«EN UNA ZONA RE-COMIQUERA
DE LA CAPITAL (ESCASAS DOS CUADRAS DE CORRIENTES Y CALLAO) VIVE ESTA
DIBUJANTE UNICA Y GENIAL. DUEÑA DE UN ESTILO ABSOLUTAMENTE PROPIO Y DE
UN EXITO ARRASADOR (SOBRE TODO ENTRE EL PUBLICO FEMENINO), TRIUNFO EN EL
HUMOR GRAFICO DESPUES DE BATALLAR DURANTE AÑOS EN LA DIFICIL ARENA DEL
COMIC DE AUTOR. NO IMPORTA SI SOS VARON O MUJER, AGARRATE FUERTE, QUE
ESTAMOS POR ENTRAR AL MUNDO DE MAITENA
AA: ¿Cómo empezaste en esto? ¿Cómo decidiste dedicarte a trabajar
profesionalmente en esto del dibujo?
M: Yo dibujaba, como cualquier chico normal, con un poco más de
condiciones que lo normal, digamos. Me salía bien y entonces, era de las
que en el colegio se la pasan dibujando, y eso. En realidad, empiezo a
laburar de eso a los 17 años, cuando necesité laburar porque nació mi
hija. Y empecé armando avisos en el departamento de arte de una
agencia... y lo hacía muy mal. Un día quedó un agujero en un aviso, y yo
dije "¿Por qué no meten una viñetita? -¿Y quién la va a hacer?", y yo
dije "Yo la hago". Y empecé a hacer pequeñas viñetitas y ahí me di
cuenta de que eso era un laburo. Antes no se me había ocurrido que eso
era un laburo, porque en general, al menos en esa época, uno pensaba que
si dibujabas, ibas a ser pintor, o artista plástico, no? Pensabas con
letras de molde.
AA: ¿En tu infancia, o en tu adolescencia, habías leído historietas?
M: Muchísimas, pero no se me ocurría dibujar eso.
AA: ¿Qué leías?
M: Y, desde La Pequeña Lulú y Patoruzito, pasando por la Susy, que
leíamos las chicas... y después El Tony, D`Artagnan, todas esas
revistas, que además en mi casa estaban prohibidas, lo cual las hacía
más atractivas, por supuesto. Pero tenía unos vecinos, cinco hermanos
varones, que eran fanas, pero fanas de comprar el Libro de Oro de
Patoruzú el día que salía... y tenían toneladas de revistas, me pasé
toda la infancia en la casa de ellos, devorándome las historietas. Pero
no se me había ocurrido que yo podía hacer eso. Lo que más me gustaba
era La Pequeña Lulú, esa barra de pibes, el nabo de Tobi... pero no se
me había ocurrido. Y cuando me puse hacer viñetas, me di cuenta de que
lo que yo hacía en general tenía humor, o una situación que se contaba,
había una narrativa en lo que yo hacía. Y después conocí toda esa movida
del comic europeo de principios de los `80... por medio de dibujantes,
de gente amiga... y ahí me hice fanática de la Metal Hurlant, de El
Víbora y de cuanta porquería publicaran en español en esa onda.
AA: Esas son las influencias que se ven en tus primeros laburos en
Fierro...
M: Claro, y además José Muñoz, Hugo Pratt, Manara, todo lo más clásico y
algunos españoles más modernos.
AA: ¿Te costó lograr un espacio en Fierro? Porque vos no estabas ni
entre los consagrados que laburaban desde Europa, ni entre los chicos
que empezaban en el Oxido...
M: Claro, yo entré por afuera del Oxido, porque ya estaba en la
editorial. Yo trabajaba en Sex Humor desde el principio. Tenía un
personaje que se llamaba La Fiera, que aparecía todos los números, y
también estaba en Sex Humor Ilustrado, donde hacía Coramina y otros
personajes. O sea que fue un camino natural hacia Fierro, porque yo ya
era una historietista de la casa. Y empecé a llevar material a Fierro,
pensando en hacer algo diferente... pensaba que tenían que ser historias
distintas, más importantes, más trascendentales... y terminaban siendo
aburridas, lentas.
AA: Por ahí el énfasis estaba más en lo estético, no?
M: Sí, puede ser. Además yo en el material de Fierro ponía mucho más
laburo de blanco y negro, muy profundo. Y para Sex Humor no lo hacía, no
por el medio, sino por la cantidad de trabajo que yo tenía. Me pedían 15
páginas por mes, más lo que hiciera para Fierro... y no le podía poner
tanto trabajo de sombras a todas las páginas. Entonces las de Sex Humor
las hacía en línea y después hacía una máscara con los grisados. Pero
cada tanto me hacía unas paginitas para Fierro, que era mensual, y esas
sí, las trabajaba bien y... y no tenían que tener chistes. Eso para mí
era bárbaro: podía dibujar sin tener que hacer chistes.
AA: Eran anécdotas más intimistas, a veces hasta amargas...
M: Sí, eran bastante dramáticas. Después largué con Barrio Chino, que
era más aventurera. Estaba basada en un cuento de Juan Martini y
re-escrita para historieta. Era una historieta más clásica, pero yo no
me sentí cómoda con esa historieta. Me di cuenta de que... la aventura
como género no me era propio. Yo lo hacía para estar ahí, porque me
gustaba trabajar de eso, pero la temática no me interesaba. Cuando
realmente encontré una temática fue cuando empecé a hacer historieta
erótica. Ahí sí, me empecé a gustar. Barrio Chino, de hecho, tenía
bastante erotismo y toda esa parte la hacía yo, era una salvedad, una
licencia, que no estaba en el cuento y yo la metía en la historieta. Las
Historias por Metro también, eran todas eróticas. Cuando enganché esa
veta, lo disfruté más, me divertí más en ese género. Pero la aventura...
la verdad que nunca me interesó, por lo menos para hacerla yo. Me
encantaba leer el Corto Maltés, pero yo era incapaz de generar una
aventura. La aventura era el sexo, era esa pequeña cosa que pasaba.
AA: Era una excusa para llegar al encuentro sexual...
M: Ni siquiera eso. Para mí era una excusa para contar algo. Me gustaba
mucho la cosa cinematográfica, entonces cuidaba mucho el enfoque y la
narrativa, intentaba tener siempre la menor cantidad de globitos
posibles... siempre me gustó mucho la historieta con poco texto. A mí,
como lectora de historieta, no me gusta leer mucho. Prefiero que me
cuenten la historia desde lo visual. Y la historieta erótica es especial
para eso. Además, yo le daba una mirada femenina al erotismo y eso
también era raro, por eso encontré un buen lugar en Fierro. En mis
historias, el deseo era femenino y eso era diferente. En mis
historietas, las que estaban calientes eran las mujeres, no los hombres.
Y eso era novedoso. Además me permitía jugar con las miradas, con una
cosa más sugerida y no tan escatológica, que es lo que hacían los
hombres. Yo, por ejemplo, casi nunca dibujé un pito. Habré dibujado uno,
o dos. Y sin embargo parece que estaban llenas de... pero no, había
mucha sugerencia, mucho juego. Y eso me divertía.
AA: ¿Cuándo te decidiste a cambiar la historieta más narrativa por las
páginas de humor que hacés en Para Ti?
M: Lo mío con el humor arranca en el diario Tiempo Argentino, donde
hacía una tira costumbrista, con una familia y una niña llamada Flo...
allá por el `83, creo... o sea que ya algo había hecho. Pero un momento
dejo el comic, angustiada por varias razones. Después de Fierro, trabajé
bastante para Europa, viajé a los festivales, me fue bien y enpecé a
laburar allá... pero dejé de tener feedback. Yo acá publicaba en Fierro
o en Sex Humor, o en Cerdos & Peces... y me enteraba qué pasaba. Mis
amigos, aunque más no fuera, veían mis historietas. Cuando empecé a
trabajar para Italia, o Francia, era como meter el laburo en el buzón y
recibir un cheque. Yo no tenía registro de lo que pasaba, si gustaba, si
no gustaba, si estaba bueno. No veía la revista con el material
publicado, cada tanto me llegaba alguna, o alguien me traía una revista.
Y me empecé a desilusionar de lo que hacía, hasta que en un momento
preferí dejar de hacerlo. Acá había cada vez menos espacios para la
historieta, menos revistas... y eso estaba empezando a pasar también en
Europa. Cuando empecé a mandar material erótico les gustó, pero me
pedían que fuera cada vez más erótico, más escatológico, para revistas
específicas que más que de historietas eran de sexo. Y la verdad que no
me interesó como laburo. Preferí seguir ilustrand manuales escolares,
que era otro de mis laburos paralelos, y darle pata a la ilustración.
Para hacer una historieta que no me gusta... prefiero hacer otra cosa. Y
dejé de hacer historieta. Por supuesto, tuve serios problemas
económicos. Era la época de la hiper-inflación, un momento difícil.
En eso me llaman de Para Ti y me ofrecen una página de humor, una
historieta de humor, y me sugieren la idea de hacer una familia, porque
conocían lo que yo había hecho en Tiempo. Lo pensé y me costó mucho
decidirme, porque yo creía que Para Ti no tenía nada que ver con lo que
yo hacía... y de hecho era así. Pero la persona que me llama, Daniel
Plimer, es un tipo muy agudo, que conocía muy bien mi trabajo y me
conocía muy bien a mí. Y me convenció de que lo podía hacer. Más que
como un desafío, lo acepté por una cuestión de necesidad económica. Era
un laburo en una editorial importante, en una revista que salía todas
las semanas hacía 85 años... o sea que no se iba a acabar. El problema
típico del historietista es que las revistas se mueren y uno va por ahí,
cambiando de revista. Y era la posibilidad de un laburo con continuidad.
Yo, madre de dos niños, estaba un poco agotada y necesitaba urgente
meterme en un lugar un poco más seguro que el under para trabajar.
Y la mejor decisión que tomé en ese momento, fue la de no hacer una
familia, sino hablar de temas. Inventé esta cosa extraña de hablar de
temas diferentes. Un día pueden ser los celos, otro día los delivery a
domicilio, otro día la celulitis, otro día la ex de él, otro día los
hijos, cualquier cosa: la alegría, el divorcio, la peluquería, las
vacaciones, las amigas, lo que sea. Y me encontré haciendo algo que me
gustaba mucho y que me salía con mucha facilidad. Yo venía de un mundo
particular, no sólo por trabajar en un ámbito under, sino por tener una
vida privada poco convencional, entonces al principio me pareció que iba
a ser muy difícil, porque yo me sentía muy diferente de las demás minas
que tenían hijos e iban por la vida. Y de repente me di cuenta de que,
aunque fuéramos diferentes, nos pasaban las mismas cosas, y que lo que
yo contaba... a las minas también les pasaba.
AA: Hay un sentido de la observación muy agudo en esas páginas, no?
M: Exacto. Son detalles de conductas. También traté de dejar de ser
auto-referencial, eso creo que fue algo importante. Dejar de contar las
cosas que yo pensaba, o que me pasaban a mí, y empezar a contar lo que
veía. Me situé en una especie de vereda de enfrente: A las minas les
pasan estas cosas. Y encontré un espacio muy piola. La burla, incluso,
es una burla cómplice. Y a la vez es inevitable, porque el humor sin
burla... qué sé yo, tenés que decir algo que le moleste a alguien.
Tampoco me interesa el humor light, no haría el gatito que reflexiona,
me interesa hablar de algo. Y esa temática que encontré, se transformó
con los años en algo más grande de lo que yo había imaginado.
AA: Los libros de Mujeres Alteradas te trajeron un público que por ahí
no es el que lee Para Ti, sino el público del humor gráfico, que te
sigue a vos como sigue a Caloi, o a Quino, o a Fontanarrosa...
M: Sí, es el público de los libros. Hay muchos que no compran la
revista. Se dio ese fenómeno y a partir de eso, hace dos años empiezo a
trabajar todos los días en La Nación y ahí incorporo un público que
tampoco conocía lo que yo hacía en Para Ti. Incorporo a muchos hombres.
Para mí fue todo una gran sorpresa, porque yo venía del otro lado, y de
repente me encontré en un lugar si querés burgués, pero también es un
lugar muy exitoso, donde me va muy bien, que es algo raro para un
dibujante de historietas. Trabajar en un medio masivo, con éxito, editar
libros, venderlos! (risas), lo cual es más raro todavía... Yo nunca en
mi vida me imaginé que iba a vender 100.000 libros. Hasta el día de hoy,
lo pienso y me cago de risa. Es como el síndrome del impostor: pienso
que un día, todos se van a dar cuenta y todo se va a caer. Es todo tan
raro, que es como si le estuviera pasando a otro.
AA: ¿Por qué creés que hay una diferencia de repercusión tan grande
entre los historietistas que trabajan para los diarios y los que están
fuera de ese circuito?
M: Y, porque los diarios son el medio más masivo de todos. La cantidad
de ejemplares que tira un diario por día no se puede comparar con
ninguna revista. Imaginate Clarín: un millón de ejemplares vendidos por
domingo, y cada uno lo leen cuatro lectores. La Nación vende 500.000. Es
impresiionante la difusión que tiene el diario, a mí me tiene muy
sorprendida.
AA: ¿Con cuántos condicionamientos se paga la diferencia entre un diario
que tira 500.000 y una revista que tira 20.000?
M: No sé... yo el laburo más denso, más heavy, ya lo hice, ya no tengo
ganas de hacerlo. Yo no estoy haciendo ninguna concesión en este
momento. No hay nada de lo que yo quisiera hablar y no hablo porque el
medio no me lo permite. Nada. Porque ya lo hice, hice muchos años
historietas muy heavies... y no tengo interés en hacerlas. La verdad que
ya me saqué las ganas. No me interesa hacer historietas de sexo, ni que
mis personajes se droguen y aparezcan tomando merca a la noche. Me
parece que eso se puede sugerir desde las características físicas del
personaje, por cómo está vestido. El que entendió el chiste, bien, y si
no, me da igual. Pero no tengo necesidad de contar nada de lo que no
estoy contando.
AA: ¿Te gustaría volver a una tira con personajes, más basada en la
relación entre personajes que en la anécdota ingeniosa? Algo tipo
Mafalda, Calvin & Hobbes, Peanuts...
M: Y... si se me ocurriera algo tan maravilloso como los ejemplos que
nombrás, sí. Yo siento que casi todos los personajes ya están contados.
Por eso me interesó esto de los chistes, cuando me lo ofreció La Nación.
Yo no había hecho chistes, lo de Para Ti no son chistes, y es algo muy
diferente. Tenés que escribir de otra manera. Igual, yo no puedo
escribir sin pensar en el dibujo. Para mí es muy importante quién dice
cada cosa. Si te fijás en mis chistes del diario yo, sin que sea un
único personaje, tengo a la operada, tengo las viejas, que son un
clásico... lo que dice esa vieja no lo puede decir ninguna otra! Tengo a
la gorda, la rubia siliconada, la que busca a los tipos por la guita, la
cuarentona con el pelo colorado, intelectual de izquierda... Y a mí me
gusta encontrar el personaje y trabajarlo, no sé si tanto en el texto,
pero sí en la gráfica. Trabajo mucho la ropa. Que alguien tenga puesto
eso, quiere decir algo, tiene que ver con lo que esa persona dice.
Incluso los colores dicen cosas de los personajes: Yo sé por qué una
mina tiene el pelo rojo, o por qué una mina tiene canas, o si es morocha
o rubia. ¿Fuma o no fuma? Y si están sentadas en un bar, ¿qué toma cada
una? Me gusta componer el personaje para redondear lo que está diciendo,
incluso si tiene un cuadrito de vida. Yo creo que laburo mucho para el
diario, dibujo demasiado... contrariamente a otros colegas, que por ahí
trabajan más el chiste, el guión. A mí incluso me aburre dibujar siempre
a las mismas personas, y creo que eso es lo que te pasa con la tira de
personajes, se hace aburrido dibujar todos los días lo mismo. Si no
cambiás, terminás haciendo sellitos.
AA: ¿Cuántas horas por día trabajás?
M: Casi diez horas. El chiste de La Nación me lleva casi diez horas por
día, que es muchísimo. Por eso estoy agotada, pensando muy seriamente
qué voy a hacer a futuro, porque no quiero trabajar diez horas por día.
Sobre todo porque me va muy bien y gano plata. Todo el mundo me dice:
"Pero es al revés! Tenés que aprovechar ahora y laburar!". Pero no,
loco! Si gano plata, lo que quiero es gastármela! No quiero más plata!
Quiero laburar menos y ganar lo mismo! Y bueno, voy a pensar qué voy a
hacer, sobre todo los próximos dos o tres años, porque tengo una bebita
y tengo ganas de disfrutarla y estar con ella. En Para Ti en este
momento tengo una especie de licencia a medias y estoy re-publicando
material viejo. Pero como tengo siete años de laburo, hay mucha gente
que lo viejo no lo leyó. Estoy pensando si voy a retomar o no la página,
pero esa misma página la estoy vendiendo a España, para la revista del
diario El País, sale en el diario La Stampa de Italia... no sé. No voy a
dejar que eso me intimide. Si no la quiero hacer más, no la voy a hacer
más.
AA: ¿Cómo te trata ese status de celebridad que compartís con Quino, o
Fontanarrosa, o un par más? ¿Cómo es eso de que te llamen para ir a
programas de tele, o para opinar de cualquier cosa?
M: Mirá, en algún momento tuve más exposición que ahora. Ahora estoy con
un perfil bastante bajo. Me molesta que me llamen para opinar de
cualquier cosa, me siento fuera de lugar. Sobre todo porque en general
me llaman para opinar sobre temas que tienen que ver con la mujer y...
yo no soy Susan Sontag, viste? Yo cuento lo que yo veo, pero no puedo
dar cátedra de nada. En general, te piden que opines desde el consejo...
yo qué sé, la verdad es que no tengo ningún consejo para dar. Y además
no creo en los medios, me parece muy chanta la manera en que está
enfocado. Si a alguien realmente le interesara mi opinión, y fuera
dentro de un marco más o menos serio... pero en general es poco serio.
Yo evito hacerlo. Y voy a algunos programas casi siempre para difundir
mis libros, porque en este momento, si no lo hacés, cuesta mucho vender
libros, entonces lo hago. Yo hago prensa sólo cuando estoy por sacar un
libro, y si no, intento no hacer. Trato de ir a la tele lo menos posible
y sobre todo, trato de no ir a hablar boludeces. Si lo puedo evitar, lo
evito. Pero no me llevo bien con la popularidad, porque perdí cierto
grado de anonimato que me permitía mirar a la gente. Yo siempre fui muy
fisgona, de mirar qué hace la gente, de sentarme en un bar a mirar. Y
ahora, me siento en un bar y me siento incómoda: me miran, me preguntan
"¿Vos no sos la de los chistes?", y me dan ganas de llamar al mozo,
pagar, e irme a la mierda.
AA: Ultima: ¿cómo explicás la desproporción brutal en favor de los
varones que hay en el público de la historieta?
M: Esto se engancha con algo de lo que hablamos antes. En general las
historietas tienen que ver con el mundo de la aventura. Desde El Tony
hasta el animé japonés, todo pasa por la acción y la aventura. Y las
mujeres solemos engancharnos con otro tipo de temática, que tiene que
ver más con lo intimista, con lo que les pasa a las personas, con las
relaciones personales. Yo creo que mi laburo se hizo masivo porque a mí
me leen las mujeres, que tradicionalmente no son lectoras de
historietas. Compran nada más que lo que yo hago. ¿Y por qué lo compran?
Porque yo les hablo de ellas mismas. Si yo hiciera aventuras, esas minas
no me comprarían! Cuando hacía historietas de aventuras me leían los
pibes y cuando empecé a hablar "de lo nuestro" me empezaron a leer las
minas. Las minas tenemos otra temática. Se juntan dos tipos y hablan de
un montón de cosas, pero nada que tenga que ver con ellos mismos: hablan
de cine, de futbol, de laburo, de política... pero uno no le dice al
otro "Che, loco, ¿sabés que estoy angustiado?". Ni en pedo! En cambio,
las minas desde que se sientan hasta que se separan, hablan de lo que
les pasa a ellas, de lo que sienten, del amor, de la soledad... Y bueno,
por eso la historieta, que siempre estuvo orientada a la acción, es para
los hombres. A las mujeres no les interesa. La acción es una temática
que no convoca a las mujeres, salvo algunas excepciones, pero pocas. En
general, nos gusta hablar de lo nuestro, que es lo que los tipos odian.
A mí me encanta el comic japonés, por ejemplo, pero me gustan los
dibujitos. El guión, lo que está pasando, me aburre, no me interesa. No
me engancha ni la acción, ni el suspenso, ni nada. A mí nunca me importó
si el asesino era el mayordomo. Yo quería saber con quién se quedaba la
chica.»
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