CARLOS GIMÉNEZ, EL MAESTRO
He de confesar a los lectores de estas páginas que, aunque lo intento, no soy del todo imparcial cuando hablo de Carlos Giménez. Creo que no descubro nada nuevo si digo a continuación que el creador de Paracuellos es mi mejor amigo del mundo de la viñeta. Esto es así desde que, en un lejano día del verano de 1970, me presenté junto con mi mujer, sin previo aviso, en su casa de Premiá de Mar conduciendo mi Volkswagen Escarabajo. Allí tenía un pequeño estudio que compartía con el simpático Adolfo Usero, el diamante en bruto del tebeo español, un gigantón cariñoso y efusivo, con el que también sellé un pacto indisoluble de verdadera amistad.
Tanto Carlos como Adolfo abandonaron sus respectivos trabajos y me dedicaron cuatro horas de su tiempo, un valor con el que están siempre en precario a causa de las entregas; un lapso inolvidable en el que, por vez primera, hablé en directo con profesionales de la historieta y conocedores por tanto, en profundidad, del universo hispano del cómic. En aquel primer encuentro charlamos de algunas obras fundamentales en la tebeografía del madrileño que, como Gringo, Delta 99 o Dani Futuro, ya eran muy populares entre los aficionados de la época. En aquel contacto y en el interés que me concitó el mundillo del cómic, ya lo he dicho en otras ocasiones, se puso la semilla para que tres años después iniciara mi andadura como comentarista de tebeos en mi página semanal que ha cumplido, en este 2003, treinta años de vida.
Historietista multipremiado, Carlos tiene en su haber un curriculum de galardones prestigiosos del cómic mundial que no tiene parangón con ningún otro creador nacional y que, difícilmente, puede ser igualado por algún historietista extranjero. El madrileño acaba de ganar en Roma el Yellow Kid al Mejor Autor. Otros premios que lucen en las vitrinas de Carlos son los siguientes: cinco veces el Diario de Avisos, tres veces el del Salón de Barcelona, el Alfred de Angouleme, el Betty Boop de Hieres, el Noche del Cómic de Bruselas, el del Club Amigos de la Historieta, el Haxtur de Gijón, el de la Expocómic madrileña, el de la revista 1984 y el Yambo de Lucca, entre otros muchos. ¿Se puede pedir más?
En toda su vida profesional el maestro madrileño ha realizado incursiones en los más variados y diversos géneros, con unos resultados que siempre han sido espectaculares. Creador de obras tan conocidas en el tebeo hispano como: Gringo, Delta 99, Dani Futuro, España Una, Grande y Libre, Barrio, Érase una Vez en el Futuro, Koolau el leproso, Los Profesionales, Bandolero, Sabor a Menta, Romances de Andar por Casa e Historias de Sexo y Chapuza, por citar algunas de las más conocidas, hitos fundamentales de un camino artístico magistral y modélico, además de sus dos indiscutibles obras maestras: Paracuellos y Hom, Carlos Giménez es el autor de culto por excelencia, no sólo del aficionado en general, sino también del crítico, especialista y estudioso en particular, que lo siguen considerando como un bastión inexpugnable de la profesión y una imprescindible referencia del tebeo hispano.
En 1974, dominando ya todos los resortes de la profesión, Carlos da un brusco giro en su carrera con la realización de Hom, un tebeo de hondo contenido ideológico y de velada resistencia a la Dictadura, una resistencia que se hace explícita cuando dibuja, por entregas, en la revista El Papus, la trilogía de álbumes reunida luego bajo el título de España Una, Grande y Libre.
En 1976, Giménez llega y se acomoda definitivamente en el cénit del cómic hispánico con Paracuellos, una obra fundamental y autobiográfica en la que narra las aventuras del autor y de otros compañeros de colegio, cuando era un niño acogido en los hogares de Auxilio Social. En años sucesivos, con los títulos ya citados, el madrileño consolida su prestigio con esta serie de trabajos en los que, sin levantar jamás el pie del acelerador, brilla a un nivel insólito en el panorama del tebeo español.
SU FICHAJE POR GLÉNAT
Tras el cierre de la colección Papel Vivo de Ediciones de la Torre, que amparaba la casi totalidad de la producción del popular historietista, Glénat se hizo cargo de la edición de sus obras, comenzada por el lanzamiento de la trilogía España Una, Grande y Libre en un solo álbum y, en especial, con la publicación de la tercera parte de Paracuellos, lo que se convirtió en un auténtico acontecimiento y en la mejor noticia del pasado fin de milenio. Afortunadamente, la colección Integral ha seguido su marcha y está tanto reeditando sus antiguos títulos, como presentando otras obras actuales del autor como la reciente Jonás en la Isla que Nunca Existió para así, pieza a pieza, recomponer el maravilloso puzzle que es la obra completa de Carlos Giménez, en una magnífica colección de álbumes que recomiendo vivamente a todo buen aficionado.
El fichaje de Carlos Giménez por Glénat se ha convertido en uno de los sucesos más importantes del cómic español de estos últimos años. Ha sido una unión que ha beneficiado a todo el mundo: a Glénat, porque ha materializado la colaboración del mejor historietista español de todos los tiempos, con lo que ello significa de prestigio y categoría para una editorial de su nivel; a Carlos Giménez, porque al fin ha dado carpetazo a una especie de pesimismo que proyectaba en una profesión por la que había luchado durante muchísimos años y, sobretodo, porque el Maestro ha vuelto con ánimos renovados, rescatando del olvido a unos personajes emblemáticos, los niños de los ojos grandes, sus hijos tebeísticos de más éxito y que todavía no estaban, ni mucho menos, agotados. No obstante los más beneficiados, sin duda, hemos sido los amantes del buen cómic, que hemos recuperado a uno de nuestros preclaros ídolos, pudiendo acceder a sus viejos y míticos trabajos en unas cuidadas reediciones de tapa dura y, además, recibir el inestimable regalo de nuevas entregas de Paracuellos y otras creaciones singulares de diverso tipo.
PARACUELLOS
He escrito tanto de Carlos Giménez y de su obra maestra Paracuellos, que creo que ya me repito al hacer una valoración de esta maravillosa saga. Paracuellos surgió en 1976, en la revista Muchas Gracias, cuando los rectores de esta publicación encargaron a Carlos Giménez que hiciera una historieta sobre los sobornos de la Lockheed. Después de pasar dos días frente al tablero con la mente en blanco y sin que se le ocurriera nada, en la noche anterior al día pactado de la entrega, en quince horas de trabajo y sin dormir, realiza el primer episodio de Paracuellos.
El éxito de la serie fue espectacular y, desde el primer momento, todos supimos que, sin el menor género de dudas, la obra se convertiría en una obra maestra y en una obligada cita del mejor tebeo español.
"Paracuellos -me confesó el autor en 1976- es un colegio de Auxilio Social enclavado en un pueblo del mismo nombre, en el que yo viví cuatro años de mi infancia (realmente la serie no transcurre solamente en Paracuellos, sino en varios colegios de Auxilio Social en los que pasé los ocho, casi nueve años, que estuve interno). Todo lo que cuenta la serie es rigurosamente cierto. Por supuesto, hay ciertas cosas que no puedo contar o, por lo menos, digamos que no puedo contarlas con todos sus detalles. (...) Creo que, de los que hemos estado por aquellos años en aquellos colegios, alguien tenía que contar lo que allí pasaba y cómo se vivía, aunque sólo fuera para dejar constancia de unos episodios de la posguerra, quizá insignificantes, quizá no demasiado importantes pero, eso sí, auténticos y que no pueden ni deben desconocerse a la hora de juzgar y valorar a los de nuestra generación.
Carlos realiza dos álbumes de Paracuellos y cierra mentalmente la serie. Tal es así que, en 1977, ante mi pregunta de si las aventuras de los niños de Auxilio Social tendrían continuación, el artista madrileño me respondió lo siguiente: "No lo creo. Los personajes surgieron en un momento determinado de mi vida, profesional y cumplieron su ciclo vital plenamente. No puedo afirmar con absoluta certera que jamás volveré a dibujarlos. Pero, por ahora, considero la obra terminada".
Afortunadamente no ha sido así. Con el paso de los años, el Maestro ha regresado a sus orígenes y nos ha regalado nuevos álbumes de Paracuellos. Cuando apareció la tercera entrega, nos encontramos una verdadera maravilla que entroncaba a la perfección, casi un cuarto de siglo después, con los dos primeros libros. Ese álbum supuso otro perfecto y exquisito eslabón de una serie que, repito, es una obra maestra del tebeo español y mundial. Un álbum de imprescindible adquisición para todo buen aficionado.
Parece que el tiempo no ha pasado. Carlos Giménez sigue contando las historias de su infancia con una especial clarividencia artística que conmueve y sobrecoge tanto al lector despistado como al profundo conocedor de la obra. Las diferencias con la historieta primigenia son escasas.
Una ligera separación de las tiras horizontales, una línea más clara y con pocos contrastes, la ampliación, necesaria por otra parte, de algunas viñetas para dar una perspectiva mejor de ciertas escenas y, sobre todo, un toque de humor que, en ocasiones, descarga un poco el dramatismo de las historias, son algunos de los detalles que se pueden apreciar como novedosos en esa tercera entrega.
Un álbum, hay que destacarlo, que ha dedicado a Manuel Yáñez (Peribáñez y Solana en la serie), un viejo compañero de fatigas en los colegios de Auxilio Social y del que conserva varias cintas grabadas en las que el escritor y guionista, fallecido hace algún tiempo, le recordó infinidad de anécdotas de aquellos momentos, nutriendo de recuerdos los cuidados archivos de Carlos, gracias a su gra
Recuerdo con cariño y simpatía a Manolo, un personaje único, singular e irrepetible, al que conocí personalmente en el Salón del Cómic de Barcelona de 1983 y con el que compartí varias horas de charla en Premiá de Mar, en compañía de un grupo heterogéneo compuesto por el propio Carlos Giménez, José Carlos Gracia, José María Gutiérrez, Lorenzo Díaz, Luis Vázquez, Adolfo Usero, Alvaro Manzanero y Tomás Correa. Manolo era un tipo abierto, simpático y parlanchín del que guardo un imborrable recuerdo. En la cuarta entrega de la serie, he creído entender que, de una manera velada, dándole un notable protagonismo a su "alter ego", el Maestro seguía rindiendo un silente homenaje a su desaparecido camarada.
Posteriormente, el amigo Carlos me confirmaría telefónicamente que no abandonaría ya jamás a su entrañables compañeros de infancia, y que, haga lo que haga arrancaría algún tiempo de sus cotidianos compromisos pan dedicar algunas horas semanales a su creación más emblemática.
Y así ha sido, apareciendo posteriormente tres nuevos álbumes de Paracuellos, organizando y definiendo perfectamente a los personajes de la saga para entrelazar las diversas historias y lograr finalmente una obra sólida y compacta.
En la cuarta entrega de la serie, Josep María Beá, otro gran historietista español y viejo compañero de trabaje de Carlos en la agencia Selecciones Ilustradas de Toutain, rememora aquella época y escribe un estupendo prólogo del que extraigo las siguientes palabras:
“Me hallaba en el despacho de José María Arman, director de ediciones de la Editorial Garbo. Sobre una mesa vi el primer capítulo de Paracuellos. Después de observa y leer atentamente aquella entrega inicial noté que tenía entre las manos un nuevo eslabón de la cadena del cómic. El milagro de la búsqueda en la personal introspección del autor se había cristalizado felizmente alcanzando unas cotas de expredsión extraordinarios. Aquellas páginas saturadas de pequeñas viñetas que emitían temibles cuchilladas de emoción vivida, definían un antes y un después en la historia de nuestro oficio.
Por primera vez, el cómic que conocíamos, el de siempre, denostado y utilizado perversamente por la cultura oficial, menospreciado por la intelectualidad imperante, conocido básicamente como vehículo transmisor de géneros infantiloides, se convertía, de la noche a la mañana, en una plataforma capaz de plantear contenidos de riguroso valor testimonial”.
"Con la lectura de Paracuellos, los superhéroes verbeneros se desinflaban ridícula. El Capitán Lamparilla y todos sus delirantes hogares de Auxilio Social de la posguerra franquista, de rostros demacrados por el hambre, la humillación, y sometidos al abuso de poder ejercido por una execrable pandilla de verdugos, se elevaba a los cielos, basta tocar la piel de universo en busca del amor y la libertad sesgada”
HOM
Y si Paracuellos es una obra maestra, también merece la misma consideración Hom. Para hablar de Hom lo numero que tenemos que hacer es situarnos en el tiempo. Cuando Carlos Giménez inició la obra, corría el año 1975. Era la época de la muerte del General Franco y, a pesar de que la censura en España se había suavizado notablemente, todavía funcionaba y se hacía notar.
En aquel lejano tiempo, aunque ahora parezca mentira, realizar un tebeo con una clara lectura de matiz político y social, era una tarea difícil y arriesgada. Carlos Giménez, con 34 años de edad, ya había alcanzado una notable madurez artística y, se había ganado el favor del aficionado hispano con obras tan populares como Gringo, Delta 99 y Dani Futuro, entre otras.
"Comencé a dibujar Hom -me confesó Carlos en una entrevista aparecida en 1977- pensando en publicarlo en capítulos en Troya. Luego apareció en la revista italiana Alterlinus. Hom es una historieta política. Lo que pasa es que está un poco enmascarada; no demasiado, porque termina notándose rápidamente. Yo la concebí para que pudiera publicarse en España y para que eso fuera posible, tenía que camuflar el mensaje entre unas aventuras fantásticas y metiendo a unos personajes imaginarios e inquietantes. Date cuenta de que entonces no existía la permisividad de ahora y ciertas cosas no podían decirse y manifestarse sin peligro de secuestro. La obra es una toma de postura. Desde la primera viñeta hasta la última, se habla de la unidad de las clases oprimidas. Demuestro o intento demostrar que muchos débiles unidos son más fuertes que algunos poderosos. No es una historieta, desde luego, en la que lo político quede muy concreto. Los personajes se han basado en algunos episodios de una novela de ciencia ficción titulada En el Lento Morir de la Tierra. La novela es muy larga y los personajes, físicamente al menos, están tomados de ahí. Lo que yo cuento en Hom no tiene nada que ver con la obra inspiradora. Los puntos de partida están sugeridos por Brian W. Aldiss, que es un autor muy imaginativo y con gran capacidad para crear ideas sugestivas”.
El álbum es publicado en nuestro país en 1977 por Ediciones Amaika de la revista El Papus, publicación ésta con la que Carlos entonces colaboraba realizando una obra por entregas que luego se recopilaría en la trilogía España Una, España Grande y España Libre. Hom sería reeditado en 1979, con una nueva portada, en la colección Papel Vivo de Ediciones de la Torre.
Cuando leí por vez primera Hom, yo ya había agotado todas mis alabanzas hacia Carlos Giménez por Paracuellos. La sorpresa fue mayúscula. Quede verdaderamente asombrado al comprobar que, en tan sólo dos años, el historietista madrileño había realizado dos auténticas obras maestras de nuestro tebeo. Hom era y sigue siendo una obra redonda.
Tan perfecta en su ejecución que, si le suprimimos una viñeta, quedaría coja. Tan equilibrada en su factura que, si le añadimos otra nueva, ya no funcionaría igual. Tan hermosa que un cuarto de siglo después, no ha perdido ni una pizca de su frescura primigenia; tan limpia que, en estos momentos, sigue pareciendo recién salida de la pluma de su autor.
"Quedé satisfecho de Hom -me dijo Carlos entonces- hasta donde puedo. Siempre que terminas una cosa piensas que podías haberla hecho mejor. Además, era la primera vez que hacia un guión serio. Tuve que distribuir las páginas, montarlas y terminar el trabajo en solitario. Aquello era nuevo para mí. Fue una buena experiencia".
Lo que no cabe duda es que Hom fue el inicio del Carlos Giménez que todos conocemos y admiramos. Esta obra antológica constituyó el laboratorio de experimentación de un ambicioso e inteligente autor que no se resignaba a ser, simplemente, un buen profesional, uno más del montón, porque Carlos se dio cuenta de que ser un autor completo, es decir, el que dibuja sus propios guiones, es algo fundamental para llegar al Olimpo de este arte secuencial.
"Pienso que saber hacer de todo -me confió Carlos en 1977- es una exigencia de la profesión. Es la única manera que tienes de saber que lo que realizas, está terminado a tu entera satisfacción, por eso, en un momento determinado, debes saber ejecutar un guión para estar completamente de acuerdo con él. Lo que no cabe la menor duda es que, si tú te haces el guión, te lo montas, lo dibujas, lo rotulas y, encima, distribuyes luego la historieta, ese trabajo lo puedes firmar, y todo el mérito y la responsabilidad serán todos tuyos''. Pero, ¿qué piensa actualmente Carlos Giménez de Hom? Una llamada telefónica me trae su opinión en directo: "Es un trabajo de una época -me comenta- de la persona que yo era y dentro de un contexto ya pasado. Estoy muy contento con este trabajo. Yo ahora no haría este tema, pero en el caso de tener que realizarlo, lo haría exactamente igual. Con Hom cumplí todos los objetivos que me propuse, tanto en el aspecto literario como en el de la ilustración. La obra está bien contada y bien dibujada. Creo que logró transmitir mi concepción del mundo y la cuento tal y como la veo".
BARRIO
El primer episodio sirve de puente entre las dos series y, desde el principio, el autor respeta la distribución de viñetas a nivel de página dado que Carlos dispone del mismo papel y en tan poco espacio no puede extenderse, como sería su deseo, y recrear con más detalle la ambientación del Madrid de la época. "En Barrio -dice Antonio Martín en el prólogo- Carlos Giménez nos da la medida de su maestría como autor total de historietas, tanto en los contenidos como en el lenguaje, como guionista y como dibujante, hasta el punto de ser una de sus mejores obras. Y lo hace como cronista y como biógrafo de la que fue la vida real del adolescente Carlos Giménez, aquí protagonista, testigo y narrador de su propio pasado".
"Sabiamente el autor reconstruye, mediante una serie de historietas, que agrupa temáticamente -el reencuentro familiar, el primer trabajo, la vida de barrio, los amigos, los primeros noviazgos...-, distintos momentos y experiencias de su propia vida, para mostrarnos a través de ella, en una sucesión de cortes, la sociedad real y la historia del día a día de aquella España de posguerra, de aquel Madrid de la segunda mitad de los años Cincuenta, cuando aun existía una cultura popular de la calle y el barrio. Son esas historietas que aparentemente ‘no cuentan nada’ y que en realidad nos muestran la vida diaria de las gentes diarias que hacen la historia silenciosa de un país. De ellas hay que destacar Una Mañana de Domingo, una de las mejores historietas de este libro, por ser la que resume todo lo que Barrio supone y la que mejor muestra lo que Carlos Giménez es capaz de hacer: nada menos que… recuperar un tiempo perdido". "Barrio es, en mi opinión, una obra maestra del tebeo español, al mismo nivel, si no superior incluso, que Paracuellos".
SON muchas las obras con que nos ha venido obsequiando Carlos en formato de álbum en las décadas pasadas. Recordemos brevemente, como ejemplos de su excelente dominio de la narración, dos trabajos que integran también la colección Integral de Glénat. Rambla Arriba, Rambla Abajo… fue presentado en 1987, su año de estreno, como la cuarta parte de Los Profesionales. El principal protagonista de la serie es el propio Carlos Giménez, aunque el escenario de las historias, las ramblas de Barcelona, con su rico mosaico de ambientes y personas se enseñorea de la obra.
En este álbum, como dice Manuel Vázquez Montalbán, en el prólogo: "el autor se mete en el complejo territorio de la novela utilizando dos hilos conductores básicos: la vivencia del autor de cómic protagonista provocador del relato y Las Ramblas como cauce narrativo, por lo que tiene esta calle barcelonesa de elementos de narratividad: es una calle río, que nace en la Plaza de Catalunya y muere en el mar, o si se quiere, al revés, y que cambia de significación tramo a tramo, e igualmente cambia si se sigue el recorrido ascendente o el descendente.
Además, por ese cauce en sí mismo narrativo, dotado de una biología de asfalto y fachadas, pasa un caudal variopinto de humanidad, materia riquísima para la retina del creador de la historia.”
CUENTOS DEL 2000 Y PICO
Un viejo proyecto de Carlos ha sido la adaptación de antiguos cuentos de hadas modificando el argumento y trasladando la acción a unos tiempos más cercanos. Era una idea en la que confiaba ciegamente y con la que estaba muy ilusionado.
Así me lo confesó en una visita que le hice en su casa de Madrid, hace ya años. Ya entonces tenía bastante encajados los guiones de los cuentos y lamentaba no disponer del tiempo necesario para materializar en imágenes la obra proyectada.
Afortunadamente el álbum Cuentos del Año 2000 y Pico ya ha visto la luz. Narraciones clásicas e inolvidables como Hansel y Grettel, Pulgarcito, Jacky las Habichuelas Mágicas, La Bella Durmiente del Bosque, Aladino y la Lámpara Maravillosa, Historias de Ali Baba y los Cuarenta Ladrones y El Encendedor de Yesca constituyen el sabroso repertorio de relatos escogidos por el Maestro.
Salvador Vázquez de Parga, en el prólogo del álbum, se pregunta qué hubiera ocurrido si los protagonistas de estos viejos cuentos infantiles hubieses vivido en nuestro actual mundo desarrollado.
"Todo el que conozca a Carlos Giménez -dice Salvador-puede adivinar la respuesta. Las cuentos de hadas se convierten en sus manos en prodigioso instrumento de una crítica mordaz que pone al descubierto vicios y corrupciones, con un resultado tan mágico y fantástico como el de los clásicos del género.
Lo que ocurre ahora es que la magia y la fantasía no se muestran a través del puro milagro sobrenatural como era habitual, sino, al contrario, la magia, la fantasía, son corolario del normal devenir de los acontecimientos por la vía menos políticamente correcta' pero más acorde con la realidad que vivimos".´
"El sarcasmo que sobrevuela abiertamente los cuentos de Carlos Giménez mantiene intacta, la moraleja. El protagonista consigue su objetivo pero el camino que para ello le ofrece la sociedad de hoy es muy distinto del que le brindaban los mundos oscuros de los cuentos de hadas.”
Otra obra genial, una más (y no será la última, advierto), del veterano historietista.
LA ISLA QUE NUNCA EXISTIÓ
Hace algunos años, en el estudio de Carlos en Madrid, tuve la oportunidad de ver los originales de una historieta que el dibujante llevaba realizando con calma desde hacía ya algún tiempo y que entonces todavía estaba inacabada. Se trataba de La Isla que Nunca Existió, un tebeo que originalmente se pudo descargar, previa compra, de la página web del historietista.
Un retorno de Carlos al tebeo típico de aventuras característico de los años Cuarenta y Cincuenta. El argumento es un tema muy querido por los canarios porque está basado en la leyenda de la isla de San Borondón, la nunca encontrada, que aparece regularmente en medio del océano sin que nadie haya podido hollarla jamás. El protagonista es un simpático niño llamado Jonás que no tiene nada de aventurero pero que consigue salir de sus apuros con las ideas adquiridas por la lectura de tebeos.
"Jonás -informa Carlos desde su espacio en Internet- es un cómic clásico de aventuras, una historia de las que se hacían antes de que los mangas japoneses y los superhéroes americanos, se adueñaran por completo del mercado. Una historia para todos los públicos, y especialmente el juvenil, con mucha acción, con buenos y malos, con suspense y con su imprescindible toque de fantasía. El primer episodio de la serie, ‘La isla que Nunca Existió’, parte de una leyenda de la Islas Canarias, la leyenda de la Isla de San Borondón, misteriosa que no consta en ningún mapa pero que muchos pescadores juran haber visto e, incluso, haber pisado. En esta isla llena de grutas y humeantes ríos de lava que aparece y desaparece como un espejismo, se desarrolla la aventura de Jonás".
"Jonás, el protagonista principal de esta aventura, es un ciudadano del mundo pero también un niño normal y corriente. Educado y tierno, cuando hay un peligro huye y casi nunca sabe muy bien lo que tiene que hacer.
"De la lista de personajes secundarios como Nafta, Sansón, Sadi la Loba, Bombín y Bombón, destacan Caramelo y Mago. Caramelo es un simpático animalito, tan tierno y dulce como indica su nombre. Será la mascota de Jonás en esta aventura.
Una mascota un tanto peculiar que nos sorprenderá con habilidades impensables. Mago es un destartalado náufrago. Una especie de Robinson Crusoe. Se ha pasado la vida tratando de construir una almadía que nunca termina. Se desplaza por el inaccesible suelo volcánico de la isla, ayudándose de una pértiga con la que da grandes saltos.”
LOS PROYECTOS DE CARLOS
Felicito de todo corazón a Joan Navarro, Director Editorial de Glénat, por su gran acierto en el fichaje de Carlos Giménez. Y espero, conociéndolo como lo conozco, que dé cancha al maestro para que cumpla algunos de sus viejos sueños.
Uno de ellos, por ejemplo, es el que me confió, aquí en Tenerife, en una visita que me hizo en 1983. "Me encantaría hacer me dijo- una aventura final, un broche de oro, una última palabra, la historieta definitiva de algunos de mis personajes antes de olvidarlos para siempre. Incluso dándoles un nuevo aire y rompiendo los moldes de los mismos. Por ejemplo, Delta 99, que nunca sonrió, podría salir en una aventura de matiz cómico. O Dani Futuro, que era muy jovencito, sería cuestión de verlo ya maduro y cargado de hijos. O Grigo, que en sus historietas jamás salían mujeres, tal vez sería curioso presentarlo casado y con dos amantes”.
También ha proyectado realizar algo sobre la piratería y una serie titulada Las Aprendices, que se situaría en el tiempo de antes de Los Profesionales.
En los últimos años una de las cosas que Carlos Giménez echa de menos es la posibilidad de desarrollar una narración a lo largo de un lapso dilatado de tiempo y disponiendo, al menos, del contenido de un álbum.
A tenor de esta cuestión, esto es lo que dijo el historietista a Óscar Palmer en una entrevista publicada en el número seis de la revista Volumen Uno: "Cuando tú tienes que contar en muy poco espacio una historia muy larga, no tienes más remedio que recurrir al texto de apoyo y terminas haciendo una historieta dentro del concepto de la historieta de hace cuarenta años con una viñeta llena de textos porque la narración va muy rápida".
"Cuando todo lo que habíamos conseguido gente como yo había sido desarrollar la narración, poder reflexionar, contarlo más despacio. Si aquí el personaje está triste, dejar unas viñetas para estar triste, y no tener que solucionarlo con un letrero diciendo: Estaba muy triste. Lo terrible de ahora es que no tienes dónde publicar nada.
No hay ninguna revista al estilo de lo que yo estoy diciendo; no existe ninguna en España y casi ninguna en Europa. La única a la que yo tengo acceso es Fluide Glacial. Y lo que ocurre, y ésa es la gran pena, aunque no es mi caso, que sigo aferrado a la profesión como un náufrago a la tabla de salvación, es que grandísimos profesionales a los que yo he admirado y con los que he disfrutado muchísimo, (...) prácticamente no están haciendo nada. Se dedican a escribir, se dedican a pintar, se dedican a ganarse la vida como buenamente pueden. Hacen catálogos, dibujos animados, publicidad, pintan, diseños de no sé qué...
Y no es eso, ¿no? No es eso".