ILUMÍNAME PARA SABER QUIÉN SOY |
Le Chasseur d`Éclairs, tome 1 (mayo de 2003). |
El Cazador de Rayos es una serie en tres álbumes ideados y realizados por el valenciano Kenny Ruiz. En un principio fueron publicados por la editorial francesa Paquet entre 2003 y 2007, ya que su arte, dada la fragilidad de la industria en nuestra nación, tuvo que emigrar al país vecino. Años más tarde fueron publicados por Dolmen y, al final, fueron recopilados en un libro en tapa dura, especialmente tras ser merecedor Ruiz de varios premios en el Salón del Cómic de Barcelona de 2005. En ellos se nos cuenta la batalla que Kaín tiene que luchar contra cientos de trabas que le impiden cumplir una profecía que le hará llegar a su destino: ser el que trae la luz a la tierra.
Este hecho se aprecia desde el título, que pone de manifiesto que todo se origina y gira alrededor de la figura del muchacho cazador y que todo lo que ocurra va a ser consecuencia de ello. Además es un título impactante, que suscita la intriga, que llama la atención e incita a leerlo. Junto con los nombres escogidos para designar el resto de los capítulos –“Esperanza”, “Responsabilidad” y “La verdad”–, forman un buen cuarteto, que define lo que está pasando o va a pasar, o el mensaje más importante que se va a tratar en el interior.
La historia responde al modelo de proceso de iniciación y crecimiento de un héroe destinado a rescatar al mundo del caos, la desesperación, la pobreza y la pérdida de la fe y la esperanza en el que está sumido. Vemos cómo un Kaín que nunca pierde el aliento guía a través de la oscuridad y un planeta corrupto a sus compañeros incansables y abnegados para cumplir su destino, para devenir en un héroe activando la “máquina sagrada” en un ambiente cargado de conspiraciones y mentiras, donde nada es lo que parece ser. Es un guión complejo, que trata a los personajes con una profundidad que se agradece, que les dota de un pasado e historia propios, tocando así temas diversos que van desde la desesperación, la incertidumbre por el futuro y las creencias, a la palabra dada, el racismo, la religión, el egoísmo, la preocupación tecnológica, pero sobre todo la verdad, la memoria, los recuerdos y la identidad. Pero no lo hace con un tono manido y rancio, serio, sino que el autor ha sabido conjugarlo con humor en los diálogos y momentos entrañables dignos de un narrador de raza que facilitan y animan la lectura y permiten digerir la clarísima intención moralizante y de búsqueda filosófica del conjunto. Un conjunto donde, realmente, se habla de y se diserta sobre quién posee la verdad, quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Un relato que revisa las religiones y su poder político fundamentalmente, un relato que plantea que hay que creer pero no ciegamente, sino pensando y planteándose el asunto. Una asombrosa historia que cuenta, en directo, cómo se construye una religión y cómo se alza el poder.
La prueba, página del primer episodio. |
Kaín, el protagonista, se encuadra en la figura del héroe desde su nacimiento. A través del legado familiar –ya su hermano lo había sido y murió en el intento– le ha sido confiada una tarea que nadie más que él puede realizar, la de ser el Cazador de Rayos. El destino se lo ha hecho saber a todos los lugareños, e incluso a él mismo, con una profecía y poniéndole en la cara la "marca del sol”. Por ello, y tras probar su valía en una prueba –fundamental en todo camino de iniciación de un héroe–, se embarca en la búsqueda que le ha sido encomendada. En muchos pasajes de la historieta se habla de su miedo, pero él no lo ve así: piensa que tiene una responsabilidad que cumplir, cueste lo que cueste, y que además ha sacrificado y está penando por muchas cosas. No lo puede dejar a la mitad, ahora que todo ha comenzado. Nada valdría la pena. Es más, siendo él la única persona que puede cumplirlo, darse por vencido –cosa que le recomienda Otto en alguna ocasión– sería dejar a la humanidad abandonada a su destino por puro egoísmo. Estos sacrificios suponen haber perdido a su esposa, Ecoh, que murió en el parto de su hija Yuvia, por lo que el personaje se siente culpable, ya que no estuvo para cuidarla –tuvo que ir a la guerra– a pesar de que ella misma se lo insinuó. Su mujer vendría a ser la luz de la esperanza para el que debería ser la iluminación del resto de los mortales, el rayo de esperanza de toda la humanidad, y perderla lo sumió en una tristeza desoladora. Lo único por lo que ahora merece la pena luchar es por su hija, para que le sea devuelta la vista y pueda contemplar “un mundo que merezca la pena ver”.
La música contra la desesperación, página del segundo episodio. |
La principal característica de Yuvia es su música; ella es la única que domina el arte en toda la narración, y que funciona de modo simbólico, pues mientras toque su padre seguirá vivo y le seguirá dando fuerzas. Tanto es así, que gracias a ella se recupera del ataque de rabia y desesperación que sufre en el segundo volumen al ver las fotografías reveladas de Otto. A medida que lee, uno se da cuenta de que la ciega no es ella sino su padre.
De sus amigos de “infancia” varios mueren en el primer volumen. Destaca el antes mencionado Otto, "Piel sin Luz" –es negro, a través de él se trata el racismo–, empeñado en rescatar la fotografía y que se contrapone a Kaín en cierto sentido, como otros muchos –Jasón–, pues han dejado de creer. Ven los sacrificios de su líder como cosas fútiles, que no le llevarán a ninguna parte.
Gabriel, el oponente de Kaín en el relato y que se hace llamar el Portador de la Verdad, se caracteriza por ser uno de esos malos no tan malos, simplemente con un punto de vista diferente. Es una de esas personas grises, y la revelación de su pasado supone una conmoción en la historia que la vuelve casi del revés. En el tercer tomo, del cual se vuelve tan protagonista o más que Kaín, se desvela toda su historia y vemos que en un pasado no tan remoto él era quien luchaba por devolver la luz. Pero no adelantemos más, y digamos que vive en la Ciudad del Norte, restaurada por él para su propia protección y en un intento de crear una civilización, que recuerda a una negra y corrupta Amn (denominación tomada de Reinos Olvidados, la saga de libros de fantasía épica), donde todo lo que hay es miseria, corrupción y lujuria, excepto por algunos creyentes desperdigados (Dante y Ginebra). Y este “malo” se relaciona estrechamente con la figura de Cáncer, guerrero noble y fuerte que, tras la guerra contra los “devoradores de carne” dejó de hablar, pudiendo simbolizar los horrores de la guerra.
Composición dinámica en esta página del tercer episodio. |
La ejecución del dibujo de Ruiz es espectacular. Su trabajo de ilustrador se nota en las composiciones de página atrevidas y los planos arriesgados, pero sobre todo en las splash pages, capaces de encoger el corazón a cualquiera. Los personajes están caracterizados de manera magnífica, tanto los protagonistas como las tribus bárbaras y los exquisitos oponentes del protagonista, que le dan ese carácter épico, de historia de mundo remoto y alternativo que se persigue con este tipo de género. Incluso vemos que las profecías y el oráculo, el Maestro que Lee las Estrellas, responden a este estilo y atmósfera tan particulares. Pero es que además el ambiente post-apocalíptico está plasmado de manera genial: los edificios en ruinas, el planeta abandonado a su suerte, las máquinas, las espadas, las coreografías, cumplen con todos los requisitos del género, y el detalle al que están sometidos es abrumador. Y sigue con su particular forma de hacer manga, su tipo de cómic favorito, que combina con la diagramación característica de la historieta en Europa, que es otra de sus referencias. Y la tinta no le desfavorece a todo este entramado en absoluto, sino que casan perfectamente, se complementan, para resaltar y favorecer los lápices, que se potencian enormemente cuando Maz! –entintador que ha ayudado a Ruiz en otros trabajos– aparece en el último número.
La fórmula narrativa escogida no desmerece en absoluto el valor de la obra. Las viñetas se adaptan perfectamente al tono de lo que está contando. Cuando aparecen diálogos intimistas entre Kaín y su hija, o cuando el protagonista recuerda su pasado con Ecoh, las viñetas se vuelven reposadas, se estiran y se relajan, pero en las batallas, la rapidez, la velocidad, la conmoción y el movimiento de los bailes de espadas se reflejan con los lados de los recuadros doblándose y construyendo formas para seguir el movimiento. Los saltos de un escenario a otro, o cuando el foco de la historia cambia –unas veces se centra en Kaín y su grupo, otras en “los malos”–, o incluso en las analepsis, suelen coincidir con el salto de página, lo que le confiere mayor dramatismo e impacto. Estos flashbacks, por el mismo hecho de ser saltos al pasado, permiten conocer mejor a los personajes, enriqueciendo así la historia, y el autor los combina con premoniciones o anticipaciones, guiños al futuro para los que hay que estar atento –hay un momento en que Ecoh se lleva la mano al vientre, indicándonos el futuro nacimiento de Yuvia– que le confieren mayor profundidad a la narración. Y esta historia no le deja tiempo al lector para calmarse, no se pierde en devaneos ni en digresiones que ralenticen la lectura. Mas lo que es magnífico es cómo, realmente, se puede montar una historia tan grande que habla de tantas cosas y relacionarla con unos cuantos pequeños inventos de la humanidad, entre los que destaca el “Para rayos”.
No podemos dejar pasar la oportunidad de comentar las influencias múltiples de las que toma su inspiración Kenny Ruiz. Es evidente que el manga es una de sus fuentes habituales de inspiración, y podemos enumerar autores como Yukito Kishiro (Alita), Katsuhiro Otomo (Akira) o Masaomi Kanzaki (Street Fighter), que él mismo reconoce. Pero no sólo eso, sino que su estilo de narración y de dibujo se basa en los modos europeo y americano, lo que dota a su obra de una audaz policromía y frescura. Y no nos olvidemos de otros referentes del cine, como pueden ser Mad Max o Blade Runner (que aparece en un cartel publicitario en el vol. 1). Esta combinación de elementos es lo que le hace tener ese toque tan llamativo y peculiar que no deja de sorprendernos a lo largo de la obra.
Una de las últimas páginas de la historia. |
Igualmente, en los nombres y en ciertos pasajes podemos ver cómo el autor ha tomado de la Biblia préstamos para construir el elenco de personajes de la obra, como por ejemplo Kaín, Gabriel o Judaa; de los mitos griegos, como Jasón o Ecoh, e incluso de otros referentes, como Cáncer –signo del zodiaco–, Dante –autor de La divina comedia–, Ginebra –esposa del rey Arturo– o Attila –caudillo de los hunos–, que pueden funcionar a modo de nombres parlantes –aquellos que definen al personaje antes de verlo en acción– o por complicidad entre los personajes –Yuvia–. El elemento épico se refuerza con todos ellos, además de en los nombres que ambientan la historia, que recuerdan a otras historias épicas y mitológicas, como pueden ser El señor de los Anillos, Dragonlance, Reinos Olvidados, etc.
En conjunto, este cómic, que habla de una personal visión del mundo y de la vida aunque responde a un modelo con el que se juega durante años, es una historia nueva y fresca, rersuelta con una vitalidad y elegancia que llama a leerlo y disfrutarlo por parte no sólo del interesado en la fantasía y en la épica, sino por alguien que disfrute con historias cargadas de mensaje. Les gustará, sin duda, a los aficionados a la ciencia ficción y a las distopías, e inicia la andadura de un autor que dará mucho que hablar, puesto que su carrera no ha hecho más que empezar.