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]
T:
Con Charlie
Moon denotas ya una intención de desarrollar la obra con miras
internacionales, ¿quisiste alejarte de desarrollar una temática
argentina?
CT:
Charlie
Moon,
en la fantasía de un primer momento, iba a ser Carlitos Luna.
Pero nos pareció, en aquel momento, que un toque de
internacionalidad le iría mejor. Éramos unos cuantos los que
mirábamos hacia
Europa
como una posibilidad de desarrollar mejor nuestra obra como medio de
vida. Pero no sé si las cosas pierden identidad de origen porque
transcurren en Mongolia. A mí me parece que no.
Recuerdo haber pensado -y creo que también escrito-
sobre la amistad del Sargento Kirk con sus amigos, el doctor Forbes,
Maha el tchatooga, el Corto. Siempre me pareció una amistad tan
argentina, tan de quedarse hablando boludeces en los bares para ver
si somos capaces de arreglar el mundo, o de compartir desencuentros
amorosos con la solidaridad de los amigos, en fin, sería todo un
tema: por ejemplo, ¿es Tex una historieta italiana o, porque
se trata de un western se convierte en una historieta
americana? Sin embargo son los italianos y solo ellos quienes
deliran por el viejo Tex, quienes saben sus latiguillos, quienes
conocen, después de más de 50 años de seguirlo con devoción, cada
comportamiento, cada tic de su héroe. Jamás el público
norteamericano se sintió atraído por este personaje, ni aún cuando
lo dibujó Joe Kubert...
T: En la revista Don,
hubo sitio para textos teóricos como el de Oscar Steimberg
aparecido en abril de 1983 (en el núm. 1): “Risa peronista, risa
antiperonista” ¿Podrías explicar al público no argentino las
implicaciones del peronismo con la historieta, sea por militancia de
los autores, sea por el contexto social en que publicaban su obra?
CT:
Peronismos hubo muchos. El del primer Perón entre
1946 y 1955, que significó un enorme cambio en la distribución de la
riqueza en la Argentina y empujó el ascenso de las clases
trabajadoras a una vida más digna. Eso, al tiempo que perfeccionaba
una censura férrea que muchos humoristas sufrieron en carne propia.
Las historietas, en aquellos años, en cambio, en tanto narraban
fantasías y aventuras, tenían una libertad mucho mayor. Y el humor
debió refugiarse en el costumbrismo, mientras las revistas políticas
debían cerrar porque les cortaban los cupos de papel. El caso más
importante fue el de Cascabel, un semanario donde colaboraba
el dibujante socialista Tristán y algunos escritores opositores, que
primero hubo de cambiar de formato por uno más pequeño, luego debió
aparecer con la mitad de sus páginas habituales, y terminó
desapareciendo “por problemas económicos”.
El peronismo de aquellos años clausuró periódicos,
persiguió a gente del mundo del espectáculo y trató de convencer a
todos, por las buenas o por las malas, de las ventajas de ser
peronista. Sin embargo, sin duda, el impulso de la parte social, de
la atención hospitalaria, de la pelea contra la pobreza, de la
erradicación de enfermedades producida por aquel peronismo fue
notable.
El siguiente peronismo fue el de Perón en los años
siguientes a su caída, años de encarnizada persecución contra los
trabajadores peronistas, con fusilamientos, muertos y encarcelados.
En esos años, los que hacían publicaciones clandestinas eran los
seguidores de Perón que, siendo una mayoría absoluta del pueblo
argentino, obstaculizaban con su presencia a una sucesión de
gobiernos débiles que se sucedían a uno y a otro golpe militar con
el que el viejo-nuevo régimen intentaba perpetuarse.
Finalmente, un general, Alejandro Lanusse, presidente
dictatorial él, decidió que el peronismo se acababa permitiendo
volver a Perón. Era la década del los setenta, Perón era un anciano.
“No le va a dar el cuero”, pensó Lanusse. Pero Perón volvió, ganó
arrolladoramente unas elecciones sin fraude, y gobernó un tiempo con
la gente fiel que él había elegido para ocupar el poder ejecutivo
durante unos meses. Pero ya el peronismo era una bolsa de gatos
rabiosos. Socialistas y fachistas luchaban por el poder dentro del
partido. Perón debió asumir como presidente. Y allí tuvo que elegir
quién se iba y quién se quedaba a su lado. La fractura fue terrible
y, al morir Perón en 1974, la sociedad estaba dividida y los grupos
parapoliciales asesinaban a los peronistas que pugnaban por una
salida hacia el socialismo.
En esos agitadísimos años, muchos de nosotros
comenzamos a trabajar en espacios relevantes de humor y de
historietas que había en el mercado. Yo fui Director Creativo de la
revista Satiricón, un mensuario muy popular, que vendía
250.000 ejemplares y desde donde se satirizaba a la Argentina y al
mundo. Estuve allí entre 1972 y 1974, cuando junto con un grupo de
compañeros fuimos convocados por un editor muy poderoso entonces, la
Editorial Julio Korn, que pretendía sacar una revista que compitiera
con Satiricón.
La hicimos y se llamó Mengano. Allí estuvieron
Viuti, Amengual, Martín Mazzei, Carlos Marcucci, Osvaldo Soriano,
Carlos Killian, Jorge Limura, Alberto Broccoli, Quino. Pero la
revista era muy difícil de hacer porque la editorial tenía
publicaciones de espectáculos, de deportes, femeninas, y no era
posible tomarle el pelo a casi ningún sector de la agitada sociedad
de entonces. Y se fue convirtiendo en una vuelta al pasado, a los
tiempos en que solo se podía hacer costumbrismo en el humor
nacional.
Satiricón fue prohibida por
el gobierno de Isabel Perón, la patética sucesora de Perón en la
presidencia luego de su muerte. La censura regresaba a paso vivo.
Las derechas más totalitarias ocupaban los entresijos del poder.
Mengano sobrevivió unos meses a Satiricón. Fue clausurada
pocos días después de asumir la presidencia de facto Jorge Rafael
Videla, el de la triste fama. Y mientras el humor desaparecía de los
quioscos, donde había ocupado durante años lugares de privilegio,
las historietas, ya encarnadas casi en soledad por la Editorial
Columba, seguían su camino con esas historias que ya he descrito.
Enfrente, como competidor, tenía a Ediciones Record y a su revista
Skorpio, donde aparecieron las últimas historietas de
Oesterheld.
Los años de la dictadura pasaron, un partido que no
era el peronista -de tormentoso recuerdo para tantos argentinos-
ganó las elecciones de 1983. El humor opositor había regresado
antes, con la revista HUM®,
donde tantos colaboramos mientras gobernaba la dictadura militar.
Tímidamente se había convertido en una tibia forma de oposición,
única posible para vender una revista en los quioscos.
Con la llegada del gobierno de Alfonsín, en 1983,
HUM® se hace furiosamente alfonsinista, antiperonista, y poco a
poco pierde colaboradores... y lectores. Cayendo desde muy alto, en
una larga agonía que culminó ya bastante avanzados los años noventa,
terminó quebrando estrepitosamente.
No se puede hacer humor oficialista, decían quienes
veían los intentos del primer peronismo de hacer revistas chistosas
a favor de su líder (que nadie compraba y se mantenían con las
dádivas de la publicidad oficial). No se puede hacer humor
oficialista, dijeron los que vieron en ese motivo la principal razón
del derrumbe de la revista HUM®.
A todo esto, las historietas también habían ido empalideciendo, y el
último destello fue la revista Fierro, que cerró bastante
antes del quiebre de la editorial de HUM®, que era quien la
publicaba.
Y volviendo al tema de esta extensa parrafada,
llegamos al tercer peronismo en el poder, el de Carlos Menem. Nada
de censura esta vez, pero en lo político, un plan perverso que fue
la semilla de la destrucción que la Argentina padece en estos días.
Conclusión: bajo el nombre peronismo se conocen cosas
tan, tan diversas, que es difícil hasta para nosotros, los
argentinos, definir a ese monstruo extraño y cambiante. Sin embargo,
ser peronista es muchas veces como ser creyente de la Vírgen de la
Macarena o hincha de un cuadro de fútbol. Tantísimos argentinos,
porque hacen buenos negocios con los peronistas, o porque son pobres
y desvalidos y esperan un milagro, seguirán a los confusos y
contradictorios candidatos de este llamado “movimiento” que ha
teñido casi 60 años de nuestra historia.
LIBERTAD Y CRISIS
T: Desde la toma de poder
de Videla hasta que la llegada de Alfonsín en 1983 hay un paréntesis
de libertades, pues. Según lo que me cuentas, ¿consideras que
Alfonsín pudo ser una suerte de “liberador” para las publicaciones
de humor gráfico e historieta en Argentina; crees también que fueron
utilizadas en el ínterin dictatorial como instrumento ideológico?
CT:
Para el humor y para las historietas menos
convencionales, la segunda parte de la dictadura militar permitió
desarrollos interesantes. Recuerdo que Oreste del Buono, un
relevante estudioso y divulgador de los cómics en Italia, nos decía
a Guillermo Saccomanno y a mí en 1980 durante un encuentro en Roma,
que nosotros, por imposiciones de la dictadura brutal que nos
aplastaba, habíamos perfeccionado la metáfora como herramienta de
trabajo. Y que en cambio, en su país, donde al pan se le podía
llamar pan y al vino vino, era mucho más difícil alcanzar el vuelo
poético de algunas producciones argentinas.
Y hay una cosa cierta, muchas veces, cuando hay poca
libertad, el humor y la historieta dicen cosas muy interesantes. Lo
cual no nos impide agregar que es mejor ser un poco más estúpido con
los chistes pero un poco más libre en la vida real.
T: Desde su aparición en
noviembre de 1983, Cuero se aprovechó ˆsi bien brevementeˆ de
la etapa de apertura inaugurada por Alfonsín añadiendo a sus
contenidos más dosis de erotismo ¿Crees que fue aquello bueno para
el desarrollo del medio o podría entenderse como algún tipo de
vulgarización?
CT: Tiras de Cuero
fue una revista que precedió un poco a la llegada de la democracia.
Se vivían intensamente esas vísperas. Y el editor de Tiras de
Cuero hacía unos meses venía sacando el mensuario Don,
donde se publicaban los primeros desnudos integrales de bellezas
nacionales. Oscar Steimberg era el director de Don y fue,
seguramente, quien propuso al editor una revista de historietas un
poco más zafadas que la media. En Don publicamos, Mandrafina
y yo, todos los episodios de "El Husmeante", una serie muy fuerte
para los tiempos, con mutantes, racismos futuristas y protagonista
desencantado que era capaz de cualquier cosa por echarse un polvo o
por efectuarse una elongación peneana (que en aquel tiempo era
ciencia ficción).
Tiras de Cuero, como
experimento, fue muy marginal y duró muy poco tiempo. No era
atractiva para los que habían leído SuperHUM®,
que esperaban, tal vez,obras más “intelectuales”. Ni para los de
Editorial Columba, que aspiraban a que su guerrero nubio derrotara
por enésima vez al villano de turno.
T: Ya que ha salido el sexo
a colación, tu obra Tragaperras
(Slot
Machine en Argentina) muestra una especial apetencia por
lo sexual, al parecer una asignatura pendiente. En la Argentina
fuisteis criticados Altuna y tú por utilizar tanto sexo ¿podrías
explicarnos por qué reaccionó así el público de su país?
CT: Tragaperras fue
hecha, si no recuerdo mal, para Toutain Editor. En Argentina se
publicó después y, la verdad, no recuerdo críticas importantes por
utilizar el sexo en ese caso ni en otros de ese período. La única
historieta que tuvo algunos encontronazos con los defensores del
hogar y las buenas costumbres -con hasta una demanda judicial- fue
Clara de Noche. En una provincia argentina, con gran
predicamento de lo más reaccionario de la Iglesia, el periódico que
la publica aquí, Página 12, debió afrontar una amenaza de
juicio y hasta un problema de distribución.
Es una forma de censura como tantas y que se ha
aplicado entre nosotros esta de negarse a distribuir una publicación
en alguna parte del territorio. La Capital y la provincia de Buenos
Aires, que son las cajas de resonancia más fuertes para este tipo de
actos, tienen más cuidado en impedir la distribución de un culo
bonito o de un artículo que denigra a su gobierno.
T: Siguiendo con esa obra,
la historieta “Fantasmas”, que aparece allí, discurre por una
línea que no entronca con el espíritu del álbum. ¿Sentiste esa
necesidad de tratar allí el problema del caciquismo en
Latinoamérica, como luego lo desarrollaste en la más cruda de tus
obras en el acercamiento a la realidad latinoamericana, Cosecha
Verde?
CT: Creo que si había un
tema en esa historia de Tragaperras era la culpa que arrastra
consigo un asesino impune. En Cosecha verde -o La gran
patraña como se la conoció, poco, en España (editorial Ikusager)-,
la culpa no existía. El dictador y su asesino personal no dejaban de
dormir por andar torturando a la gente o por violar a sus indefensas
sobrinas apenas adolescentes.
Cosecha verde y su
continuación, Iguana, fueron realmente trabajos
gratificantes. Con Mandrafina estábamos explorando el mundo de los
boleros, los lugares comunes del realismo mágico. Ambos conocíamos
muy bien el Tirano Banderas de Valle Inclán y la obra de
Gabriel García Márquez. Y podíamos ironizar, ponernos serios,
exagerar, ridiculizar a sus patéticos personajes. El episodio de la
noche interminable, el escriba del dictador que convence a las masas
que la sobrina violada es una virgen milagrosa, las cavilaciones de
Donaldo Reynoso, la muerte del Iguana, el miedo caricaturesco de
esas pobres gentes, toda la gestación de estas historias fue
divertida, relajada, y con el fondo de esos boleros que se clavaban
en el alma.
Cuando me hablas de “necesidad de tratar el problema
del caciquismo, etcétera” me siento muy lejos de la pregunta. Uno
tiene sus ideas, sus deseos, su ideología. Y hace historietas.
Seguramente, por algún mecanismo que ni siquiera tiene que ser
consciente, todos los ingredientes que llevamos adentro aparecen de
alguna manera y dan lugar a estos interrogantes que no sé contestar
con claridad. Trato de contar historias que me gusten evitando, en
lo posible, las moralejas.
T: Bien, sigamos
cronológicamente. En septiembre de 1984 La Urraca lanzó Fierro.
Sasturain la mantuvo un lustro, hasta 1988. Para algunos
representó la renovación de la historieta en la Argentina, pues fue
indicada “para adultos” y entroncaba con lo underground ¿Qué
opinas de aquellas premisas de partida y de sus pretensiones?
CT: Participé poco de
Fierro aunque colaboré asiduamente allí. No escribí nunca una
historieta especialmente para la revista, así que mis materiales
estaban más bien en “la parte internacional” de la publicación. Es
más, ni siquiera argentinizaban nuevamente los textos que habían
sido “españolizados” por editores de tu país.
Fue, sin duda, una gran revista que ofreció
posibilidades de publicación a muchos que estábamos haciendo
nuestras cosas para mercados lejanos a casa. Y, sobre todo, permitió
expresarse a una generación de nuevos autores. En aquellos años
también las revistas de Toutain decían “para adultos”. El viejo
prejuicio de que si es una historieta debe ser para niños hizo que
en muchos países se agregara ese letrero para no tener problemas con
las censuras que siempre tiene algo para decir. Juan Sasturain es un
autor de enorme talento y un muy agudo editor. Creo que con
Fierro llegó muy alto en esta segunda cualidad suya.
T:
En los ochenta trabajaste mucho para el mercado
europeo. Con el español Jordi Bernet desarrollas gran cantidad de
trabajo: Custer, Light & Bold, Ivan Piire, Cicca Dum Dum. En
todas ellas se observan trazas de erotismo o argumentos abiertamente
dirigidos al mercado del cómic X. Bernet es un gran dibujante de
minas, desde luego ¿qué tal tu trayectoria de colaboraciones con él
en este sentido?
CT: Jordi es un dibujante
descomunal, creativo, cambiante, fuerte. Indudablemente, los
editores se han quedado con el “Jordi para adultos” aunque en
algunos de sus dibujos hay una poesía, una lírica pasión por los
temas poéticos que alguna vez, espero que pronto, pueda
desarrollarse más integralmente.
Custer está muy alto entre
las que prefiero de mi producción. Fue, en su momento, un trabajo de
guión muy elaborado, con cruces y repeticiones que tenían sus
dificultades a la hora de ser narrados. El tema no estaba de moda
por entonces y lo que después se convirtió en un lugar común de la
industria del espectáculo, era por entonces pura ciencia ficción. Y
tenía, como trasfondo, una historia de amor y desencuentro.
Light & Bold tenía cierta
poesía brutal en esa recreación de La Bella y la Bestia en clave de
violenta historia de amor. Tenía un narrador en off, Light & Bold,
que estaba asqueado de lo que se veía obligado a contar. Bold fue
uno de los personajes más personales y diferentes que dibujó Bernet.
Ivan Piire nos gustó mucho.
Y era nuevamente una historia de amor a través de los siglos, con
ese clima gótico, ese pincel seco de Jordi en su plenitud. Y hasta
aquí hemos enumerado 3 historias de amor en nuestra producción
conjunta con Bernet. A la que podría sumarse Clara de noche,
historia que arrancó cuando Gin, de El Jueves, nos encargó una
historia de puta madre y no se nos ocurrió nada más genuflexo que
presentarle los cuentos de una puta que es madre.
Cicca Dum Dum, de la que
estamos promediando la cuarta historia de 64 páginas, está
encuadrada más en esa categoría que dices, la del erotismo. Me
siento siempre muy cómodo trabajando con Bernet. Es de esos raros
dibujantes que te sorprende con los resultados, llenando de color
los blancos y los negros como pocos.
T:
En el caso de Custer, su argumento se
anticipó a las prácticas de los medios audiovisuales en sacar
partido del morbo de lo cotidiano, en despojar de intimidad al
individuo ¿no has pensado en sacar partido de las productoras de
programas televisivos como Big Brother o similares?
CT: Te decía recién: eso de
“una cámara invade la intimidad de alguien” era ciencia ficción en
1985, antes de Big Brother y de Truman Show. Hay un
productor italiano que está llevando adelante el intento de producir
una miniserie de televisión con Custer.
Los guiones están escritos por un grupo de jóvenes muy talentosos.
Es curioso observar cómo lo ven ellos “después de Big Brother”,
ficcionalizando algo que los reality shows ya han fatigado hasta el
cansancio.
T: Con el dibujante Ernesto
Gracía Seijas trabajaste en El negro blanco para Clarín
durante casi una década, diariamente, hasta que de repente os
echaron. ¿Se agotaron las ideas o cambió la política del periódico;
qué pasó?
CT: Un día nos llamaron
para pedirnos que termináramos en una cantidad de tiempo preciso (18
días, 22, algo así) porque iban a poner una nueva tira que les
habían propuesto. Y allí se terminó a las apuradas y sorpresivamente
El negro blanco.
T: OK. Dejemos de lado los
periódicos... ¿Qué opinión te merecen las jóvenes propuestas de los
años ochenta Undercomix, Novacomix, El Tajo o Comic
Magazine?
CT: Nunca había oído
nombrar las dos primeras. El Tajo fue un intento fallido y
mediocre del editor de Skorpio de hacerle sombra a Fierro,
si mal no recuerdo. Comic Magazine fue una revista que me
gustó. La hacían Javier Doeyo, Fernando García y Andrés Accorsi,
gente que amaba las historietas y tenía muchas ganas de hablar de
ellas.
T: Se ha dicho que entre
1985 y 1989 se fragmentó el público lector de historietas en la
Argentina y fenecieron algunos modelos editoriales. Al final de la
década de los ochenta cesó el éxito del cómic “para adultos” en
Europa también, sufriendo en paralelo la crisis de las revistas
seriadas, o de continuará, en España, Francia y Argentina. ¿Crees
que la razón fue la misma en los tres casos? ¿Porqué y cómo crees
que se produjo el proceso de crisis?
CT: Hubo un momento en que
lo que proponían (proponíamos) autores y editores se fue alejando de
las necesidades del público. Las revistas seriadas con muchos
personajes en cada número se fueron debilitando y nadie atinó a
pasarse al monográfico que, parece, es lo único que funciona en el
mundo actualmente. En Argentina casi no existieron las revistas de
personaje único. En cambio en Francia con los álbumes y en Italia
con los títulos de extensas aventuras de un solo y único héroe, la
historieta sigue bastante viva. Los editores, en general, se
resisten a los cambios. Piensan: «mi revista vende cada vez menos,
pero si la cambio tal vez venda aún menos, así que seguiré igual». Y
piensan eso hasta el fin.
T: En torno a la crisis, el
hecho de que fueran surgiendo más historietas para adolescentes,
sobre drogas, con cierta pulsión por personajes con grandes tetas,
superhéroes ¿es una consecuencia del avance de la globalización?
CT: Yo veo que sigue
habiendo muchas historietas inteligentes, originales, bien
trabajadas, sin grandes tetas, sin drogas y sin músculos
anabolizados. En general, esas permanecen por más tiempo en el
interés de los lectores. La globalización, espero, desaparecerá
antes que esté totalmente globalizado el cómic. Es tan rico el mundo
de los manga, de los héroes yanquis, de los relatos franceses, de
las sagas populares italianas que: ¿por qué tratar de hacer uno solo
con todo? Es como pretender que Schwarzenegger trabaje en una
película iraní.
No, por favor.
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]
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