Hablar de la obra Príncipe Valiente es tarea ardua
y compleja, pero no por ello deja de ser apasionante. Además es justo
por numerosas razones, bien porque sea una narración en estado puro,
sobre la maduración física y personal del protagonista, bien porque su
factura técnica es impecable, bien porque es uno de los cómics más
imitados de todos los tiempos, y sus influencias se rastrean con
facilidad hasta nuestros días. Si además contamos que es una obra que
comenzó a gestarse en 1937, le conferimos la categoría de clásico, en el
sentido más literal de la palabra. Logra vencer el paso del tiempo,
enemigo fundamental de cualquier manifestación artística, saliendo no
solo airoso del encuentro, sino implicándolo y haciéndolo su cómplice,
hasta el punto de hacerlo valedor de la obra.
Su autor es Harold Rudolph Foster, nacido en la ciudad
costera de Halifax (Canadá) en 1892 y muerto en EE UU, 90 años más
tarde, en 1982. Los años de su juventud los pasa en contacto con la
naturaleza en actividades como la caza o la pesca, habiendo sido
ocasionalmente minero. Pero aparte de esas actividades tan físicas,
siente desde sus primeros años la pasión por el dibujo iniciándose en
esta actividad como un paisajista aficionado y autodidacta, consecuencia
directa de su estrecho contacto con el entorno ambiental de su juventud,
Canadá, tanto en su costa atlántica, como en el interior (Winnipeg).
Tras estos años de libertad, escoge como oficio el dibujo, trabajando
como ilustrador comercial de catálogos de venta por correspondencia. Su
hasta entonces intensa biografía se serena con la llegada a los EE UU,
en donde se gradúa en escuelas de arte de Chicago, y comienza a trabajar
en la agencia de publicidad Campbell-Ewald de Detroit. Su actividad como
historietista la inicia en 1929, y prácticamente no la abandonaría hasta
su muerte. Para ubicar a Foster en su entorno, y posteriormente analizar
su técnica, se hace conveniente hacer un pequeño repaso histórico.
Una
pequeña concesión histórica.
En 1928, el cómic tal y como actualmente se entiende es
en general un relato en viñetas con apoyo de textos distribuido en la
prensa diaria y de carácter cómico y breve. Presenta dos soportes
básicos: el diario en forma de tira a blanco y negro, llamado en su
idioma de origen daily strip, y el dominical, a color y con
mayores posibilidades expresivas, llamado sunday page, que
ocupa la totalidad de la página del rotativo, sea del tamaño pliego, o
tabloide (su mitad). Su trazo es caricaturesco, su duración se
circunscribe al tamaño de la tira, o de la página dominical, y su
distribución va a cargo de unas agencias, que además contratan a sus
autores, llamadas syndicates. Dichos soportes de distribución
funcionan de la manera descrita desde comienzos del siglo XX. Hacia
finales de los años veinte, y siempre de una manera paulatina, las
strips se van encadenando en historias algo más largas, del mismo
modo que sus dibujos van perdiendo trazos caricaturescos.
La temática de evasión, de aventuras, melodrama,
detectives, medieval, ciencia ficción o space operas se
circunscribe al ámbito de los pulps, novelas baratas con portadas
llamativas y pintadas cuyo desarrollo es propio de la cultura popular de
EE UU (pero cuyo origen hay que buscarlo en Inglaterra) al modificar en
una sola entrega los criterios de publicación de los folletines europeos
del siglo XIX. El nombre de pulp se debe a la impresión en papel
de pulpa, de baja calidad y rápido amarillamiento; de distribución
ingente y precio muy escaso. La cultura popular del siglo XX, tiene una
dilatada nómina de personajes famosos cuyo origen se encuentra en este
tipo de publicaciones. Nombres como Tarzan (Edgard Rice Burroughs),
Ka-Zar (Bob Byrd), La Sombra (Maxwell Grant), Doc Savage (Lester Dent),
Fu-Manchu (Sax Rohmer), Conan (Robert E. Howard), ejercen como
inspiradores indirectos en las líneas argumentales de los cómics
seriados distribuidos por syndicates, y en general del cómic en
cualquier soporte creativo (los comic books están directa e
indirectamente inspirados en los pulps, y sus protagonistas están
presentes tanto en formato literario como en historieta). Todos estos
personajes eran además herederos de la estética de sus predecesores
europeos como Sherlock Holmes (Arthur Conan Doyle), y Rocambole (Ponson
Du Terrail).
Cuando la expresividad de las historietas se une a la
temática pulp, aparece de modo gradual el serial
de género aventurero y realista ideal para
proporcionar la
evasión que demandan los usuarios, que no son otros que los
lectores de los rotativos. En aquellos finales años veinte el éxito del
acoplamiento entre los pulps y los cómics es arrollador, máxime
cuando el cine es mudo, y los comic books ni siquiera están planteados.
Va apareciendo un dibujo realista más acorde con las historias que se
van a plantear, que convive con estilos más o menos caricaturescos o
distorsionados, fuertemente arraigados en los argumentos cómicos o
satíricos.
El paso definitivo lo da la agencia Campbell-Ewald en la
que Foster es un asociado. Joseph H. Neebe, su director, ve un éxito en
la adaptación de los pulps de Tarzan al idioma del cómic,
pensando con criterio comercial, que el dibujante ideal para acometer la
empresa debe ser el mismo que realiza las portadas de la novelas, J.
Allen St John. Pero rechaza la oferta alegando varios motivos. Es más un
pintor que un dibujante de historietas, no ve claro el éxito del
proyecto, y además alega estrés generado por la presión de los plazos de
entrega. Pero si el afamado ilustrador rechaza la oferta, el dibujante
Foster la acepta, con lo que se inicia su carrera. La obra será un
resumen de la primera novela del personaje, Tarzan de los
Monos, de 30.000 palabras escritas por su propio autor literario, y
60 dailies que representan un total de 300 escenas. Las fechas de
publicación abarcan desde el 7-I-1929, hasta el 16-III-1929, y llamar al
resultado un cómic, es quizás extender demasiado su definición y
concepto. El texto está impreso en tipografía (para darle un aspecto más
literario a la obra) y tanto las viñetas, como las dailies no se
vertebran en la estructura narrativa, propia de la historieta. Pese a
todo constituye un éxito sin precedentes, y posiciona a Foster como un
pionero, dueño de un estilo realista nunca visto hasta esa época. Pese a
ser una obra de encargo, en ella laten los esbozos de lo que
posteriormente será su estilo, uno de los más imitados de la historieta
de todos los tiempos.
A partir de este momento la historia toma dos derroteros
diferentes, que se esbozan levemente, y que pertenecen a la historia de
los cómics. Por un lado tiene lugar la
conversión de la agencia de publicidad Campbell-Ewald en un syndicate
capaz de distribuir satisfactoriamente el producto, y su posterior
integración en el poderoso United Features Syndicate, propiedad del
magnate de la prensa Joseph Pulitzer (el de los premios de excelencia
periodística), a raíz del crack económico de 1929. Por otro lado,
Foster se niega a realizar más dailies
de Tarzan por considerar al cómic como una forma baja de
expresión artística. Las dailies, en
consecuencia, siguen adelante realizadas por el incapacitado Rex
Maxon, que se dispone a continuar con la adaptación de otras novelas de
Burroughs. Ya sea por la novedad de los planteamientos, o por la falta
de competencia con otras historias, los cómics de Tarzan
mantienen un ascendente camino de triunfos, lo cual motiva la
realización de sunday pages cuya autoría seguiría en manos de
Maxon, iniciándose el 15 de marzo de 1931. Pero su mediocridad alcanza
su cenit en la entrega dominical, con el subsiguiente enfado de un
Burroughs cada vez más disgustado con el trabajo gráfico de su obra
literaria. Con un J. Allen St John vetado por el syndicate, se
vuelve a ofertar la realización de Tarzan a Foster, por otra
parte bendecido por el propio Burroughs, y este acepta el trabajo,
iniciándolo en la que sería la página 29, fechada un 27 de septiembre de
1931. Pero si Foster había hecho declaraciones sobre la mediocridad del
cómic como manifestación artística en 1929, ¿a qué se deben las razones
de su cambio de actitud? ¿Qué le motiva a aceptar la realización de la
sunday page? La respuesta es tan simple y contundente como el
incremento de dividendos. Con el crack económico
de 1929, las
empresas de publicidad pierden buena parte de su razón de ser, al no
tener la población dinero para sus compras. Por otra parte, la masa
pública demanda historias de evasión que les alejen de sus problemas, en
una sociedad en la que aun no existía televisión y el cine no era lo
accesible que comenzó a ser muy pocos años después. El trabajo de Foster
como publicitario se resiente por la grave situación económica, y un
cambio de actividad hacia los cómics mantendría sus ingresos saneados,
dando estabilidad a su familia. Si además se considera el beneplácito de Burroughs, y las cartas de fans encantados con el tratamiento que da a
Tarzan, su cambio de actitud queda pues justificado, al poseer la
coartada moral que necesita para su dedicación al cómic.
Hal
Foster, de pionero a maestro
Hal Foster ocupa
la titularidad de Tarzan desde la plancha 29, de 27 de septiembre
1931 hasta la página 321, fechada un 2 de mayo de 1937. La práctica
totalidad de su estilo narrativo nace y crece en esta obra. Foster
supera el concepto de mero ilustrador para entrar en la categoría de
narrador. La línea argumental de su trabajo se separa definitivamente de
la de su autor literario, permaneciendo esta, en las dailies
realizadas por Maxon. En muy pocas semanas alcanza su momento
culminante, y además es capaz de mantenerlo durante un lustro. Sus
innovaciones técnicas, tales como las viñetas panorámicas, el detallismo
de los fondos, el realismo y la pulcritud en la documentación se hacen
presentes, en lo que será una constante de su estilo mantenido durante
cuarenta años. Ello le obliga a colocar los textos, tanto los
descriptivos, que se van haciendo poéticos, como los de diálogo, en la
parte inferior de sus dibujos, con el ánimo de no crear una disrupción
en sus composiciones gráficas. La naturalidad, espontaneidad y cuidada
técnica de la que hace gala, da pie a que sean bastantes los
comentaristas y críticos que afirmen que Tarzan sea la obra
maestra de Foster, en detrimento de Príncipe Valiente. (A este
respecto se mantienen autores tan incuestionables como Bill Blackbeard,
y Robert R. Barret). Pero tras el cese de Foster, Tarzan crece, y
además, en su nueva obra, Príncipe Valiente, su estilo madura, y
sobre todo entra de lleno en el concepto de relato, muy superior, y
sobre todo más elaborado que el que exhibía en Tarzan. Es más,
cuando Burne Hogarth asume la titularidad de la sunday, y se
libera del estilo de Foster para realizar el suyo, la strip prospera,
hasta el punto de alcanzarse uno de los más grandes binomios del arte de
las viñetas, asociándose el concepto de un Tarzan en cómic a la
gigantesca figura de Hogarth. Este mencionado binomio se sublima en los
libros de cómics de Tarzan de los Monos y Tarzan de la Jungla
de 1972 y 1976 respectivamente, en donde la viñeta secuencia y el
dinamismo más pasional se funden en unas páginas que recuerdan las
vidrieras de una catedral gótica.
Hogarth asume a Tarzan de una manera totalmente
distinta a la concepción de Foster. La serena majestad hierática, casi
apolínea que Foster imprime en el héroe selvático es radicalmente
transformada por el dinamismo barroco y altamente expresivo con que le
dota Hogarth. Esta concepción también adquiere llamativos matices en el
ritmo narrativo, que pasa de una viñeta secuencia en el primero, a una
descomposición del movimiento en el segundo, con lo que una escena ocupa
no una, sino varios pictogramas. Cuando el gran maestro Hogarth regresa
a su gran personaje en 1972, y posteriormente en 1976, parte de la
aludida descomposición del movimiento en varias viñetas, la reduce a
solo un gran pictograma, prácticamente a una secuencia, que por su
tamaño se convierte en una splash page.()
Probablemente, la cima estética de Tarzan en sunday
pages (y también en dailies) llega entre el intervalo de
tiempo que discurre entre 11-XII-1967, y 29-I-1978, cuando Russ Manning
se hace cargo de la autoría de la franquicia, devolviendo al señor de la
jungla toda la majestad y profundidad que su autor Burroughs concibió
para él. Los magníficos dibujos de Manning, y la entretenida trama,
obran el milagro. Esta pequeña joya se halla sepultada entre las
inmensas figuras de sus dos grandes e incuestionables autores, y merece
ser rescatada y revisada en toda su profundidad. Pero esto es otra
historia, si bien se recomienda vivamente desde aquí la lectura de dos
trabajos sobre estos temas: “La magia de Burne
Hogarth”, de Maurice Horn, publicada como prólogo en la obra
Tarzan de los Monos, de Burne Hogarth, y editada por Montena en
1982, y la página web Bibliópolis. Archivos de opinión. Artículo
“Tarzan de los Monos de Russ Manning”, escrito por Rafael Marín).
Hal Foster se ha cansado de Tarzan. Son muchos los
motivos. El circunscrito margen geográfico de la jungla se la queda
corto, pese a que lo amplía con civilizaciones perdidas (egipcios,
vikingos, y hasta un seudo remedo de una posible civilización persa, o
al menos orientalizante) felinos africanos, simios y hasta dinosaurios.
Le fatigan los artesanales y pedestres guiones que le suministra el
equipo artístico del syndicate, sin profundizar en los
personajes, y con un Tarzan completamente alejado que el que concibió su
autor literario. Una figura sin capacidad de respuesta, que se ubica en
la jungla de la misma manera que un árbol. Tan solo formando parte de la
decoración. Necesita desarrollar una
historia en que la acción trascurra en muchas partes del mundo, y en
donde los protagonistas interaccionen con el paisaje. Se empieza a ver
como un narrador, un autor total que desea contar sus propias historias.
El océano Atlántico, los bosques boreales, y los grandes viajes por esas
extensiones, que le evoquen de una manera inspiradora sus tiempos
juveniles. Foster parece tener claro que
todos los narradores desarrollan sus personajes, intentando
trasformarlos en personas, y además hacerles pasar por el tiempo para
que maduren y se gasten. No hay que olvidar que el autor se va
aproximando a su medio siglo de vida, con lo que la idea de envejecer,
presuntamente, no le da demasiados reparos.
En 1937 Foster determina que lo que quiere hacer es
desarrollar un relato épico en los
tiempos indeterminados del Rey Arturo. En formato de sunday y con
texto de su creación. Foster ofrece la obra al syndicate
del que dependía laboralmente, United Features Syndicate, que rechaza el
proyecto, alegando que para la publicación dominical de un proyecto
nuevo era necesario un periodo de prueba en dailies con el fin de
valorar su potencial rendimiento comercial. Sin pensárselo dos veces se
lo ofrece a la empresa rival, King Features Syndicate, perteneciente al
magnate de la prensa William Randolph Hearst (el ciudadano Kane de Orson
Welles) que acepta el proyecto con la condición que cambie su título, de
Príncipe Arn, al más desafortunado pero comercial “Prince Valiant in the
Days of King Arthur”. La serie debuta el 13 de febrero de 1937. Comienza
la leyenda.
El
estilo de Foster. Valoración estética de
Príncipe Valiente
Durante los años más significativos de la edad de oro del
cómic, y en lo relativo al concepto de serial de estilo realista, se
pueden citar tres líneas estilísticas en los cómics distribuidos por
syndicates, según la visión experta de Javier Coma.
La primera de ellas se encuadra en un estilo realista y
figurativo, con fuerte profusión y culto por el detalle, tanto en
fondos, como en personajes. Entre los autores pioneros de esta tendencia
figuran Hal Foster, y en menor medida las inmortales figuras de Alex
Raymond (Flash Gordon) y Burne Hogarth (Tarzan). Su
influencia en años posteriores se rastrea en una abultada nómina de
autores y dibujantes, entre los que se citan, a modo ilustrativo, los
hermanos Barry (Dan y Sy), Al Williamson, Frank Frazetta, Mark Schultz,
Dave Stevens, John Buscema, John Bolton, así como de otras
nacionalidades como Jean Giraud, Paolo E. Serpieri, Grzegorz Rossinski,
Franz, el clásico José Luis Salinas, y muchos de los ilustradores del
magazín británico Eagle.
Una segunda línea, con una corriente de influencia tan
marcada como la anterior, se instaura en una tendencia próxima al
impresionismo. El detallismo cede ante la expresiva mancha de tinta, y
el ritmo rápido de su narración. Sus autores padres están representados
en las figuras de Noel Sickles (Schorky Smith), Milton Caniff, su
autor más representativo (Terry y los piratas, Steve Canyon)
y Frank Robbins (Johnny Hazzard). Son muchos los dibujantes y
autores que se inscriben en este registro, y sirvan como ejemplo, Mel
Graff, Paul Norris, Alex Toth, Carmine Infantino, Gil Kane, John Romita,
David Mazzuchelli. Como en el caso anterior, otras nacionalidades están
presentes en la adopción de esta estética, entre los que figuran el
argentino Arturo del Castillo, el español Ambrós, y los italianos Milo
Manara, y sobre todo el gran maestro Hugo Pratt, autor de Corto
Maltés, uno de los cómics más emblemáticos de la historia del medio.
Javier Coma, todavía añade una tercera corriente
estética, encabezada por Chester Gould, y que se encuadra en la línea
del expresionismo. Sus influencias a lo largo de la historia del cómic
son más difíciles de seguir, pues aunque muchos autores y dibujantes se
expresen con este estilo, están sustancialmente alejados de las
propuestas estéticas de Gould. Richard Corben, Alberto Breccia y Frank
Miller se pueden constituir como ejemplos.
Esta clasificación, como cualquier otra, está sujeta a
matizaciones. Las líneas estéticas descritas no son cerradas. Por el
contrario, al estar circunscritas en flexibles barreras, se atraviesan
con facilidad, incluso a lo largo de una misma obra. Además, y apurando
el concepto y clasificación propuesto por Coma, existen otros grandes
patrones estéticos dentro del cómic clásico –eso sí, ajeno al concepto
de serial distribuido por rotativos– que no han sido nombrados siendo de
enorme trascendencia. El estilo de Will Eisner, tan inclasificable como
lleno de innovaciones técnicas (The Spirit es una de los cómics
que más comentaristas y críticos han definido como obra maestra) la
escuela franco belga, del que Tintin es su más prístino
representante, y los homogéneos estilos que han caracterizado los comic
books de EC y Marvel (la llamada Era Marvel de Stan Lee y Jack Kirby).
El estilo de Foster se inscribe en una línea realista y
figurativa, un estilo del que prácticamente es su pionero (y maestro).
Sus influencias son pues bastante ajenas al mundo del cómic, y una
somera valoración de las mismas son esenciales para el análisis y la
descripción de su estilo. Para un estudio algo más pormenorizado se hace
conveniente dividirlas en dos bloques. Aquellas que se generan por su
propia concepción y estilo de vida, y las que va adquiriendo según
mejora su formación académica.
Ha quedado patente, que Foster es un hombre anclado en un
paisaje, que le gusta pisarlo, y sobre todo sentirlo. Durante su
adolescencia, navega en un balandro en las embravecidas aguas de la
costa de Halifax, en Nueva Inglaterra. Cuando por azares de la vida su
familia se traslada a Winnipeg, en el centro de Canadá, se enfrenta a un
paisaje ocupado por un bosque boreal, cargado de corrientes fluviales y
lagunas. Por vocación, además de por dinero y por nutrición, se dedica a
la caza y a la pesca, tanto de trampas, como de rececho. Es un hombre
joven de sobrada capacidad física, amante de las experiencias fuertes.
También es un gran dibujante y paisajista vocacional. En su obra
Príncipe Valiente vuelca todos estos conceptos, y paisajes, que han
dejado tanta huella durante su adolescencia y juventud. La formación
profesional del joven Harold le lleva al oficio de ilustrador
publicitario, por lo que sus dibujos además de realistas, han de ser
detallistas.
Cuando
llega a los EE UU se inscribe en las academias de arte (Art Institute
Chicago Academy of Fine Arts y National Academy of Design), por lo que
toma contacto con los grandes paisajistas ingleses de siglo XIX, y sobre
todo con una serie de importantes ilustradores estadounidenses, que en
aquella época estaban de actualidad. Nombres como Edwin Austin Abbey,
Joseph Clement Coll, y sobre todo Howard Pyle, representan con toda
seguridad las primeras influencias contrastadas de Harold R. Foster.
En el caso concreto de
Howard Pyle, las influencias pasan a ser homenajes, incluso plagios, en
las ilustraciones contenidas en sus libros sobre las leyendas artúricas
(The Story of King Arthur and His Knights, The Story of the Champions
of the Round Table, The Story of Lancelot and His Companions y
The Story of the Grail and the Passing of Arthur).
Esa marcada similitud entre algunas
ilustraciones de Pyle y algunas viñetas de Foster es especialmente
intensa en la presencia de un castillo de la p. 29 de Príncipe Valiente,
y en la de una justa en la p. 89. Foster, jamás negó esas exageradas
influencias (CUCCOLINI,
1998: 56-62).
La
estética de Pyle, determinante en Foster, es la que le remite a las
sagas artúricas, por lo que cabe en lo posible que éste se ilustrara con
las obras literarias que versaran sobre la leyenda, siendo la primera en
cronología, y probablemente en importancia el romance novelado La
Morte d`Artur escrito por Sir Thomas Mallory en pleno siglo XV,
durante la guerra civil entre los condados de York y Lancaster. Este
mismo libro es adaptado al lenguaje de la época en los años cincuenta
por el premio Nobel John Steinbeck, con el título The Acts of King
Arthur and His Noble Kings. En 1939 ve la luz la fascinante novela
The Once and Future King, obra del excéntrico Terence H.
White, y traducida al español con el poco apropiado nombre Camelot.
Buena parte de la fama de esta novela, ajena a sus elevadas virtudes
literarias, radica en dos versiones cinematográficas poco
convencionales, para las leyendas que relata. El film de dibujos
animados The Sword in the Stone (1963), de la factoría
Disney, que adaptaba con acierto y fidelidad la primera parte de la
novela, titulada precisamente así, y un musical dirigido por Joshua
Logan con el título Camelot (1967).()
[
leer la parte segunda del ensayo ]
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