SEXO Y BIOGRAFÍA EN LA OBRA DE RAMÓN BOLDÚ
El sexo ha sido un tema principal en la vida y obra del autor catalán Ramón Boldú, uno de los pioneros en abordar la temática autobiográfica en el cómic español. La época que le tocó vivir a Ramón coincide con la abolición de la censura en España y con la aparición y expansión de un nuevo tipo de publicaciones que ponían en entredicho la realidad social y cultural que se vivía en España desde hace décadas. Surgió un nuevo tipo de cómic, el cómix underground, procedente de Estados Unidos, que rompía esquemas por su tratamiento gráfico y sus contenidos irreverentes. Este tipo de cómics convivían con la prensa política crítica y con las fotos de desnudos y escenas sexuales. Ramón vivió la época del destape desde dentro, siendo creador de la revista erótica Lib, una de las que mayor tirada tuvieron en los primeros años en España. Todo esto lo convierte en un autor con un testimonio muy significativo a la hora de estudiar cómo se ha representado a las mujeres en los cómics eróticos y pornográficos. Detalle de la portada de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano.
En los últimos años, la editorial Astiberri ha reunido los cómics de Boldú en tres volúmenes, dándonos la oportunidad, por primera vez, de ver completa una vida dibujada que abarca décadas de historia y cambios de mentalidad muy bruscos. Estas obras son Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano (2009), El arte de criar malvas (2008) y Sexo, amor y pistachos (2010).
Con tan sólo doce años, Ramón se presentó en la editorial TBO para que publicasen sus historietas. El lenguaje del cómic ha sido para él un medio natural para comunicarse, y lo que ha caracterizado siempre las obras de Boldú es que tienen como objetivo contar historias que diviertan a sus lectores, la decisión de tratar temas de su propia vida vino eventualmente. Ramón ha retratado compañeros de trabajo, familiares, conocidos, anécdotas, recuerdos y situaciones tragicómicas y salidas de tono, con grandes dosis de humor y de franqueza. Historias en las que el sexo tenía un gran protagonismo, aunque muchas veces sólo fuese una excusa para contar otras cosas.
Para ver cómo refleja Ramón a las mujeres, es necesario estudiar cómo las representa gráficamente y qué acciones realizan en sus historietas. Haremos un repaso de la vida que nos relata, centrándonos en algunos pasajes protagonizados por mujeres. Hablaremos del discurso que emplea para definirse y definir sus relaciones, contextualizándolo en el ambiente cultural y social en el que vivió. De esta forma veremos, a través de los ojos de Ramón, a mujeres muy diferentes, con vidas nada convencionales, unidas todas ellas por un contexto muy peculiar e irrepetible, el de la España posfranquista.
Ramón nace en 1951 en Tarroja de Segarra, Lérida, donde pasó su infancia hasta que se trasladó junto con su familia a Barcelona. Por aquella época, sobre España pesaba una gran losa de mojigatería y pudor, un sinfín de tabúes heredados de la moral católica que se cebaban en lo erótico y lo sexual. El machismo y la homofobia eran parte de la cultura imperante. En la primera parte de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano nos cuenta cómo vivían los chavales su sexualidad en un entorno de censura y frustración. En el momento en el que sintió los primeros deseos sexuales, Ramón no podía ni imaginar lo que tenían entre las piernas las chicas, era una incógnita, y la información que recibía de sus padres no le era de gran ayuda. Su madre era católica, muy devota. Cuando lo cazó por primera vez en pleno acto masturbatorio, entre llantos le dijo que, si seguía así, perdería la salud y el calcio de los huesos. Debido al temor provocado por la madre, pasó aquellos primeros años de descubrimiento de la sexualidad pensando en que se iba a morir de un momento a otro. Fue en la escuela Sant Jordi de Barcelona donde aprendió las primeras lecciones de mano de sus compañeros. Entre ellos hablaban del tamaño de sus penes y de cómo se masturbaban. Con las niñas no ocurría lo mismo, ellas no hablaban nunca de sexo y desconfiaban de los chicos, eran “angelitos” que no se enteraban de nada. Por aquel entonces, Ramón solía tener un sueño recurrente en el que era invisible y paseaba por la calle mirando debajo de las faldas de las mujeres. A los diecisiete años comenzó a ir a discotecas donde, lo más divertido, era poder llegar a magrear los culos de las novias de su amigo Antonio, ya que Boldú era muy tímido para relacionarse de la forma en que Antonio lo hacía. A pesar de los manoseos que se daban entre chicos y chicas, todos seguían siendo vírgenes. En esta etapa conoció a una chica con la que comenzó a relacionarse e ingresó en un grupo de scouts por ella. Recuerda que todas las chicas de ese grupo vestían siempre un pantalón de pana muy diferente a las minifaldas que se veían en las discotecas. Esa mujer era Dolores, con la que contrajo matrimonio años después, en 1974. Ramón recibió una educación sexual diferente a la de su hijo. Extraído de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano, p. 31.
El cambio que supuso pasar de una forma de vivir las relaciones de acuerdo a lo que manda la santa madre Iglesia a lo que se vivió en los años del destape es monumental y se dio en un lapso de tiempo de apenas una década. Cuarenta años de dictadura nos dan una idea de lo ávida que estaba la gente de imágenes de desnudos y escenas sexuales, la cuestión de por qué el público mayoritario de estas publicaciones era masculino y heterosexual daría para otro estudio sobre los efectos de la represión ejercida sobre las mujeres y sobre los hombres homosexuales. En general, la población (sobre todo en las grandes ciudades) respondió con necesidad, con urgencia, con toda la frustración acumulada. Parte de los cambios llegaron con la apertura de España al turismo (principalmente europeo y americano), dentro de la política desarrollista del régimen franquista durante los años sesenta. Para muchos españoles supuso un primer contacto con otras formas de concebir las relaciones y vivir la sexualidad que estaban vetadas hasta el momento: matrimonios liberales que hacían intercambios de parejas, tríos, orgías, nudismo, homosexuales y transexuales que no se ocultaban ante la sociedad, personas que se divorciaban, mujeres que abortaban... Otro gran cambio llegó con la abolición de la censura en prensa con el nuevo cambio de legislación en 1977; sin embargo, las primeras revistas con contenidos pornográficos ya llevaban unos años abriéndose camino desde la clandestinidad, con publicaciones como la revista Bocaccio 70. La imposibilidad de publicar revistas americanas como el Playboy hizo que se generase un mercado propio. Entre estas publicaciones se encontraba la revista Lib, de la editorial Z, donde trabajó Ramón desde 1976 a 1983. Una revista que incluía fotos de desnudos, entrevistas, noticias y chistes gráficos, todo girando en torno al sexo. Allí inició la serie de tiras “Mi pareja”, que posteriormente se llamaría “Los sexcéntricos”, donde contaba las aventuras sexuales de las parejas. Fue pionero en realizar un tipo de cómic que podemos considerar transgresor e incluso subversivo. En un momento en el que la industria del cómic seguía anclada en contenidos y cánones viciados y repetidos hasta la saciedad, que seguía recurriendo a la sutileza y la retórica para volcar cualquier contenido mínimamente crítico, aparecen en España publicaciones europeas y americanas, como la célebre Zap Comix, capitaneada por Robert Crumb. Con una estética salvaje, cruda y explícita, cargada de sarcasmo y brutalmente honesta en sus intenciones, abordando temas prohibidos como el sexo, las drogas, la violencia, la crítica política, etc. Rompiendo esquemas y mostrando un territorio nuevo, lleno de posibilidades, a toda una generación nueva de dibujantes, entre los que se encuentran Mariscal o Gallardo, entre otros. Surgieron publicaciones como El Rrollo Enmascarado, Mata Ratos o el Papus. Los autores de referencia de Ramón pasaron de ser dibujantes míticos de TBO a dibujantes underground como Crumb o Pazienza y escritores contraculturales como Bukowski. Portada del primer número de la revista Lib (1976).
Ramón y su primera esposa, Dolores, compartían un concepto liberal del matrimonio. Extraído de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano, p. 107. |
Los miembros de la redacción de Lib se unieron alegremente a las experiencias novedosas que comenzaban a realizarse en España. Organizaban fiestas y publicaban fotos de modelos y actrices porno. Se trataba de vivir y dar a conocer sus aventuras sexuales con total libertad. Crearon una sección de contactos en la revista para que personas con gustos sexuales similares pudiesen contactar. Ramón respondió a uno de los anuncios que llegó, en el que se ofrecían unas vacaciones pagadas a Cap d’Agde (Francia), un lugar en el que se practicaba el nudismo desde los años sesenta. La condición que no se decía es que la labor del invitado consistía en hacerse pasar por esposo de la secretaria del organizador del viaje, con el fin de hacer un intercambio de parejas (todo esto sin el conocimiento de la esposa del organizador). Ramón, pese a estar casado, estaba abierto a todo tipo de experiencias. Durante su primer matrimonio, practicaron el intercambio de parejas en más de una ocasión, con diferentes resultados. En otros momentos, Ramón y Dolores decidían ser fieles el uno al otro. El personaje de Dolores se encontraba en la mitad de dos mundos o mentalidades opuestas, la primera encarnada por la madre de Boldú (temor y culpa), y la otra, la de la mujer sin complejos ni represiones como, por ejemplo, las mujeres que aparecían en la revista Lib posando y hablando abiertamente de su sexualidad.
Extraído de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano, p. 113.
En 1981, la pareja finalmente rompió, pero siguieron viviendo juntos un tiempo, ya que compartían una hija. Eran una “pareja moderna”, considerando cómo estaba la situación en España. En el momento en el que se casaron, el divorcio no era una opción a considerar. España, de hecho, fue de los últimos países europeos en legalizarlo por completo, cosa que sucedió el mismo año en que Ramón y Dolores se separaron. A la madre de Boldú le salieron unas manchas por todo el cuerpo debido al disgusto que se llevó cuando se enteró de la separación de su hijo.
Entre las historias de esta época, nos llama la atención la de Julita, originaria de un pequeño pueblo andaluz, que se mete en la industria del porno por un “descuido” de su marido. Boldú y los demás redactores de Lib idearon un concurso para que las mujeres mandasen fotos con sus desnudos. El marido de Julita mandó unas fotos de su mujer, pensando que era el único que leía la revista en su pueblo y que ella no llegaría a enterarse. Las fotos, sin embargo, generaron un gran escándalo al día siguiente de publicarse. Julita y su familia al completo huyeron del pueblo escapando de las críticas y llegaron a Barcelona, donde tuvieron que pasar unos días en la casa de Ramón hasta que la editorial encontró la forma de pagarles el viaje de vuelta. A raíz de las fotos que se publicaron, un productor de la industria del porno contrató a Julita. La historia de Julita muestra hasta qué punto la presión social era capaz de afectar a la vida de una familia. En comparación, el ambiente que se vivía en la redacción del Lib era más bien marginal, pero no estaban a salvo de suscitar reacciones en contra. La editorial Z sufrió amenazas de bomba y llamadas intimidatorias por parte de un grupo de ultraderecha, debido a los contenidos políticos que salían en Interviú, más que a los desnudos. Afortunadamente no se produjo ningún atentado, al contrario de lo que les ocurrió a los trabajadores de El Papus. En 1977, el grupo fascista Triple A les colocó una bomba, con el resultado de un muerto y diecisiete heridos. Ramón, por su parte, ya estaba familiarizado con las querellas por faltar a las “buenas maneras”, pero conseguía sortear las multas al declararse insolvente. Durante la década de los ochenta, la prensa underground se fue asentando y encontró su público. En 1988, Ramón entró como director de arte en El Víbora, y realizó una nueva serie llamada “Mario Gamma, el griego”, protagonizada por un alter ego peculiar que vivía aventuras descabelladas. Para varios episodios, Boldú se inspiró en sus vivencias, aunque desvirtuadas y exageradas. Inmediatamente después de “Mario Gamma”, en 1991, comenzó a contar su vida sin maquillar nombres y ni apellidos. Lo hizo por capítulos para la revista El Víbora (La Cúpula), y en 1995 se recopilaron en un solo libro bajo el título Bohemio pero abstemio. A continuación realiza Memorias de un hombre de segunda mano. Cuando conoció a la que sería su segunda esposa, Esther, ella estaba casada con un señor que representaba el prototipo de hombre machista y violento de la España profunda. Un día, Esther invitó a quedarse a dormir a una secretaria de Lib, y durante la noche, el marido de Esther trató de forzar a la secretaria a que le practicase una felación. La mujer se negó, y a la mañana siguiente, estando ellos tres sentados a la mesa, la secretaria no se atrevió a mencionar el incidente. En el momento en el que se lo contó, estando a solas con Esther, y sin la presencia del marido, esta última se sintió culpable de lo ocurrido y excusó a su marido alegando que había tenido una mala madre. Este hombre tuvo una segunda pareja a la que también maltrataba. Ramón con su segunda mujer, Esther. Extraído de Bohemio pero abstemio: memorias de un hombre de segunda mano, p. 150.
Las experiencias sadomasoquistas de la representante de Boldú. Extraído de Sexo, amor y pistachos, p. 104.
En 2001, Esther y Ramón se separaron y este último volvió a casa de sus padres con dos hijos varones. Boldú marcaba cierta distancia entre el momento en el que vivía los acontecimientos y el momento en el que los narraba. Dejaba pasar tiempo para tener cierta perspectiva y no caer en el egocentrismo fácil. La vivencia de su segundo divorcio fue una experiencia difícil, y el tiempo le daba la distancia necesaria para abordarlo con humor en el cómic El arte de criar Malvas. Su hijo mayor, cuando tenía dieciocho años recién cumplidos, le acompañó en su inmersión durante tres semanas en la industria del porno, que cuenta en su última obra Sexo amor y pistachos. El trabajo le llegó a Boldú a través de una representante que le propuso entrar como guionista de una película del sello Private. Esta mujer le contaba sus experiencias sadomasoquistas. Tuvo un amo que resultaba ser el profesor de piano del hijo menor de Ramón. Este hombre, llamado Homs, hacía cómics sobre sus fantasías sexuales (que no enseñaba a nadie salvo a Boldú). La esposa de Homs, ajena a los cómics y las prácticas sadomasoquistas de su marido, no se separó de él en ningún momento y cuidó de él cuando cayó enfermo. Boldú recalca que es, tal vez, la única historia de verdadero amor que se narra en el cómic. Ramón describe su personaje como un “hombre de segunda mano”, que, al igual que un coche, pierde aceite. De su peripecia vital se deriva una reflexión sobre las relaciones. El desgaste que supone la ruptura de una relación y el comienzo de una nueva con todo el bagaje a cuestas de vicios, malas costumbres y traumas que se arrastran y con los que tiene que lidiar la nueva persona.
El estilo de Boldú es caricaturesco, feísta, no es un autor que se obsesione por el acabado gráfico o por un ideal estético. A sí mismo se representa vistiendo siempre una camisa a rayas, chaqueta, unas botas tejanas, vaqueros y un pañuelo en el cuello. Tanto las botas como el pañuelo hacen referencia al personaje principal de la película Cowboy de medianoche, con el que le gusta identificarse, personaje afable y un tanto ingenuo rodeado de un mundo sórdido de miseria y prostitución. Una pareja aficionada a los cómics de Boldú lo invita a formar un trío. Extraído de El arte de criar malvas, p. 25.
Las mujeres que aparecen son variadas y más bien afeadas, eso sí, la voluptuosidad de las curvas es un rasgo que suele marcar. No es un artista que dibuje un tipo concreto de mujeres, cosa que ocurre con algunos autores; tampoco las muestra como un objeto deseable, el deseo sexual no es patrimonio exclusivo de los varones, es igualmente reflejado en personas de ambos sexos e incluso, de terceros. Boldú retrata, tanto en las revistas como en los cómics, a mujeres desinhibidas y, al mismo tiempo, a mujeres cargadas de contradicciones y complejos, que se debaten entre sus pulsiones sexuales, la educación recibida y la presión social. Un glosario de diferentes formas de vivir la sexualidad que, en la España del momento, eran consideradas anticonvencionales y contraculturales. El comentario que hace Esther en Sexo, amor y pistachos (p. 60) “…tú vienes de la época del destape, todo te da igual. Nuestro hijo es de otra época”., refleja cómo hemos terminado renegando de ese exquisito lío de relaciones, sensualidad y sexualidad que se vivió en esos momentos.
Reencuentro, tras muchos años, con una mujer con la que vivió un intercambio de parejas. Extraído de Sexo, amor y pistachos, p. 103. |
Bibliografía