,
unas páginas muy en su línea, de parodia de series de televisión. Los
personajes de la pequeña pantalla desbordan las viñetas, y por si fuera
poco, son tratados con una ironía sana, como no podía ser de otra forma,
made in Ventura & Nieto. Estas páginas destilan una mordaz inteligencia
y están repletas de los personajes que, en su momento, poblaron el
imaginario televisivo español. Porque antes no hemos hecho hincapié en
ello, pero Ventura es un gran caricaturista, de lo que se vale para
introducir en cada viñeta personajes que el lector fácilmente reconoce.
Ya desde Es que van como locos, la caricatura es un recurso
utilizado con maestría por la pareja, ya sea como dispositivo sobre el
que se construye la historia, como en la creación de gags paralelos.
En 1979 apareció en
El Jueves la primera página de la serie Grouñidos en el desierto.
El personaje protagonista es Julius, repescado de la colorista
Maremágnum. Este surrealista, tierno, entrañable Groucho continúa
apareciendo hoy en El Jueves. Se trata de historietas de una
página, en blanco y negro, que hoy constituyen un corpus monumental
construido historieta a historieta. Estoy convencido que en la
actualidad, la mayoría de la población española es capaz de asociar a
Ventura y nieto con el personaje de Groucho. Reproduzco de nuevo las
palabras de Juan Antonio de Blas, que suscribo enfáticamente:
«Hablar de «Grouñidos
en el desierto» es poco menos que imposible, ya que resulta
inenarrable sin el apoyo de la visión. En sus planchas se conjuga la
poesía con la lógica del lenguaje más literal, en un desmenuzamiento de
la irreal realidad en la que vivimos. Bajo la dialéctica de Groucho se
desmoronan los tópicos, las frases hechas, los convencionalismos
complementados con una realización de viñetas que no acepta las
limitaciones de viñetas que no acepta las limitaciones del medio. Creo
que «Grouñidos en el desierto», gracias a la combinación del
humor de Nieto con el particular, y reconocible, grafismo de Ventura se
convierte en un medio cálido. La lectura produce una relación personal
entre Groucho y el lector y convierte el comic, que es un medio frío, en
algo interpersonal vivo.»
No se puede ser más
certero en el análisis.
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