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TIZIANO SCLAVI. NON È SUCESO NIENTE


 

T. Sclavi

[ Tiziano Sclavi, el autor del rostro escurridizo ]


Artículo por Álex Romero


«Es inútil que busque una historia para contar. Es el lenguaje lo que debo encontrar, como he hecho siempre. Yo no cuento historias, cuento el modo de contarlas».
TIZIANO SCLAVI, Non è successo niente

 

Tiziano Sclavi pasa por ser el creador y, hasta hace poco, principal guionista del mayor éxito del cómic italiano de las dos últimas décadas: Dylan Dog, el investigador de las pesadillas. Una proeza de mérito, especialmente para un autor cuya obra, Dylan Dog incluido, tiene un tema principal tan edificante como el suicidio.

Hablábamos de Dylan Dog. La serie regular se acerca a los doscientos números y se encuentra disponible (en los quioscos italianos, claro) en cuatro ediciones simultáneas. Su editora madre, la Bonelli, ofrece además especiales, anuales, álbumes fuera de serie y el Almanacco della paura. Más allá de sus puertas, la gama de productos se multiplica: tomos recopilatorios, ediciones de lujo, juegos de mesa, de rol y ordenador, apariciones especiales en las revistas más prestigiosas del país, mazos de cartas, y toda la variedad de mercadotecnia que cabe esperar de un fenómeno de masas, incluyendo volúmenes más o menos doctos que intentan diseccionar el tal fenómeno.

Rara vez los éxitos surgen de la nada, tanto menos si son del calibre de Dylan Dog. La serie es la punta del voluminoso (y, a qué negarlo, fascinante) iceberg de trabajo producido a lo largo de toda una carrera por Tiziano Sclavi, guionista de tebeos sinnúmero, novelista, periodista y, ya puesto, director de la efímera edición italiana de Pilote. No obstante, el lector español que quiera formarse una idea propia de la obra de Sclavi lo va a tener difícil si se limita a estudiar lo editado aquí. Que yo sepa, el material disponible no excede lo siguiente:

1) Un bonito volumen de Roy Mann, a cuenta de un Toutain que presta toda su atención al dibujante (el llorado Micheluzzi) y menciona muy de pasada al guionista (según la contraportada, poco más que comparsa cómplice del genial dibujante).

2) Diecisiete números de Dylan Dog, irrepetible éxito de crítica y público en Italia y carne de saldos en nuestro país, donde pasa sin pena ni gloria por dos ediciones diferentes. Los siete primeros números son publicados por Zinco, sin demasiadas pretensiones y respetando aceptablemente el formato original. Algunos años después, Ediciones B ensaya una estrategia distinta con los diez números siguientes: formato de álbum, presentación más o menos lujosa, y portadas exclusivas de Alfonso Font adornadas por una cita de Umberto Eco, fan conspicuo de Dylan Dog. Además, el primer número de esta nueva edición (que equivale al octavo de la serie italiana, “Il ritorno del mostro”) viene acompañado por un puñado de artículos que enfatizan la relevancia del trabajo de Sclavi, redondeando el enfoque de cómic de culto con que la editorial quiere lanzar su producto. Aparentemente, no sirvió de mucho, y todavía hoy es bastante fácil encontrar en cualquier feria del libro de ocasión los restos encuadernados de la aventura.

3) La adaptación cinematográfica de una de las novelas de Sclavi, Dellamorte DellamoreDellamorte, dirigida por Michele Soavi, responsable de una sucesión de cintas de terror (Aquarius, El engendro del diablo y La secta) innegablemente brillantes. Aunque la película se toma importantes libertades con respecto a la novela de que parte, eso que pudiéramos llamar espíritu queda plasmado con fidelidad; el mismo Sclavi afirma sin rubor que la película es mucho mejor que el libro. Extraña, hermosa, y de compleja clasificación genérica, navega con engañosa facilidad entre aguas dispares: la comedia, el horror, la melancolía, el surrealismo y las disquisiciones filosóficas. En Italia, donde no necesita mejor aval que el éxito de Dylan Dog, obtiene inmejorables resultados de taquilla. En España los distribuidores, incapaces de determinar qué tipo de película tienen entre manos, deciden ponérselo difícil al espectador condenando la cinta con un título horrendo, Mi novia es un zombi, que ahuyenta a quien pudiera disfrutarla y, quizá, atrae al que espera una parodia chocarrera del tipo de El silencio de los borregos o Scary Movie, (¿tengo que decir que en tal caso el chasco está asegurado o cae por su propio peso?).

De todo lo anterior, la película es quizá el trabajo más representativo de la obra de Sclavi; paradójicamente, es cierto, porque él no firma el guión. Por su parte, Roy Mann es un estupendo tebeo de ciencia ficción y aventuras, muy disfrutable en cuanto episodio aislado pero que sólo cobra verdadera dimensión yuxtapuesto a las demás aventuras del personaje. Y en cuanto a Dylan Dog, la colección perece demasiado pronto, antes de que llegue el turno de los episodios más logrados: “La zona del crepuscolo”, “Morgana”, “Storia di nessuno”, “Memorie dall’invisibile”... Podemos, no obstante, aislar algunas características peculiares de la serie:

1) Ya en el primer número, “El amanecer de los muertos vivientes”, Sclavi plantea los puntos programáticos de la filosofía de Dylan Dog. El detective de las pesadillas es contratado por una viuda no exactamente desconsolada para investigar la muerte y posterior resurrección de su marido en forma de zombi caníbal. Dylan acompaña a la viuda al cine para hacerle ver dos películas: el Zombi (1978) de George A. Romero (cuyo título original, Dawn of the dead, toma prestado Sclavi) y Un hombre lobo americano en Londres (1981), de John Landis. Ambos, particularmente el último, son ejemplos de la peculiar mezcla de humor y horror que habitualmente logra el guionista; no persigue una combinación de monstruos y comicastros al estilo de Abbott y Costello, donde la supuesta gracia se limita ya a la exhibición de reacciones esperpénticas por parte de la víctima, ya a la reducción al ridículo del monstruo de turno. Los zombis de “El amanecer de los muertos vivientes” no quieren bailar con Michael Jackson, quieren comer carne humana. En Dylan Dog, el peligro es real, e incluso cuando el ayudante del detective, un doble de Groucho Marx, se enfrenta armado de chistes a la amenaza de la muerte, la tal amenaza se confirma, y en numerosas ocasiones el chistoso sale bastante mal parado.

2) El recurso a los sueños en la narración, no sólo (como es el caso del primer número) para construir el obligado final “sorpresa” en la tradición de Carrie (1976), sino como representación de una realidad fluida, elástica y caprichosa. Sclavi usará a menudo de la noción de mundos paralelos (el punto de partida de Roy Mann, bebiendo explícitamente de la novela Universo de locos de Fredric Brown), de coexistencia de infinitos mundos cerrados sobre sí mismos. En dicha noción está la peculiar claustrofobia, la contagiosa angustia existencial que esconde el núcleo del horror de Dylan Dog y de casi todo lo que ha escrito Sclavi.

3) Una de las características más comentadas por estudiosos y aficionados: el uso impúdico de ideas, imágenes y demás elementos tomados de otros autores. Sclavi entiende, como Totó, que crear es fácil y copiar difícil, y opta abiertamente por el camino difícil. Así, por ejemplo, podemos encontrar en mitad de “Memorie dall’invisibile” el alegato final de Charlie Chaplin en Monsieur Verdoux, palabra por palabra. O, en “Alfa y omega”, el monólogo del Rutger Hauer moribundo de Blade Runner. Sclavi no camufla sus numerosos plagios. Se toma la molestia de hacerlos reconocibles al tiempo que los integra en la historia que está contando, adaptados a su personalidad inconfundible. De su prodigiosa técnica parasitaria surgen obras tan memorables como “Apocalisse”, demencial revisión de El ángel exterminador de Buñuel, “La casa degli uomini perduti”, mezcla imposible de Soy leyenda y La casa infernal (dos novelas de Richard Matheson), o “Gli inquilini arcani”, que combina con habilidad pasmosa una novela de moderna paranoia urbana, El quimérico inquilino de Roland Topor, con un delicioso cuento de fantasmas clásico, La habitación número 13 de M. R. James. Vale la pena señalar que Sclavi no limita las prácticas plagiarias al cómic: construye sus novelas con la misma técnica y, así por ejemplo, Apocalisse (originalmente titulada Guerre terrestri, como parodia de las Star wars) es Los pájaros (1962) de Hitchcock elevada al cubo, y Mostri reinterpreta con cariñosa devoción La parada de los monstruos (es decir, Freaks) de Tod Browning.

4) Y, si nos ceñimos a la forma, las primeras páginas de “El amanecer de los muertos vivientes” también anuncian sin disimulo lo que vendrá: una planificación cinematográfica minuciosa que intenta explotar al máximo las posibilidades del medio y de los dibujantes, con resultados magistrales cuando cuenta con colaboradores dela talla de Angelo Stano o Corrado Roi. Sclavi engarza con pulso narrativo casi perfecto una sucesión de imágenes a menudo muy potentes en unos guiones que cuida con celo maniático.

5) Sin embargo, rechaza frontalmente el modelo de narración lineal que ya ha manejado sobradamente en títulos clásicos como Zagor. Siempre se ha reprochado al fantástico italiano (y a directores como Mario Bava, Dario Argento o Lucio Fulci) su tendencia a la dispersión y al desprecio de la lógica más elemental; ese defecto es, sin embargo, virtud cuando da lugar a mundos oníricos e irreales tan atractivos como el de Bava o, por supuesto, Sclavi. El guionista reconoce que, con Dylan Dog, se permite el lujo de trabajar de diez en diez páginas, para descubrir el final junto a su investigador y en esa construcción descoyuntada identifica Umberto Eco una de las claves del éxito: sólo pueden ser objeto de culto, afirma, las obras desmontables, las obras que permiten la cita de elementos aislados. Entre las historias más brillantes de Dylan Dog hay una buena cantidad de minicompendios antológicos (valga el ejemplo privilegiado de “Totentanz”) que reúnen multitud de pequeños relatos en un mismo episodio. Pero incluso cuando Sclavi narra una única historia, lo hace combinando elementos (propios o, ya hemos visto, ajenos) que relaciona en una conclusión ad hoc. A menudo, el cierre es muy satisfactorio, no en términos de lógica lineal, sino como epitafio lírico-filosófico que unifica el mensaje. Por ejemplo, si se trata de un whodunnit clásico, no importa tanto quién, cuándo y cómo descabelló a las víctimas (cual suele ser el cierre de la novela detectivesca al uso), sino la amargura que le llevó a hacerlo (es el caso de “Il castello della paura”). Y, más característicamente, si seguimos a lo largo del relato las peripecias de un personaje perdido en un torbellino de alucinaciones y mundos paralelos (véase “Storia di nessuno”) el final nunca explicará las pesadillas para restablecer la lógica racional, sino que escenificará una fantasía aun mayor, aun más desquiciada.

Yo soy los monstruos

Sclavi, genio precoz, gana a los diecinueve años el premio Scanno con una novela corta, Film, que se desvanece en el olvido al poco de ser editada. Como diría su autor, el público la recibe con entusiasta indiferencia y las entregas subsiguientes del novelista van acumulándose en el cajón. Mostri aparece, en versión muy recortada, en la revista literaria Il belpaese. Tre no llega a publicarse por el voto en contra de Italo Calvino. Obras maestras como La circolazione del sangue o Dellamorte Dellamore son rechazadas por un editor tras otro. Algunos trabajos, menos arriesgados en forma y fondo, van apareciendo: Apocalisse, Un sogno di sangue, y la compilación de cuentos de misterio para público juvenil I misteri di Mystère. Entre tanto, Sclavi se gana la vida como periodista, corrector de estilo y, finalmente, como guionista de tebeos. Escribe Gli aristocratici con Alfredo Castelli, Silas Finn, Altai & Jonson, Roy Mann, John Merrick y, ya para la editorial Bonelli, continúa personajes consagrados como ZagorViñeta de Zagor, Mister No y Ken Parker, y crea otro, Kerry il trapper, que no consigue el favor del público.

Finalmente, en 1986 entra en escena Dylan Dog. Sclavi había propuesto al editor Sergio Bonelli una serie de terror. Su primera idea era recuperar a los protagonistas de la novela Dellamorte Dellamore y construir el tebeo en torno a ellos. Afortunadamente, no lo hace: un hueso demasiado duro de roer. Si la película Dellamorte Dellamore triunfa en taquilla es porque Dylan Dog le ha allanado el camino y los responsables del guión del film han suavizado los aspectos más extremos del personaje (donde, por poner un ejemplo elocuente, han omitido un suceso del segundo capítulo: Dellamorte acribilla a tiros a una pareja de enamorados que retozaba en las cercanías de su camposanto y acto seguido viola a la chica).

Dylan Dog promete ser un desastre de ventas en los primeros números: los quiosqueros protestan y la colección está a punto de ser cancelada. Pero entonces algo ocurre (el socorrido ‘de boca en boca’, probablemente), algo que inicialmente toma la forma de un culto localizado y acaba desbordándose como fenómeno de masas. A remolque de Dylan Dog, la editorial milanesa Camunia decide arriesgarse con las novelas inéditas de Sclavi. Primero Tre, y después Dellamorte Dellamore, que se convierte en bestseller. Siguen todas las demás: Mostri, una versión revisada de Apocalisse, la compilación de novelas cortas Sogni di sangue, el poemario Nel buio, La circolazione del sangue y Nero. (también adaptada al cine, en este caso por Giancarlo Soldi).

A todo esto, en la cumbre del éxito, Sclavi cae víctima de bloqueo creativo fulminante. No es la única de sus dolencias: padece también de alcoholismo, agorafobia, bulimia y muchos otros achaques que él mismo revela en posteriores novelas autobiográficas. Sus manías son legendarias: sólo sale de casa para ir al psicoanalista, no concede entrevistas y no consiente que le fotografíen. Durante mucho tiempo, la única imagen disponible del guionista es una caricatura debida a su colega Alfredo Castelli.

Deja Dylan Dog en manos de un joven ayudante, Claudio Chiaverotti, y sólo regresa después de un largo periodo de descanso. A su regreso, se ha cansado de los excesos hemorrágicos que le hicieron célebre y opta por un enfoque más fantástico, para indignación de muchos lectores que le acusan de haberse ablandado. Pese a todo, algunos de los episodios que escribe están a la altura de los mejores de la serie, empezando por el que marca su vuelta, “Il volo dello struzzo”.

Retoma también la escritura de novelas, con dos trabajos impúdicamente autobiográficos: Le etichette delle camicie (1995) y Non è successo niente (1998). En ambos se mantiene un estricto realismo irónico que decepciona a los fans de Dellamorte Dellamore y sus anteriores novelas. Los pobres resultados de ventas de Non è successo niente causan un nuevo bloqueo creativo que, a decir de Sclavi, sigue vigente y sin receso en perspectiva.

¿Por qué funciona Dylan Dog y no Le etichette delle camicie? ¿Por qué Dellamorte Dellamore sólo funciona cuando Dylan Dog le precede? Dellamorte y las demás novelas inéditas del grupo anterior a Dylan Dog son violentas, fantásticas y nihilistas. Le etichette delle camicie y Non è successo niente son reposadas, realistas y de optimismo muy moderado. Dylan Dog se encuentra a medio camino entre unas y otras, tomando lo más atractivo de cada grupo: violencia y fantasía como Dellamorte, de acuerdo, pero en lugar de su nihilismo, el optimismo moderado o, mejor dicho, el pesimismo que deja un pequeño hueco a la esperanza de Le etichette delle camicie. Por semejanza de imágenes y escenarios, Dellamorte Dellamore y su grupo son reinterpretables en términos del relativo optimismo de Dylan Dog. La temática de las dos últimas novelas, por el contrario, parece más apartada de su mundo imaginativo, y las hace más indigestas para el fan de Dylan.

Hemos dicho más arriba que la obra de Sclavi es una colección de variaciones en torno al tema del suicidio. Sclavi escribe sobre la miseria, sobre el dolor de la existencia, sobre el sufrimiento de los que son diferentes y sobre la posibilidad (en la mayoría de casos, imposibilidad) de huida. Sclavi ha concedido pocas entrevistas, pero todas ellas jugosas. Suele citarse su respuesta cuando le preguntaron si se identificaba con Dylan Dog. Ni Dylan ni Groucho, dijo. Yo soy los monstruos.

Uno de los episodios más aclamados por los lectores de Dylan Dog es “Johnny Freak”, la historia trágica de uno de esos que son diferentes, capaz de dar su vida en acto supremo de generosidad hacia el desalmado que hizo de él un monstruo. Y Mostri es una de las pocas novelas que Sclavi pudo publicar antes de la explosión de Dylan Dog; en ella, un enano aprende a aceptar su condición y, por tanto, la vida, al verse encerrado en el pabellón de deformidades de un psiquiátrico en compañía de un retrasado mental (Gnaghi, personaje fetiche de Sclavi) y un hombre sin extremidades. Ese es el muy moderado optimismo que hace digeribles Dylan Dog y algunas historias de horror de Sclavi, la posibilidad de redención. En la mayoría de novelas, en Tre, en La circolazione del sangue, no hay salida. En esta última, una víctima de asesinato en habitación cerrada decide investigar el misterio de su propia muerte. Acaba descubriendo que el asesino fue uno de sus numerosos clones, venido del futuro a través de una abertura en el espacio-tiempo para intentar acabar con él y, de esa forma, con su propia existencia subsidiaria. Pero el protagonista (que es Sclavi y, con él, el propio lector) sigue existiendo, condenado a una conciencia que no puede ahogar ni en el alcohol ni en la muerte.

Se sabe que Sclavi ha intentado suicidarse en más de una ocasión.

Matadero 3

Sclavi no puede permitirse el lujo de concluir Dylan Dog como hizo Neil Gaiman con su Sandman. Aunque sólo sea porque demasiados amigos suyos viven de Dylan Dog. Las aventuras, por tanto, se han extendido más allá de lo razonable; Dylan ha vivido en quince años, sin envejecer ni un ápice, peripecias suficientes para llenar varias vidas. Es un achaque común a la mayoría de tebeos seriados incombustibles, que habitualmente se justifica como licencia poética. ¿Cómo se unifica semejante dispersión en el caso de Dylan Dog? No buscando una plausibilidad inalcanzable, sino cuestionando la realidad del todo. Sclavi nos contó el final de las aventuras en el número 100, con “La storia di Dylan Dog”. No es un episodio particularmente conseguido, pero oficia de cierre más que satisfactorio: Dylan abandona su oficio de investigador de las pesadillas cuando consigue desentrañar el enigma de su propio pasado. Todo lo que viene después de ese número 100 son más episodios del pasado. Es frecuente en la obra de Sclavi lo que podríamos llamar enfoque psicoanalítico de lo sobrenatural; ejemplos privilegiados son los alienígenas de “Terrore dall’infinito”, que no son sino la manifestación distorsionada de un episodio traumático ocurrido en la infancia de uno de los personajes, o los horrores diversos que aparecen en “Sogni”, odisea truculenta en la que las apariencias demoníacas se conjuran a través de la indagación introspectiva.

Así pues, de todo lo que ha vivido Dylan... ¿qué es real, qué es imaginación, que es sueño, qué es relectura alegórica del pasado? En una buena cantidad de episodios, el detective de las pesadillas ha visitado de forma consciente o inconsciente mundos paralelos (“Storia di nessuno”, “Caccia alle streghe”, “Gente che scompare”, “Zed”, “Morgana”, etc...). ¿Cuántas de sus aventuras se han desarrollado en uno de esos mundos paralelos? De hecho, cada uno de los episodios podría haber tenido lugar en un mundo diferente, que varía del anterior en un detalle insignificante.

Algo parecido ocurre con las novelas; puesto que no conseguía publicarlas, en cada una recuperaba personajes e historias de las anteriores. Así, el Gnaghi de Mostri es y no es el Gnaghi de Dellamorte Dellamore, de Nero., de Tre. En esta última novela está la clave; llevando hasta sus últimas consecuencias el fatalismo del Matadero 5 de Vonnegut, el protagonista de Tre es capaz de viajar no sólo adelante y atrás en el tiempo sino entre universos alternativos, sólo para descubrir que no es posible escapar del horror. Machaca una rata con las ruedas de su coche, e intenta refugiarse en un universo paralelo en el que la muerte del animalejo no haya ocurrido. Pero buscando ese universo paralelo, pasa a través de todos los universos en los que sí ha ocurrido, y la agonía y el chillido de la rata se multiplican casi hasta el infinito. Al final del libro, el héroe (permitámonos la ironía de llamarle así) muere y es enterrado; pero sus viajes entre realidades han causado una mutación: desarrolla un segundo corazón que sigue latiendo en las profundidades de la tumba.

El asunto Castafiore

¿Qué queda, entonces, de todas esas aventuras, si no son más que sueños y alucinaciones de la mente, episodios en la historia de mundos que no existen? Nada, es cierto. Así se titula la última novela de Sclavi, Non è successo niente, no ha pasado nada; el libro en el que había puesto mayores esperanzas y con el que consigue poco más que nada. El círculo se cierra (lo cual significa que, en realidad, podría continuar indefinidamente), y regresa a los planteamientos de Film, la primera novela, que documenta tres días en la vida de un pueblo donde siempre ocurre lo mismo, como una película que se proyecta una y otra vez. No hay diferencia real entre la nada, la repetición infinita de algo y la profusión desaforada de peripecias coloristas; todo ello, en inevitable pirueta solipsista, forma parte de una mente que no puede dejar de pensar, de una vida que parece interminable. Sclavi lo dejó claro en Dellamorte Dellamore y en Non è successo niente: los zombis son el pensamiento, las ideas que llaman con golpes de hueso pelado que hacen retumbar nuestro cráneo, por mucho que lo hayamos fortificado, para comernos vivos.Dylan Dog

En una conversación de Sclavi con Umberto Eco, la esposa del historietista (lectora de Dylan Dog antes que pareja de su creador) explicaba la atracción que la serie ejerce en los jóvenes por su fijación obsesiva en la muerte. Dylan Dog, decía Cristina Sclavi, es uno de los pocos lugares donde puede hablarse abiertamente de la muerte, (con el sexo, preocupación adolescente por excelencia). La angustia existencial de Sclavi, el autor que no puede escapar de sí mismo multiplicando los mundos de fantasía de su creación, se comunica con la angustia existencial de los lectores, que no pueden escapar de sí mismos multiplicando los mundos de fantasía en los que se refugian, pero que aprecian una obra que comparte sus sentimientos y les ofrece una pequeña esperanza más allá del escapismo: la posibilidad de reconciliarse consigo mismos y con una vida que no comprenden.

¿Qué significa para Sclavi Dylan Dog y, en general, la escritura? Podemos volver a Roy Mann, serie protagonizada por un guionista de tebeos que, a causa de la explosión de una cafetera, es transportado a una serie de mundos paralelos en los que las historias que él escribía son reales. Roy Mann, el personaje, es transparente proyección de Sclavi, y viaja de mundo en mundo con una vaga sensación de claustrofobia, pues se sabe encerrado en su propia mente. Dylan Dog es ensoñación, que se hace liberadora cuando muestra los barrotes de nuestras vidas.

Uno de los libros favoritos de Tiziano Sclavi es Las joyas de la Castafiore. Como Álex de la Iglesia, otro ilustre enamorado de esa pieza maestra (¿y quién no lo es?), Sclavi admira que, después de volver la tierra y la luna del revés en aventuras sin cuento, Hergé proponga a los lectores una historia en la que no pasa nada, la crónica de un robo en el que ni siquiera hay ladrón. Esa es la verdad última: non è successo niente, no ha pasado nada, nunca pasa nada. Zombis, licántropos, hombres invisibles y asesinos en serie. Demonios, golems, gigantes y fantasmas infantiles. Y, por las rendijas, destellos crueles de realidad: racismo, miseria, explotación, guerra y dolor suficientes para seguir haciendo girar eternamente el mundo.

 Bibliografía

ABRESCIA, Dario (1995): Enciclopedia di Dylan Dog, Milán, Mondadori [El primer intento de sistematizar la mitos, personajes y escenarios de Dylan Dog. Referencia obligada para todos los trabajos que le han sucedido]

BERTUSI, Daniele (1997): Dellamorte e altre storie, Lecho, Periplo [Voluminoso y muy documentado estudio sobre las novelas de Tiziano Sclavi. Otro trabajo seminal]

CALVISI, Angelo (1996): Intervista a Dylan Dog, Roma, Teoría [Ejemplo bastante potable de la vertiente “popular” de la ensayística en torno a Dylan Dog. Glosa de los grandes temas de la serie: el horror, el amor, la muerte. Concluye con una entrevista a Sergio Bonelli]

OSTINI, Alberto (ed.) (1998): Dylan Dog, indocili sentimenti, arcane paure, Milán, Euresis [Muestra privilegiada de la vertiente “académica”. Entre sus aciertos incluye un guión de Sclavi (“Era morta”) y una extensa y muy interesante conversación del guionista con su fan más célebre, Umberto Eco. Además, el compilador del libro ha recurrido tanto a académicos (filósofos, sociólogos, etc.) como a historietistas para que escriban los ensayos que conforman el volumen]


ENLACES

Breve ficha
Entrevista de Antonio Gnoli
Entrevista en Il Matutino, de Nápoles
Texto de Luca Crovi sobre Sclavi
Otra entrevista
www.sergiobonellieditore.it


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