Tanques en la
jungla.
Otro de los temas
subyacentes no sólo a lo largo de estos 10 años que estoy comentando,
sino que en toda la extensión de la obra, es el uso de la violencia sólo
en situaciones extremas. Falk irá suavizando el recurso a la fuerza por
parte de sus personajes, convencido de que sólo está justificada en
casos extremos de defensa ante una agresión. Desde un principio los
antagonistas de El Fantasma son frenados por él sin necesidad de
recurrir a medidas extremas: en su primera intervención usa la
electricidad para inmovilizar a sus adversarios, pero no para
electrocutarlos. Y cuando sus enemigos mueren, suelen hacerlo a mano de
otros felones, como Kabai Singh, asesinado por Sala en La leyenda de
Krakatán, o como resultado de sus sucias intrigas, tal es el caso
del Rajá Simbal en El Maharajá de Nimpore. El héroe no aparece
cegado por ningún instinto vengativo, incluso cuando se enfrenta a los
asesinos de su padre en Los piratas Singh, o lucha por salvar la
vida a su amada en Misión especial (del 7 de febrero al 27 de
mayo de 1944).
Frente a tiras como
Dick Tracy, donde Chester Gould enfrentaba a su héroe con
delincuentes que parecían salidos de la primera página de los diarios, y
se inspiraban físicamente en estrellas famosas como Marlene Dietrich
para Marrow o Boris Karloff para Karpse, The Phantom combate a los
mismos enemigos de cualquier nación libre del hemisferio occidental: las
poderosas organizaciones criminales, el enemigo interior fascista y los
explotadores. Incluso su mayor enemigo, La Hermandad Singh, se ha
convertido en una organización supraterritorial, en la línea de la
futura HIDRA desarrollada por Stan Lee para Marvel, que en muchos casos
estará infectada por otras organizaciones criminales, como La banda del
cielo, que actúan impunemente en una sociedad presa de su desinterés por
los semejantes. El mismo Fantasma creerá que Diana es sólo otra niña
mimada, cuyas motivaciones se encuentran en el beneficio propio y no en
el bien social.
Falk muestra un gran
interés por incluir en su narración ciertos matices de crítica social
hacia una alta burguesía encarnada en el perfecto inútil llamado Jimmy
Wellis, apático enamorado de Diana, cuya única misión en la vida es
comer y dormir. También se aprecia cierta crítica al embelesamiento que
sufre la republicana sociedad norteamericana respecto a cualquier muerto
de hambre que ostente en su tarjeta de visita un título nobiliario. La
futura suegra de El Hombre Enmascarado padece en grado máximo esta
enfermedad y tiende a encontrarle unos finos pretendientes a su hija,
tan nobles como una patada en las partes, que cuando no resultan ser
traidores espías nazis, Red de espionaje (del 23 de octubre de
1939 al 10 de febrero de 1940) se revelan como miembros de complejas
organizaciones criminales, El plan 47 (11 de diciembre de 1946 al
1 de marzo de 1947). Por suerte El Fantasma se encuentra siempre cerca
para solucionar estos problemas, que una inoperante policía, centrada en
perseguir al inocente mientras respeta al culpable, no sabe solucionar.
Así ocurre en El pequeño Tommy (30 de octubre al 18 de diciembre
de 1937), donde se verá obligado a resolver un misterio que el
prestigioso Scotland Yard no considera como tal.
Tampoco se verá
libre de su crítica la explotación de las colonias por parte del hombre
blanco, con historias como Fusiles en la jungla o El dios del
lago donde la codicia de los colonos deberá ser frenada por The
Phantom. Con todo, al igual que ocurre con otros clásicos de la época
ambientados en zonas selváticas, la serie reproduce el esquema de la
figura de un blanco, monarca y juez supremo de una negra jungla, cuya
presencia evita el caos en una sociedad poblada por descerebrados pero
bonachones indígenas.
Uno de los rasgos
constantes de la serie, son los constantes esfuerzos del protagonista
por evitar los conflictos. Al contrario que la mayor parte de los
líderes políticos actuales, El Hombre Enmascarado cree firmemente en la
PAZ, arriesgando su propia vida en su consecución incluso cuando la
confrontación surge en lugares remotos, como vemos en El prisionero
del Himalaya (del 20 de diciembre de 1937 al 9 de abril de 1938). Su
búsqueda de la PAZ se debe a su convencimiento de que en toda lucha se
pierden vidas valiosas, tal y como refleja en la trilogía centrada en el
combate a la invasión japonesa, y de que muchas veces los beneficiarios
de un conflicto son sus instigadores en la sombra, como ocurre con los
hombres blancos que incitan el enfrentamiento tribal en Fusiles en la
jungla. En su defensa de la PAZ, no busca beneficio propio, ni
aumentar su leyenda o desgastar el crédito de otros ídolos enmascarados
con vistas a ser considerado el héroe más popular. Es más, habitualmente
realiza sus gestas entre bastidores y son pocos los que conocen de sus
desvelos.
El Fantasma utiliza
sus habilidades a fin de evitar toda lucha, consciente de que la
violencia es un mal de fácil expansión. Evitará las peleas entre
diferentes poblados indígenas, Los pescadores de perlas; los
abusos de dictadores, El gobernador; o las nefastas consecuencias
que el despliegue de un ejército en su propio territorio puede tener
sobre la población civil, El maharajá de Nimpore. En su constante
pugna en defensa de la justicia, el enmascarado no sólo incumplirá la
legalidad cuando ésta sea inmoral, sino que empleará todos sus recursos
incluidos los económicos, como ocurre en Gatillos de muerte (del
6 de abril al 25 de julio de 1942) donde destinará su inmensa fortuna a
ayudar a la población indígena. El héroe llevará este alejamiento de la
violencia a su modus operandi, procurando derrotar a sus enemigos
mediante las armas psicológicas que le proporcionan la superstición
humana y su leyenda suprahumana.
Lee Falk poseía la
misma claridad de ideas que mostraba su personaje respecto a la
necesidad de frenar la injusticia. Por eso, en una época en que la
mayoría silenciosa de su país mantenía una actitud aislacionista y
apática frente al auge de gobiernos de extrema derecha en Europa y Asia,
Falk intentó concienciar al lector de la necesidad de frenar unas ideas
cancerígenas cuya metástasis podría llegar a afectar la esencia de su
impoluto american way of life. Sus intentos de sensibilizar a sus
conciudadanos sobre la necesidad de reaccionar frente a un fascismo que
penetraba en todos los estratos sociales, y que muchas veces podía
mostrar una imagen atractiva de orden y eficacia social encarnada en
personajes encopetados, datan de antes de la implicación de los Estados
Unidos en la II Guerra Mundial. En Red de espionaje y Espías
en acción (del 23 de octubre de 1939 al 1 de junio de 1940), el
Barón Danton intentará incluir a Diana en su trama conspiratoria. En
La aviadora desaparecida y El misterio del templo indio (del
23 de septiembre de 1940 al 3 de mayo de 1941), El Fantasma se debe
enfrentar a una avanzadilla de una potencia extranjera, presumiblemente
europea dados los rasgos de los miembros del destacamento, que se dedica
a construir fortines en América Central de cara a una futura invasión
del continente.
Estos enemigos no
son tratados por dibujante ni guionista de una manera diferente, no
apreciamos un dibujo maniqueo ni aparecen escenas o diálogos que
diferencien a estos malvados de la caterva de delincuentes con los que
se había enfrentado el personaje. El Mal, no obedece a coordenadas
geográficas, ni rasgos étnicos. En el fondo el enemigo fascista y los
piratas asiáticos son encarnaciones de una misma ideología que no
entiende de banderas, la que propugna que el Bien Común no existe, y
sólo una minoría está llamada a disfrutar del Bienestar.
Desgraciadamente, esta ideología continúa viva; y son muchos los que
defienden la persistencia de elites culturales, económicas o morales,
bajo discursos impregnados de populismo. En nuestra mano está frenarlos.
La implicación de
los Estados Unidos en la II Guerra Mundial tuvo marcadas consecuencias
en las tiras de prensa, que llegaron más allá de la incorporación de
discursos patrióticos a la trama de los seriales. Fueron muchas las
series que se vieron afectadas por el alistamiento de sus creadores. Alex Raymond, en cuyo futurista Flash Gordon encontramos un claro
combate al fascismo representado en el enfrentamiento al dictador Ming,
figuró como autor de las páginas dominicales hasta el 30 de abril 1944
(sería sustituido tras su reclutamiento por el realizador de las tiras
diarias, que habían sido clausuradas el 6 de marzo: Austin Briggs).
Secret
Agent X-9, de Max Trell y Mel Graff, continuó brillantemente
su lucha contra el enemigo interior. El Johnny Hazard de Frank
Robbins realizó su incorporación a las tiras diarias el 5 de junio de
1944, coincidiendo con un momento en el que Hazard se fuga en un
bombardero de una prisión nazi. En 1944, Chester Gould enfrentó a Dick
Tracy con el espía nazi The Brow (tiras del 22 de mayo al 26 de
septiembre), en la que para muchos es la mejor historia del mejor año
creativo de Gould. Capitulo aparte merece Milton Caniff y su Terry
and the pirates. Tanto la versión dominical como la diaria habían
unido su trama, y desde finales de 1937 la serie denunciaba la feroz
invasión de China por Japón, convirtiendo a los piratas que dieron
título al proyecto en guerrilleros heroicos. Caniff desarrolló una trama
realista, que en ocasiones parecía avanzar el devenir de una guerra ya
mundial. Pasajes como la tira del 16 de octubre de 1941, en la que
fallecía la voluntaria Raven Sherman, o la página dominical del 17 de
octubre de 1943, que recoge un emotivo monólogo patriótico, han pasado a
la historia del cómic. La implicación de Caniff con el apoyo al combate
al totalitarismo, lo llevó a realizar de forma desinteresada la serie
Male Call, de 1942 a 1946, para la prensa militar.
Volviendo a The
Phantom, la serie se vio afectada por el estallido de la guerra. Lee Falk se implicó en las operaciones de Servicio de Inteligencia dentro
del Office of War Information. Tras su alistamiento en 1944, fue
nombrado jefe de la división de radio en emisiones en lengua extranjera.
Peor suerte corrió Ray Moore; su ingreso en las fuerzas aéreas supuso
que Wilson McCoy pasase a desarrollar el dibujo. Moore regresó del
conflicto con una afección nerviosa que lo imposibilitó para continuar
como dibujante regular. McCoy, quien había comenzado a colaborar con
Moore a raíz de la aparición de la página dominical, no sería acreditado
como dibujante oficial hasta entrado 1949, lo que conlleva una discusión
sobre la verdadera paternidad del dibujo, incluso en periodos anteriores
al conflicto. De hecho, ya en historias como Red de espionaje
(octubre de 1939) se aprecia un cambio en el trabajo gráfico, menos
estilizado y más limpio.
En la versión
publicada en España por Ediciones B se atribuye a Moore el dibujo en
solitario hasta Tanques en la jungla (14 de diciembre de
1942), acredita a Moore y McCoy como ilustradores de las historias
comprendidas entre La banda del Tucán y La muchacha
salvaje (del 16 de noviembre de 1942 al 8 de diciembre de 1945), y
atribuye a Moore las dos siguientes: Las sirenas del estrecho de Melo
y La princesa Valeria (del 10 de diciembre de 1945 al 20 de julio
de 1946).
Poco después del
ataque Japonés a Pearl Harbour, comenzó a aparecer la larga saga
centrada en la invasión japonesa de Bengala, desarrollada del 15 de
diciembre de 1941 al 14 de noviembre de 1942, que en su más reciente
edición española, apareció dividida en tres entregas: Feroz invasión,
Gatillos de muerte y Tanques en la
jungla. La característica de aparecer unas aventuras introducidas
por otra –algo habitual en la serie– se mantuvo apuradamente gracias a
la figura de Timo, el hijo de Gurán, que en la anterior aventura, El
Fantasma envenenado, había desempeñado un papel cercano al de
traidor tras ser engañado por unos timadores blancos, y ahora encarna al
héroe anónimo dispuesto a sacrificar su vida por el bien de los suyos.
Se aprecian varios cambios respecto a las tiras anteriores. Falk
demoniza al enemigo presentando a los japoneses como seres crueles que
disparan a indígenas desarmados por tocar un tambor, o como sádicos que
disfrutan torturando al héroe. A su vez, el ejército japonés es mostrado
como poco eficaz, pues es derrotado por unos hombres decididos cuyo
armamento es rudimentario. Este ejército sólo puede triunfar mediante un
ataque sorpresa y despiadado. El dibujo
también adopta rasgos maniqueos, principalmente en la representación de
unas tropas invasoras con eterna expresión de estar chupando un limón.
En su intento de
trasmitir moral a sus conciudadanos, Falk no sólo resta valía a una
fuerza invasora compuesta por 15.000 hombres incapaces de garantizar la
seguridad de su general, sino que aporta a su discurso interesantes
componentes humanistas. Se aleja del espíritu de la venganza, al
propugnar un trato justo para los prisioneros japoneses pese a sus
desmanes. De hecho, cuando se ve obligado a dar muerte al teniente
Kurachi, El Fantasma justifica su asesinato ante una apesadumbrada Diana
con un lacónico «es la guerra». El guionista invita a aparcar las
diferencias internas frente a un enemigo común. Defiende la relevancia
de cada ser humano a la hora de contribuir a frenar una agresión,
haciendo cada uno lo que mejor puede sin necesidad de sacrificios
inútiles. Esta consideración de que el heroísmo radica en un pueblo que
se une para luchar por su libertad, y no en los laureados paladines, se
reafirma en las tiras finales, en las que un Hombre Enmascarado al que
las instancias oficiales atribuyen todo el mérito, cede su protagonismo
al héroe anónimo, representado en una estatua sin nombre. En obras
posteriores como Misión especial (del 7 de febrero al 27 de mayo
de 1944) reaparece el tema del enemigo interior, en este caso una banda
de espías con aire de maleantes que intenta hacerse con unos documentos
secretos, que porta Diana junto a un capitán Byron presentado en la
trama relacionada con la invasión japonesa.
Nunca es tarde
para llegar a una buena historia. La trayectoria de
El
Hombre Enmascarado está llena de narraciones repletas de un atractivo
que pervive con el paso de los años.
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