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Alex Toth, un exquisito olvido


 

[ Bravo for Adventure, una de las creaciones más emblemáticas de Alex Toth ]


Artículo por Manuel García Iglesias y Félix Velasco


No es infrecuente, cuando se proyecta en retrospectiva la evolución de los cómics estadounidenses, referirse a la Edad Dorada en un doble sentido: uno genérico, el de los clásicos, especialmente aventureros, encarnados en las figuras de Tarzan, Príncipe Valiente, Flash Gordon... y uno particular, el de la editora National, la archiconocida DC, con las epopeyas fundacionales de sus iconos Superman, Batman, Wonder Woman... Este ultimo concepto goza de tal vigencia que, en el seno de dicha casa, también se habla de una Edad de Plata, la de los años cincuenta que, sin embargo, no goza del correspondiente reflejo al nivel general aludido en primer lugar. Es este aspecto el que proponemos como punto de partida para un primer acercamiento a la figura del dibujante norteamericano de origen húngaro conocido por Alex Toth.

I. Contexto.

El tercer decenio del siglo, el de los felices veinte, contempló la evolución de la historieta estadounidense desde el tono humorístico y el registro caricaturesco que había dado nombre al medio hasta el trazo realista y talante aventurero de los clásicos héroes que se avecinaban. Algunos de los niños que iban a devorar esas viñetas nacían en una década marcada en sus estertores por la depresión del año 1929, fecha de aparición del primer héroe completamente ajeno a la caricatura: el Tarzan de Hal Foster.

Estos infantes, cuya imaginación fue encendida por las andanzas de los personajes creados por los autores que desde entonces (y hasta ahora) iban a establecer el canon del dibujo realista, Raymond, Foster, Caniff... constituyen un grupo de cierta homogeneidad, al menos con notas características comunes, que no por casualidad reflejan de alguna manera las circunstancias en las que se forjó su arte: el esplendoroso desenfado de sus ídolos, por una parte, y los nubarrones que anunciaba el Crack del 29.

Nos encontramos, por lo tanto, a finales de los cuarenta y plenamente a lo largo de los cincuenta, con la incorporación a la industria de un talentoso grupo de jóvenes dibujantes a quienes la historia de los cómics parece haber relegado a un prestigioso segundo plano. Prestigioso, por la unánime reputación cosechada por estos artistas entre las generaciones posteriores de autores, críticos y aficionados, y segundo plano, porque nunca se les ha otorgado el status de rutilantes estrellas del que parece que gozarán eternamente (y con todo merecimiento) los Alex Raymond, Hal Foster, Jack Kirby...

¿Qué tienen en común los, por otra parte, singulares dibujantes a los que nos vamos a referir a continuación? Además de aspectos anecdóticos como la época de su nacimiento, la década de los veinte, y del lugar donde se produjo el mismo (casi todos son neoyorquinos), es preciso citar aspectos estéticos como: la adscripción al realismo gráfico de todos ellos, la solidez en el uso del blanco y negro, el hecho de conformar una generación de autores que brilla fuera del ámbito de la prensa y que realiza sus aportaciones desde el ámbito de los comic books y otros (aunque, por supuesto, no fueron los únicos ni los primeros). Como el lector avezado sospechará nos estamos refiriendo a, además de al protagonista de este ensayo, a Joe Kubert, Gene Colan, Gil Kane y otros que podrían incluirse en este selecto grupo.

Resulta llamativo el paralelismo que, al menos en la mente de algunos de nosotros, se ha establecido entre las figuras de Alex Toth y Joe Kubert. Como se ha dicho antes, ambos son dibujantes de corte realista, cultivadores del blanco y negro y otras similitudes, a las que se podrían añadir algunas anecdóticas, como su procedencia europea (ambos son originarios de Europa del Este: Kubert, de Polonia y Toth, de Hungría). Si a todo esto le unimos la doble percepción que el aficionado español tiene de su obra: escasa publicación y alto prestigio, tendremos como resultado una aparente asimilación que esconde las diferencias existentes entre los dos ases del pincel.

Efectivamente, la esporádica edición española de su material y la ausencia en nuestro mercado de algunas de sus obras más importantes no ayudan a percibir los matices en el grafismo de ambos artistas: el contraste producido por las manchas de blanco y negro en Toth frente a la agresividad de las líneas de Kubert, la representación y forma de los globos en uno y otro, como luego se expondrá, la resolución gráfica de los rostros, el diferente uso de las onomatopeyas, y otras que a continuación se abordan en profundidad, exponentes de un estilo del cual las citadas diferencias suponen una primera toma de contacto.

II. Estilo.

La estética de Toth trasciende la habitual estilización que identifica a todo dibujante, y nos remite a un concepto estético en el que el contraste rige todo el planteamiento gráfico del autor. El juego de masas de blanco y negro preside una concepción gráfica en la que la asunción de la página como una unidad plástica juega un papel fundamental. Da la impresión de que el dibujante de origen húngaro ha elaborado una síntesis visual en la que cualquier elemento representado: personajes, objetos, parte del decorado, etc., establece una relación de oposición tonal realzada por el juego de la luz. El empleo del silueteado en negro es una de las manifestaciones de un grafismo en blanco y negro en el que, en ocasiones, tienen cabida los grises, dependiendo de la historia.figura 1

No menos unánime es la admiración por su sentido del diseño. Este aspecto, que también afecta a los elementos no figurativos del lenguaje del medio: globos, cartuchos de texto, onomatopeyas, rótulos, etc., confiere una elegancia a su puesta en página desusada en los cómics, en la que los mismos conforman un todo orgánico que contribuye a equilibrar la composición construida con masas blancas y oscuras. Entre la panoplia de recursos utilizada por el autor destaca el imaginativo uso de las onomatopeyas: las mismas adquieren una rotunda fisicidad en Bravo por la Aventura (más conocida por Jesse Bravo), cuando su mera presencia en una viñeta enfatiza lo repentino y aparatoso de la acción (figura 1), así como la colocación de los globos en la viñeta central de la plancha de Sgt. Rock: los bocadillos suplantan a sus titulares, representando a los soldados ingleses que comentan el accidente y el solapamiento de los mismos expresa la ansiedad y confusión del momento (figura 2).figura 2

Incluso aspectos a menudo soslayados como el rabillo de los globos son atendidos por Toth mediante la renuncia, en ocasiones, al tradicional a pico y resueltos mediante una tenue línea dirigida al parlante que resulta de una elegancia y suavidad no acostumbrada.

La rotulación no es menos descuidada, y el juego de la tipografía se combina con el dibujo de objetos representativos para producir planchas de apertura en las que los títulos cobran vida, como en la joyita de cuatro páginas, Dirty Job (Trabajo sucio), en la que la “t” de Dirty toma la forma de una ensangrentada espada boca abajo, apuntando la dirección del chorro que, en la parte inferior de la página, se transforma en sangre recogida en la copa que se encuentra ante uno de los solados romanos que han realizado dicho desagradable trabajo. La virguería deviene metáfora en el simbolismo del vino y la sangre del Señor, puesto que la acción transcurre en Palestina, y la ausencia de espacios entre viñetas reviste carácter metalingüístico cuando, en la citada plancha inicial, los tres centuriones se abren paso entre los nativos y arrojan a uno de ellos fuera del fondo negro que unifica las tres viñetas de la primera página de esta inteligente historieta firmada por Bob Haney (figura 3).figura 3

Y si Toth se ocupa de todos los elementos dentro de la viñeta, no podía olvidarse de jugar con el formato de la misma para realzar ciertas situaciones dramáticas. Llegamos así a una de las más acusadas características del artista: su fuerte sentido de la planificación, detrás de la que parece hallarse un proceso de reflexión a la hora de concebir cada página, renunciando, desde luego, al montaje tradicional de un Kirby o un Buscema. ¿Cuál es el riesgo de esta propuesta? Desde luego, caer en el esteticismo de la página como unidad gráfica, cosa que, afortunadamente, no parece haberse producido muchas veces. Las variables que ha introducido Toth, si bien discutibles como toda propuesta poco ortodoxa, cuando no han coadyuvado a la narrativa de la historieta, al menos no la han entorpecido, y en cualquier caso, han enriquecido el medio. No es infrecuente que ese sentido del montaje le lleve a superponer unas viñetas por encima de otras más grandes que actúan, a la vez, de fondo espacial y de marco temporal. Con ello se plantean unos interesantes problemas de continuidad (al coincidir en el tiempo dos momentos) que, por ejemplo, son resueltos en el sentido de entender que el tempo lo marcan las viñetas pequeñas que puntúan la acción, ya que el momento temporal de lo mostrado en la viñeta de fondo queda fijado por medio de la parte superior de la misma, la que no está tapada, marco que nos pone en situación y a partir de la cual se desencadena la acción que se desarrolla en las referidos pequeños cuadros, como nos muestra en la primera plancha de La epidemia, historieta de Green Lantern realizada con Keith Giffen (figura 4).figura 4

Lo que no se le puede discutir al maestro estadounidense de origen húngaro es la legibilidad de sus historietas en el sentido de fácilmente comprensibles visualmente. Se apunta, en este sentido, la disposición de los elementos que permite deslizar la mirada por la página, de tal manera que, a veces, las direcciones están sugeridas o marcadas para llegar al punto focal. Ese punto focal es el que rige los juegos de luces y sombras a equilibrar, suprimir o tergiversar, tan característicos de su producción, como lo es la otra gran nota definitoria de su estilo: simplificación. La síntesis visual, alcanzada a través de los medios descritos, se impone en su estilo gráfico, a través de un proceso de aprehensión de los fundamentos del dibujo y posterior pulido, limado de lo superfluo pero no de lo expresivo.

Su creación más personal, Jesse Bravo, vuelve a servirnos para reseñar unas últimas facetas estilísticas de gran interés. En esta obra se aprecia especialmente un peculiar uso del encuadre de una manera totalmente diferente a como lo haría el común de los autores. Se trata de no mostrar en su totalidad una persona, objeto o fondo como advertimos en figura 5Jesse Bravo, lo que demuestra que no siempre es imprescindible dibujar la cara entera ni todo el fondo, ejercicio de variedad compositiva (figura 5).

Esa variedad, trasladada al apartado estrictamente gráfico, muestra una voluntad por adaptar los recursos gráficos a la historia, tema o género a narrar. Así, su blanco y negro se expresa a través de lavados tonales y del pasado a tinta, se presenta virginalmente puro o incluye grises, se muestra totalmente realista o realiza concesiones a la caricatura, logrando un tono ingenuo y por momentos impresionista, a pesar de estar realizado en blanco y negro, el estricto juego de masas blancas y negras o un grafismo con más de línea, etc. Los ejemplos de esa variedad estilística se contrastan fácilmente en las revistas Warren, con historietas como “Nueva York” (figura 6), “El cultivador” o “Anobium”, cada una resuelta de una forma totalmente diferente.figura 6

En cualquier caso, hay un “estilo Toth” que tenemos en la cabeza, en el que es omnipresente el contraste, gran constante estilística, y que a la hora de representar la figura humana opone el blanco de la cara y manos, fundamentalmente, con el negro de la ropa. Una plena consecución del efecto precisa una resolución del rostro prácticamente sin sombras, a base de línea para los ojos, nariz, boca y poco más. Adquiere entonces importancia el grueso trazo de las cejas, casi una mancha, para equilibrar la composición. Puede comprobarse fácilmente tal recurso en, una vez más, Jesse Bravo (figura 7).

Tal depuración gráfica es el resultado de un conocimiento de los fundamentos del dibujo cribado por los años de oficio, un trazo expresivo, fácil (no hay más que ver la naturalidad de las posturas de los personajes) y con un toque “europeo” al que no debe de ser ajeno el origen húngaro del autor.figura 7

Todo este arsenal se puso al servicio de una producción casi siempre de encargo, en géneros como el aventurero, negro, superheroico, terrorífico, bélico o romántico, en una labor artesanal que alcanzó importantes cotas artísticas, pero en muy pocas ocasiones plenamente como autor completo, circunstancia que Jesse Bravo parece atestiguar en su excepcionalidad.

No nos queda sino lamentar que todo este talento se haya empleado para vehicular, en la mayoría de los casos, historias mediocres, o, al menos, desprovistas de la intensidad necesaria para que el contenido se haya colocado a la altura del continente.

En Toth, la forma es el fondo.

III. Alex Toth en España.

Si preguntáramos al aficionado medio qué le viene a la mente del trabajo de nuestro hombre, seguramente respondería con una triple reseña: Torpedo 1936, el puñado de páginas de Jesse Bravo aparecidas en la Historia de los comics de Javier Coma y la historieta del hombre murciélago recogida en Las mejores historias de Batman. La verdad es que la presencia de Toth en nuestro mercado no es mucho más amplia, pero rastreando con tiento se pueden localizar desperdigadas un buen número de historietas, algunas de ellas de indudable interés.

El hecho de que la autoría gráfica del último gran personaje del cómic español, Torpedo 1936, se deba a Toth, significó seguramente para muchos el descubrimiento de este artista. Si bien es cierto que la posterior aportación de Jordi Bernet subió el listón en bastante enteros (empresa harto difícil) y hoy es inconcebible imaginar al canalla de Luca Torelli con otro rostro, las dos historietas que nos legó el maestro norteamericano poseen la suficiente intensidad y personalidad para brillar por sí solas. Ilustrando el incisivo guión de un Abulí prácticamente en la cumbre de su desempeño profesional, la primera de ellas destaca por la poco frecuente gama de expresiones de Torpedo, que refleja sus diferentes estados de ánimo durante el relato. Como se sabe, el húngaro abandonó la serie (una serie que estéticamente le venía como anillo al dedo) por desavenencias con el guionista. Posiblemente, no sintonizó con su salvaje sentido del humor, demasiado para un autor que siempre ha hecho gala de un elevado sentido moral en sus declaraciones figura 8(al menos de palabra), aspecto al que no debe ser ajena su nacionalidad y quizá su edad, impidiéndole captar la ironía y desparpajo del planteamiento de Abulí. Lo cierto que es que en esta ocasión no podemos estarle más que agradecidos, puesto que la llegada de Bernet elevó al cómic español (y mundial) a las altas cotas de calidad que todos conocemos.

De Bravo for Adventure, proyecto del que es autor completo, ya hemos dicho que constituye una imprescindible excepción. El cariño que rezuman sus páginas, homenaje a una época romántica y añorada por el autor (la de, como él mismo expone en la plancha inicial, edad dorada de la aviación, tema recurrente en su obra) sólo tiene parangón con la impecable factura gráfica de sus 48 páginas, un trabajo de los de quitarse el sombrero. El autor se mueve a sus anchas y nos regala algunos de los más brillantes momentos de su carrera (varios de ellos comentados a lo largo de este ensayo). ¡Qué lástima que la historia se nos quede en tan poco! Afortunadamente, hemos podido disfrutar en España de la historia completa en las 4 entregas de la revista K.O. COMICS.

La pasión por los aviones en general y de época en particular se patentiza una vez más en la única historieta que realizó sobre el personaje Batman, con guión de Archie Goodwin: “La muerte acecha en un cielo embrujado” (Death flies the haunted sky). Resuelta con la elegancia y solvencia de siempre, no alcanza, sin embargo, la altura de otra historieta en la que Superman actúa, en el annual núm. 9 de la edición original (Superman núm. 7, Zinco), como anfitrión del hombre murciélago. Aunque una de las principales virtualidades de Toth, su potente uso del blanco y negro, se diluye en la plana paleta de puntos de todo comic book anterior a la coloración por ordenador, el desenfado y soltura de que hace gala para el ingenioso guión de Elliot S! Maggin, nos deja una perenne sonrisa en la boca durante las treinta páginas del relato. Sólo se echan en falta aeroplanos en esta ocasión, una de sus constantes argumentales, puesto que además de Jesse Bravo, la historieta de Batman realizada con Archie Goodwin, su participación en la revista bélica de Warren y con el mismo guionista, Blazing Combat, el delirante y festivo (a pesar del blanco y negro) homenaje a Roy Crane y Noel Sickles, “Oulala!!”, son sólo algunos de los exponentes de su atracción por el aire y la aventura.

Mayor interés reviste el otro tributo publicado en la revista Comix Internacional, “Taps”, un ejercicio de estilo (más que historieta) dedicado a la memoria de Wally Wood y Russ Manning. Nos encontramos con uno de los Toth menos realistas y más sintéticos que hemos visto, logrando una poética secuencia con ritmo de baile en la que la espontánea alegría de un payaso es enfriada por el gris y enojado semblante de una multitud que no acepta tal transgresión a su condición de rebaño.

Un buen puñado de representativas historietas cortas se encuentran entre las páginas de Creepy, las más relevantes guionizadas por Goodwin, así como Zinco nos ofrece su visión de algunos de los outsiders superheroicos de la escudería DC: además del comentado Green Lantern, aprovecha las posibilidades fantacientíficas de Atom y Flash en una ingeniosa historia de Bob Haney, al que ya nos habíamos referido en Dirty Job, recogida en el número 14 de Clásicos DC (esta historieta apareció en castellano en Las mejores historias de Team-Up jamás contadas).The Shadow. Clic para ampliar.

La huella dejada por el autor no se limitó a la historieta, sino que se aprecia también en el mundo de la animación, para el que creó personajes como Space Ghost. Posiblemente, ese fue uno de los motivos de su, en ocasiones, ausencia de los diccionarios de cómic, el hecho de no haber trabajado de forma duradera con ningún personaje. Zorro pudo haberlo sido, nunca lo sabremos, pero de lo que no cabe ninguna duda es de su influencia, recogiendo el legado de los maestros mencionados con anterioridad, en primeras firmas de la historieta de las últimas décadas: David Mazzucchelli, Howard Chaykin, Steve Rude, Matt Wagner, Walt Simonson, Mike Mignola, Tim Sale, Mike Allred, Bruce Timm, Javier Pulido...

Crucemos los dedos para que la escasa presencia en el mercado español de la obra de un maestro con tan aventajados discípulos se vea paliada con la osadía de alguna joven editorial...


ENLACES

Galería de imágenes de A. Toth


[ © 2003 Manuel García Iglesias y Félix Velasco, para Tebeosfera 030430 ]