Comenzó a trabajar y a cobrar sus ilustraciones
tempranamente, ya desde que cumpliera 15 años y viese publicado su
primer dibujo en la revista El Cine. Con
17 años logró publicar en la publicación de historietas En Patufet
y, acto seguido, empezó a colaborar profesionalmente en
L´Esquella de la Torratxa recomendado por el poeta E.G.C. Allí
quiso destacar en el humor político y costumbrista catalán de
igual modo que lo hacía su más admirado ilustrador, Joan Junceda,
a quien siguió el estilo hasta el punto de ser confundido con él
por el público, que asimilaba su seudónimo, "Xirinius",
al autor Junceda. En este período de la carrera de Juez / Xirinius, que abarca desde
1924 a 1939, trabaja fundamentalmente para el editor Innocenci López
Bernagossi, viéndose sus dibujos en publicaciones de todo tipo,
editadas por el anterior y por otros, como
L'Esquitx, Lecturas, La Campana de Gràcia, Papitu, Xut!, Virolet,
Mickey, La Nuri, K.K.O. y Pocholo, hasta el final de la
Guerra Civil.
Juez se había filiado al Sindicat de Dibuixants
Professionals,
pero tras el fin de la Guerra Civil tuvo que abandonarlo debido a
su desintegración. Este abandono no solo significó dejar de
pertenecer a una agrupación, también supuso, en aquel ámbito
trágico que fue la dictadura de Franco, el punto de inflexión
entre un tiempo en el que el autor había cosechado reconocimiento
dibujando chistes y caricaturas antifascistas, y otro tiempo en el
que firmar como Xirinius atentaba contra su seguridad personal.
Carente de fama, durante la
posguerra colaboró, como muchos, donde pudo y cuanto pudo,
refugiándose primero en la ilustración de novelas de la famosa
colección Biblioteca Oro de editorial Molino y en otras
publicaciones de los sellos Plaza (Norte, Fantástica)
y Mateu. Marcó su vuelta a la historieta la aparición en
Leyendas de
una adaptación de "Cumbres Borrascosas", donde se pudo observar la
transición desde sus débitos a Junceda hasta su nuevo estilo,
brioso, enérgico. Sobrevivió haciendo ilustración e historietas
para cuadernos apaisados, sobre todo en Toray y en muchas
ocasiones con protagonismo femenino, aunque también tocó los
géneros de aventuras, deportivos, de piratería y de aventuras detectivescas. A
mediados de
los años cincuenta le reclamó la editorial Bruguera -donde ya
había publicado ilustraciones- para que dibujase varias entregas
de la colección Historias (que para algunos constituye su
labor más digna de admiración) y, a finales de la década, para
colaborar con Darnís en
El Jabato. La salud del dibujante más asimilado al ibero le
impedía tener a tiempo las aventuras semanales del héroe de Víctor
Mora y de ahí que se reclutase a Juez, que entre 1959 y 1964
desplegó allí un gran trabajo de iluminación y rellenado de fondos
con un trazo que aparecía, en ocasiones, torturado y fosco.
A partir de 1965, Juez optó por
trabajar para los mercados extranjeros vista la penuria industrial
española. Comenzó a colaborar con Francia, cumpliendo encargos de la editorial Imperia, para la cual ideó al personaje Oliver (en España,
Robin Hood), quizá una de sus máximas creaciones en cuando a
la delicadeza de trazo que demuestra y la sabia disposición de luces (fue reeditada en Francia y en Italia).
Para la misma editora gala también laboró en el personaje Caribú,
y
en la obra de fantasía heroica Ögan, una creación de Brocal Remohí que fue continuada por Buylla y por Juez posteriormente.
En aquellos años, la producción de Juez fue muy prolífica (llegó a dibujar cuatro páginas diarias de Oliver)
De vuelta a España, a
finales de los años setenta, trabajó para la agencia de Josep
Toutain Selecciones Ilustradas. Desde allí dibujó historietas de
adaptaciones de clásicos del terror y de aventuras de corte
histórico para el mercado extranjero, la mayoría de ellas no
traducidas al español salvo las aparecidas en colecciones como
Terror Gráfico o Dossier Negro. Es posible hallar, en
esas atmósferas opresivas del terror gótico que Juez dibujó en los
setenta, algunas de las mejores páginas de toda su carrera
(dignas, como ha señalado Cara, de haber sido guionizadas por
Mendizábal, Andreu Martín, Cava o Sampayo; o Moore, podría
añadirse). Sus últimas incursiones en los cómics consistieron en
adaptaciones de clásicos de la literatura universal para la
colección de Bruguera Joyas Literarias Juveniles, muchas de
ellas reeditadas luego en la tripa de publicaciones como
Mortadelo Especial, unos trabajos que le hicieron conocido
entre el joven público lector de tebeos. En los
últimos años de su vida, recuperó su seudónimo y se le hicieron
algunas pequeñas exposiciones como homenaje.
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«Con motivo del fallecimiento de
Jaime Juez he querido escribirte para manifestar mi tristeza ante
semejante pérdida humana. No le conocí personalmente, no obstante,
como humano y el hecho de ser un artista dibujante, hace que lo
sienta tanto como si lo hubiese tenido a mi lado. Es un
sentimiento que me ocurre con todos los dibujantes. Me ocurrió con
mi maestro, Alex Raymond. Recientemente me ha ocurrido lo mismo
con John Buscema. En su día lo mismo me ocurrió con Javier Puerto,
Anselmo Clavé, Manuel Brea, Javier González, Boixcar y Ramón
Escolano (Ramón y yo éramos amigos, habíamos trabajado juntos en
alguna ocasión).
Sentí mucho dichas pérdidas y ahora la de Jaime Juez.
Recordaré siempre su nombre.»
Rafael López Espí |
«Déjenme empezar diciendo que
Jaume Juez no fue uno de los dibujantes que me hicieron mella
cuando yo leía aquellas Joyas Literarias de Bruguera. Lo
conozco fundamentalmente
por estos trabajos, me resultó siempre muy familiar en aquella
colección y lo recuerdo vagamente por otros tebeos, así que debo
reconocer que se me escapa buena parte de su producción. Si a un
autor se le valora por la siempre resbaladiza, y difícil de
objetivar, calidad de sus trabajos, disponer de un estilo propio e
inconfundible es también un factor a tener en cuenta para hacer
esa valoración.
Jaime Juez tenia un grafismo muy sui generis, a
medio camino entre lo caricaturesco y lo que hoy llamaríamos línea
clara, con un trazo ondulante y unas proporciones que huían de la
rigidez académica. Su puesta en escena no era brillante, pero si
eficaz, lo que denota conocimiento del oficio. Su prolífica
carrera demuestra que por encima de notoriedades este hombre fue
-en el mejor sentido- uno de esos dibujantes todo terreno que
Bruguera tenía para sacar adelante trabajos y que él desarrollaba
con humildad, tesón y con su mejor hacer y entender. No es poco. Y no
le es achacable, por tanto, que su estilo no fuera el idóneo en
algunos de los trabajos que desarrolló. Siempre he sentido
debilidad por estos dibujantes que no pasaron a la pequeña
historia del medio pero que
se dejaron la piel y buena parte de su vida en el empeño; también
tienen su lugar en nuestro patrimonio historietístico y es de
justicia reconocérselo. Un abnegado trabajador, sin duda, ha sido
el que
recientemente, con una edad avanzada, nos ha dejado para siempre. Con
él y
otros se van cerrando paginas de nuestra historia tebeística que
probablemente no sean las más brillantes, pero a las que tampoco se les
puede dar un apresurado carpetazo. Sobre
todo si tenemos en cuenta el contexto en el que trabajaron la
mayoría de estos profesionales y que condicionó no poco su
labor. Son nuestros mayores, nuestros referentes, y por tanto
vaya desde aquí, desde este duro oficio que compartimos, un caluroso
abrazo de despedida a Jaime y un sentido pésame a su familia y
amigos.»
Paco Nájera
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