Manfred Sommer Resalt, el que fuera autor destacado en el llamado boom del cómic durante la década de los ochenta, e igualmente figura relevante en otros terrenos, falleció en octubre del año 2007, en su casa de Galifa, cerca de Cartagena. Mucho antes, en 1984, había desaparecido de las revistas españolas (aunque la publicación de sus álbumes llegó hasta 1991). Además y debido a la facilidad polifacética que le caracterizaba, su presencia en las publicaciones españolas de cómic había sido bastante breve. Por estas razones, una buena parte de los asistentes al homenaje que se le tributó en la Biblioteca Regional de Murcia el 23 de marzo pasado, no habían tenido oportunidad de conocer su obra y quedaron sorprendidos por la categoría del homenajeado como dibujante y como narrador de historias.
La biblioteca Regional de Murcia, donde se le tributó homenaje a Manfred Sommer
Los aficionados españoles a las narraciones gráficas sólo pudieron disfrutar de sus historietas, básicamente, en dos períodos. El primero, desde comienzos de su carrera como dibujante en 1948, se prolongó de manera discontinua durante los años cincuenta. El segundo, casi siempre como guionista y dibujante, abarcó desde 1980 a 1984. Esta segunda etapa, que supone menos del 9% de su vida profesional, fue suficiente para situarle entre los grandes nombres del cómic. Durante el resto del tiempo, su creatividad se manifestó en otras actividades, como la ilustración que está presente en la exposición organizada como parte del homenaje y que permanecerá abierta hasta el día 30 de abril.
Sus trabajos en el campo de los dibujos animados están representados por los bocetos que realizó en 1967-68 para un proyecto sobre Federico García Lorca que no fue llevado a la práctica. También se exhibían estudios de personajes y las primeras planchas de un cómic que Manfred, muy ocupado entonces con “Frank Cappa”, no pudo continuar. El guión era de Carlos Sampayo y hubiera desarrollado cuatro historias en torno a un automóvil de la marca Mercedes. Las planchas expuestas tienen como escenario Alemania durante la época nazi.
La exposición, igual que el libro editado, está estructurada en tres partes: historietas, ilustraciones y bocetos. En la mesa redonda, que comentaré más adelante, Carlos Giménez lamentó que no se hubiesen incorporado pinturas porque “Manfredo era un pintor maravilloso”.
El libro, del que puede encontrarse información separada en Tebeosfera, tiene un contenido que coincide, en gran medida, con el de la muestra. Pero no es el catálogo, no pretende serlo, pues como dice el popular dicho “ni son todos los que están, ni están todos los que son”. La diferencia más notable es el episodio de “Frank Cappa”. En la exposición figuran todos los originales de “La Caza”, con los dos cazadores de hombres: el indio amazónico con arco y flechas y el que llega de la “civilización” para matar indígenas con su fusil de precisión y mira telescópica. En el libro aparece “Jangada”, el relato de toques mágicos que transcurre en un poblado brasileño de pescadores. Ambos se publicaron por primera vez en 1981.
Este volumen, comienza con tres breves prólogos. Tuve la satisfacción de escribir el primero. El segundo, está firmado por José Antonio Bascuñana, director de la entidad editora: Ediciones Tres Fronteras (dependiente de la Consejería de Cultura y Turismo), y el tercero se debe a Juan Álvarez y Jorge Gómez que son los coordinadores del homenaje y del Cómic Corner, III Encuentros de Cómic en Murcia. El primer escrito, así como un análisis de Frank Cappa, también se encuentran disponibles en Tebeosfera. Llegados a este punto, parece un buen momento para indicar que los recuerdos y comentarios que aquí figuran son complementarios a los que ya incluí en mi prólogo. No me ha parecido correcto volver sobre lo ya expuesto, aunque fuese para ampliarlo.
La Comicteca, lugar donde estaban expuestos y accesibles los libros de Sommer
Antes de comentar los actos del homenaje, parece conveniente dirigir la atención sobre otras dos realizaciones de Sommer que son poco conocidas y pueden verse en la muestra: su colaboración con la revista satírica del deporte Barrabás (historieta y portada del número VII, de 14 de noviembre de 1972 –en las páginas 36, 37 y 55 del libro–) y una muestra de sus incursiones en el cómic norteamericano. “The Maiden and the ... Monster!”, un relato de seis páginas con guión nada menos que de Stan Lee, que publicó Marvel Comics Group, en el número 12 (agosto de 1971) de la serie Monsters on the Prowl (que hasta el número 8 se había llamado Chamber of Darkness). La portada referida a otra de las historias contenidas en el comic book, fue realizada por Jack Kirby. Este dibujante también era editor de la serie y quedó muy complacido con la calidad del trabajo, pero a Manfred no le agradaba el sistema que imponían estas grandes compañías; se produjo entonces la salida de Kirby de Marvel y la colaboración no se repitió. Esta obra no ha sido reproducida en el libro.
Los actos que tuvieron lugar el lunes, 23 de marzo, comenzaron con la inauguración de la exposición. Juan Álvarez dio la palabra a Javier Castillo, director de la Biblioteca, posteriormente hablaron Alfredo Sommer Geniés, hijo del homenajeado, y Arantza Gandarias, su viuda. A continuación, en la sala de actos adjunta, José Antonio Bascuñana presentó el libro Manfred Sommer, con el que se inicia la colección Cómic Corner. A este primer volumen se unirán otros dedicados a diferentes autores. Sin interrupción, tuvo lugar una mesa redonda, en la que participamos: Carlos Giménez, Alfredo Sommer, Federico Moreno (quien escribe estas líneas) y, como es natural, los dos impulsores del evento: Juan Álvarez y Jorge Gómez, conocidos por sus populares series “Los Mendrugos” y “Lucía, gabinete de sexología” en el semanario El Jueves.
Me correspondió comenzar el coloquio, lo que hice señalando la coincidencia de Manfred Sommer, Jesús Blasco y Carlos Giménez en las páginas de los primeros números de la revista Hunter - dedicada al género del Oeste -, con sus series Lobo Solitario, Los Guerrilleros y Gringo. Blasco había sido maestro y mentor de Manfred en sus primeros pasos como dibujante e historietista, mientras que Carlos, presente en la mesa, llegó a ser uno de sus mejores amigos.
La pasión de Manfred por la historieta comenzó cuando contaba nueve años, a raíz de los tebeos que le proporcionaban unos familiares. Sucedió cuando, en vacaciones, un inoportuno tifus le obligó a guardar cama durante varias semanas. Además de leerlos, calcaba los dibujos. Su personaje preferido era Cuto, un chico como él, creado por Jesús Blasco y cuyas peripecias podían seguirse en las páginas de Chicos. “Era el único dibujante español que estaba al nivel de los norteamericanos”. Impulsado por este sentimiento se presentó en casa de los Blasco, con la pretensión de que Jesús le diera clases de dibujo. No podía hacerlo. Bastante difícil le resultaba compatibilizar su trabajo con el largo servicio militar que le había caído encima, pero aceptó que compartiese su propio tablero y pasase a ser, casi, un miembro más de la familia. “Mi héroe ya no era Cuto, era Jesús Blasco”. “Estaba más tiempo en su casa que en la mía”. Ambos protagonistas me relataron estos hechos en términos muy semejantes. Lo que no me contaron nunca ni Jesús, ni sus hermanos (también dibujantes), fueron las bromas terribles que gastaban a los incautos que les visitaban. Manfred fue testigo y pudo librarse, posiblemente, debido a su edad.
Dos dibujos para Marujita, de Molino |
Cuando empezó a soltarse con el dibujo, algunos días, su enorme afición le dominaba y se quedaba practicando en el torreón de la casa paterna; bajaba a la hora en que tenía que regresar del colegio, sin que sus padres advirtiesen el engaño. En el Colegio Alemán en que cursaba sus estudios notaban sus faltas, pero no le descubrían. Es de suponer que su entrañable humanidad influyese ya, en aquella época, en el ánimo de los profesores.
Tenía catorce años cuando se publicaron sus primeros dibujos en la colección de cuentos Marujita de Editorial Molino (Barcelona). En las imágenes adjuntas se reproducen dos ilustraciones aparecidas en el número 351, del mes de febrero 1949.
Unos meses más tarde realizó la portada de “La Muerte Roja”, que es el número 2 de la colección Héroes de la Aventura, de Ediciones Alberto Geniés (Barcelona). Este cuaderno contiene una historieta protagonizada por “Vulpo, el hombre científico”, que era un personaje creado en 1948 por el guionista L. Cirujeda y el dibujante Juan Llobet, para Publicaciones Iberoamericanas (Barcelona). La influencia de autores norteamericanos como Milton Caniff, Frank Robbins o Will Eisner es evidente en dicha portada.
Algunos años después, nuestro artista mantenía sus preferencias, según puede apreciarse en la historieta de cinco páginas, “Comandos Heroicos”, publicada en el almanaque para 1958, de El Capitán Trueno (Editorial Bruguera, diciembre de 1957). Los fragmentos reproducidos, corresponden a la mitad inferior de la plancha 2 (blanco y negro) y superior de la 5 (bicolor). Fue realizada después de permanecer unos años en Francia y Bélgica, durante los que se vio obligado a dibujar con otros estilos.
En una escapada a España había contraído matrimonio con María, hermana del dibujante Alberto Geniés, ya citado como editor de tebeos. De vuelta a París, la pareja compartió piso con el también dibujante, Julio Ribera y su esposa.
Durante las décadas 1960 y 70, Sommer ilustró numerosas portadas de novelas, las dos aquí reproducidas pertenecen a la Biblioteca Oro de la Editorial Molino, de Barcelona. “Cuando los asesinos se equivocan” es el número 10 de la serie Casos célebres y fue puesta a la venta en 1966. “Agravio mortal”, lleva el número 661 y se publicó en 1973. El original forma parte de la exposición y figura en la página 51 del libro.
La relación y luego la amistad de Carlos Giménez y Manfredo (Carlos nunca dice Manfred) fue tomando cuerpo, de manera progresiva, en la época en que ambos estaban vinculados a la Agencia Selecciones Ilustradas.
Según explicó Carlos en su intervención, él (Carlos) y otros colegas trabajaban en el estudio que estaba anexo a la agencia, mientras que Manfredo, lo hacía en su propia casa y sólo iba por allí ocasionalmente. Carlos reflejó más tarde las andanzas de aquel variopinto elenco en Los Profesionales. La amistad entre ambos “se fraguó en las largas charlas que manteníamos en alguna cafetería mientras tomábamos unos cubatas”. “Tenemos mucho hablado y mucho reído”.
En la mesa redonda, Carlos leyó un texto que había preparado para el homenaje a Sommer que el Colectivo Quomic organizó en Cartagena el 30 de enero de 1998 y al que no pudo asistir. Sus palabras leídas, tanto como otras improvisadas, expresaron la gran admiración que sentía por el amigo desaparecido. “Pocas veces se han visto historias tan bien dibujadas, tan endiabladamente bien dibujadas, pocas veces se han contado historias con tanta fuerza, con tanta personalidad”. Citó como ejemplo el episodio “Víctimas y héroes”, en el que “el verdadero héroe es el padre que cuida a su hijo que perdió piernas y brazos en la guerra”. “En este mundo de los tebeos, donde los temas de los argumentos eran muy simples, las historietas de Manfredo tenían algo de especial, estaban hechas por una persona culta, un intelectual inteligente”. “Era un autor excepcional, porque él era excepcional”.
Alfredo manifestó, igualmente, la admiración que sentía por su padre, como creador y como persona. Cuando era chico, al volver del colegio, subía al estudio y se quedaba deslumbrado viéndole dibujar. De mayor, él también quería seguir el mismo camino y lo siguió, aunque, para evitar confusiones, siempre ha firmado con su apellido materno: Geniés. Es también un recuerdo a su madre, fallecida en 1974.
A fin de subrayar la categoría de conversador que caracterizaba a nuestro homenajeado, Jorge Gómez recordó una anécdota en la que tuve alguna participación. En el verano del año 2002, Manfred participaba como ponente en un Curso sobre cómic que yo dirigía en El Escorial y que estaba organizado por la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid. En su conferencia consiguió inmediatamente, captar la atención y ganarse la simpatía de los cursillistas que, al final, le premiaron con una larga ovación. Por la noche, Arantza, su esposa, preocupada por su tardanza en subir a la habitación, bajó a buscarle y le encontró rodeado por un grupo de personas, de todas las edades, a las que tenía fascinadas con su charla. Pasados unos meses, todavía dudaba del acierto de su intervención en el Curso y tuve que recordarle aquella escena nocturna en la que se habían abatido las barreras generacionales, ideológicas y culturales.
Portadas para novelas de Molino comentadas
En el coloquio del homenaje no se trató el tema de Metropol. El tiempo disponible no lo permitió o, quizás, nuestro inconsciente nos advirtió que era un episodio del que Manfred no guardaba buen recuerdo; pero aquí voy a referirme, aunque sea brevemente, a esta malograda aventura editorial.
Ediciones Metropol nació como sociedad a principios de 1983, cuando varios profesionales decidieron unirse para editar cómics. Sommer era uno de ellos, aunque él minusvalorase su participación, negando ser uno de los padres del invento. “Digamos que el padre es Leopoldo Sánchez, la mamá Mariano Hispano y yo soy un invitado... un convidado de piedra”.
La revista emblemática tenía el mismo nombre que la entidad editora: Metropol y como subtítulo: Papeles falaces, urbanos y criminales. La idea era que, para darle más unidad, todos los relatos transcurriesen en la misma ciudad y que los personajes de unas series hiciesen acto de presencia en otras.
Nuestro autor creó para esas páginas “Pólux”, una historia que sorprendió a los seguidores de “Frank Cappa”, que habían esperado encontrar un protagonista y un argumento cortado por los mismos o parecidos patrones que, con el reportero, habían proporcionado tan buen resultado. A propósito de la profesión, Alfredo nos contó que, inicialmente, su padre concibió al personaje como mercenario, luego pensó que era mejor que fuese periodista, pues de esta manera podía acudir a cualquier lugar del mundo sin necesidad que de existiese allí una situación bélica. “Cappa” viajó por todo el mundo sin problema de idiomas, tal vez porque, como su creador, dominaba diferentes lenguas: inglés, español, francés, italiano y alemán, aunque “ésta, a pesar de ser la de mi padre, la he practicado poco”.
Es posible, que el espíritu viajero de “Pólux” fuese similar al de su predecesor, pero ahí acaban sus afinidades. Manfred había reflejado en las historias de “Cappa” su descontento por las injusticias que afectaban a los habitantes de diferentes lugares. “Para mí “Frank Cappa” era una necesidad, necesitaba dar salida a mi sufrimiento”, pero, después de varios años él deseaba algo menos real. “Cree “Pólux” para desintoxicarme”. Cuando estaba intensamente dedicado a “Cappa”, encontraba descanso dedicando algún tiempo a las ilustraciones. Aquí se reproduce una, realizada para el nº 2 de Tótem, Calibre 38 (Nueva Frontera, Madrid, mayo 1982). Acompaña a un relato corto escrito por Norbert Davis en 1933.
Ilustración publicada en Totem Calibre 38 núm. 2
Mientras “Pólux” pasaba de vagabundo a aventurero en compañía de su inflexible instructora y del mono parlanchín y bon vivant, “Cappa” aterrizaba en las páginas de K.O. Comics, que era una nueva revista publicada por Metropol. Allí estaba acompañado por otras dos series estrella: “Bogey” de Leopoldo Sánchez y “Hombre” con guión de Antonio Segura y dibujos de José Ortiz. Manfred pensaba entonces dar continuidad a sus dos personajes, pero el cierre de la editorial y de todas sus publicaciones le llevó a dejar el cómic y dedicarse a la pintura.
Consumada la suspensión, encontraría la causa principal del naufragio en la mala distribución. “La distribuidora era también editora, por lo que procuraban que los productos propios no tuvieran competencia en el mercado. Comprobamos que nuestras revistas sólo estaban en los kioscos de las ciudades más importantes. Nos cobraban por una distribución que luego no efectuaban”.
En Metropol aparecieron además, dos historietas cortas con dibujos suyos. La titulada “Black Rock”, sobre guión propio, recuperaba el antiguo formato de viñetas uniformes con rimas al pie. En tono descarnado, contaba la vida de un afroamericano que había participado como soldado en la guerra de Corea.
También Alfredo Sommer que, como ya he indicado, firmaba Geniés, estuvo presente en Metropol con ilustraciones y una historieta en el número 10 (mayo de 1984). En la misma revista debía haberse publicado “Alex Mágnum”, con guión de Abulí, que Toutain recuperó para Zona 84.
Durante más de quince años, Manfred se dedicó a la pintura, sin plantearse volver al cómic, pero el cansancio iba haciendo mella en su ánimo. No todo era satisfactorio. Estaban los elevados porcentajes que sobre las ventas descontaban los galeristas y la imposición de temas: “Ahora, barcas; luego, bailarinas de ballet; después, moros con alfombras y cacharros de bronce...”. Fue Carlos Giménez quien le sugirió “¿Por qué no hablas con Bonelli?”. Como fruto de ese contacto vieron la luz en Italia tres volúmenes de Tex, casi cuatro, pues le faltaron unas páginas para completar el cuarto (Anual Especial 17, en el año 2003 y números 546 y 547 de la serie normal en 2006).
Sus últimas publicaciones en España fueron unos cuentos que escribió y dibujó desde el año 2000 al 2002 para Editorial Everest, de León. Uno de ellos, Naga, el pequeño sabio ofrece unas ilustraciones de inspiración oriental especialmente cuidadas. Pertenece a la colección Rascacielos, para niños a partir de 8 años. Otros seis títulos fueron incluidos en la colección Estrella, a partir de 6 años. Varios de los originales de Naga figuran en la exposición de Murcia y en el libro de Tres Fronteras (páginas 61 a 64).
Volviendo al homenaje con el que iniciábamos estos comentarios, es de justicia señalar que la Biblioteca Regional de Murcia resultó un magnífico escenario para los actos celebrados. En la nutrida Comicteca, instalada en la primera planta, figuraban expuestos y a disposición de los lectores los libros de Sommer. El actual director, Javier Castillo, ha continuado, con entusiasmo, la labor de apoyo al cómic iniciada por su antecesor en el cargo, Pablo Gallo, quien impulsó la creación de la Comicteca y el Club de Lectura de Cómics.
La dinámica tarea desarrollada por Juan y Jorge ha sido también decisiva para la organización de los eventos y la amplia difusión que ha tenido el homenaje a Manfred Sommer y el resto de las actividades englobadas bajo la denominación Cómic Corner, III Encuentros de Cómic en Murcia. Fruto de ese esfuerzo fue la numerosa concurrencia, así como la atención que le prestaron la radio y la prensa locales. Carlos Giménez tuvo que multiplicarse para conceder entrevistas, en las que habló de su amigo Manfredo y de su propio trabajo, ahora dedicado a un relato sobre “Los siete Infantes de Lara”.
Manfred no estaba presente, pero allí estuvo su familia y algunos de los que fuimos sus amigos. Al resto, así como a sus admiradores veteranos o nuevos, van dirigidas estas líneas con el deseo de que mi visión del homenaje y el recuerdo de antiguas conversaciones contribuya a un mejor conocimiento de este gran hombre desaparecido.